domingo, 12 de abril de 2009

Entrevista a ARTURO USLAR PIETRI (1906-2001)



Por Plinio Apuleyo Mendoza

A propósito, ¿Cómo ve usted el Poder?

Yo creo que el Poder es una cosa esencialmente mágica y eso explica en gran parte al caudillo mismo. El caudillo es un personaje mágico, un brujo, una figura paterna. No se puede explicar sólo por un análisis frío de fuerzas económicas y sociales. Hay en el un elemento mágico.

¿En qué consiste para usted esa magia del Poder?

En la sensación de que se puede hacer todo. Que quien tiene el poder tiene todo, el destino y la vida (dueño de vidas y haciendas, se decía antes).

Llevemos esta reflexión más lejos, si usted quiere.¿Significa que en nuestros países la democracia es o era una utopía? ¿Por qué no servían de nada las instituciones democráticas?

Porque no tenían bases. No teníamos instituciones propias de América Latina, instituciones que pudieran funcionar sin la corona española. Es un caso muy distinto a las colonias inglesas del Norte. Los ingleses con su tradición de parlamentarismo, de consulta, trasladaron eso a sus colonias americanas. Establecieron elecciones populares, consejos elegidos directa y popularmente, derechos de los ciudadanos, libertades públicas…
Nosotros no, no teníamos instituciones propias. Todo venía de fuera. Las leyes eran dictadas por la Corona. Gobernaba el Rey, los ministros del rey a quienes nunca vimos. Solo veíamos aun Gobernador que legaba revestido de autoridad… de manera que cuando nos quitan ese aparato ortopédico que nos mantenía de pie, nos caemos, no podemos caminar. Y en ese momento, con la mejor buena fe del mundo, los hombres de la independencia, que se habían formado ideológicamente a la luz del siglo XVIII, del racionalismo y del enciclopedismo, dicen: vamos a crear una república. Y, ¿qué república vamos a hacer? La más moderna, la más avanzada y toman el modelo de la república americana y la francesa.

Y no resultan

No podían dar resultado, pues no había ningún antecedente que lo permitiera, no había una estructura nacional, ni una estructura social, ni siquiera una vida nacional. Se cae entonces en el caos, en la anarquía, porque imagínese usted, esas repúblicas ideales no podían funcionar. Bolivar fue el primero en darse cuenta. Se burlan de eso, decía: “aquellas repúblicas ideales que inventaron nuestros legisladores sin ninguna base de realidad”. Como eso no podía marchar, de esas insurrecciones, de esos alzamientos, de esa guerra continua salen los caudillos.

Una intervención típicamente latinoamericana

Típicamente.

Y el caudillo, según usted no es simplemente un déspota sino un hombre que tiene la sensación de cumplir una misión, de ser la necesidad de un momento.

Sí, es la imagen del Pater-familia. Tiene la idea de que hay que levantar estos muchachos, enseñarlos a ser hombres. Piensa que está haciendo el bien. Yo creo que Rosas no pensaba que estaba acabando con la Argentina. A diferencia de Trujillo, que no era un caudillo (por eso insisto en la diferencia entre caudillo y dictador). Los caudillos no son muchos. Rosas era un caudillo, Páez, Porfirio Díaz, el mismo Pacho Villa lo eran. En cambio Trujillo, como el dictador Machado de Cuba, es un señor que pudo tomar el poder y lo ejerció de la manera más cínica.

Pero un caudillo como Gómez se sostiene en el poder mediante la fuerza. Centenares de exiliados, de presos… los famosos grillos de las cárceles de Gómez.

Los grillos, entre paréntesis, existieron toda la vida. Los grillos son españoles, son medievales. Es una forma de prisión que existió hasta ayer. Para Gómez, como para el resto de los caudillos, los hombres estaban divididos en buenos y malos. Buenos eran los que estaban de acuerdo con él, los que comprendían lo que estaba haciendo. Malos los que entorpecían o querían deshacer su trabajo. A los buenos había que premiarlos ya los malos castigarlos. Algo bastante elemental… yo no estoy de haciendo la apología de Gómez; mi libro (“Oficio de Difuntos”) tampoco es una apología. Personalmente nunca he sido amigo de la dictadura. Jamás he estado con ninguna de las dictaduras que me ha tocado vivir en Venezuela. Yo lo que creo, Plinio, es que es tiempo de que tratemos de ver nuestra historia objetivamente, ver a Gómez como los franceses ven a Luis XI o como los rusos ven a Iván el Terrible. Eso fue parte de su vida. De allí vienen. Interesa resolver el pleito que tenemos con nuestra historia. Debemos verla objetivamente, ahora que la posibilidad del caudillismo está negada.

Pero… ¿y el auge de las dictaduras hoy en día? Nuestros países han cambiado. Su sociedad es más compleja que la que usted describe en su libro. Sus relaciones económicas son más modernas, existen grandes ciudades, clases medias desarrolladas. El esquema es otro. Y no obstante, de nuevo, como un fenómeno recurrente, aparecen las dictaduras… ¿Cómo explicarlo?

Yo creo que en gran parte a eso que decía antes, no hemos logrado crear instituciones democráticas, tenemos una democracia que la mayoría de las veces es formal, pero no en el sentido de los marxistas. Es formal porque es aparencial, no responde a un mecanismo viviente y orgánico. La democracia funciona muy defectuosamente en toda América Latina. Entonces el remedio para toda democracia que marcha defectuosamente es la dictadura. Pero estas dictaduras modernas no tienen mucho que ver con el fenómeno caudillista. El dictador que tenemos hoy en día es un militar profesional, que viene de una institución establecida-ejercito- y a la luz de una situación crítica o caótica toma el poder.

La instituciones no encajan con una situación social, ¿es eso?

Sí, yo reo que las instituciones no han tenido en América Latina ni la capacidad, ni la visión, ni la sinceridad, ni la virtud para crear mecanismos necesarios para renovarse. Siguen siendo cosas superpuestas, artificiales, que están sobre una realidad social que no termina de encajar.

¿ No le parece extraño el hombre lationoamericano? Hay en el un deseo de libertad muy grande, pero no logra consolidar la democracia.


El latinoamericano es un hombre apasionado por la libertad, la ha tenido tampoco y la desea tanto… yo creo que ese deseo de libertad determina que regrese a las formas liberales. Pero se vuelve a incurrir en instituciones que no operan, en una democracia que no rinde un beneficio social, la sociedad se va impregnando de tensiones, se va envenenando. Una huelga general en Francia puede ser pacifica. En América Latina es motivo de motín. Por eso, porque los mecanismos de Estado no funcionan.

REVISTA HOMBRE DE MUNDO. Año 2, No 10, 1977.

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