Buenas tardes, distinguido auditorio.
Una tarde de noviembre recibí un mensaje de “Wasap” de mi amigo de larga data, Marcial Báez, en el que me decía: “Nelson, mamá y yo queremos hablar contigo”; esa fue una petición imposible de soslayar.
Me apersoné a su residencia la tarde del día siguiente. A la hora acordada ya me esperaban en su galería. Luego de los saludos protocolares, Marcial se retira a la sala, tras pedir disculpas, regresando inmediatamente con una bolsa en su mano derecha, de la cual extrae el libro y entregándomelo me dice: “mira Nelson, mamá y yo queremos que tú hagas la presentaciónde nuestro libro”.
Wao!!, que honor y que distinción tan especial me han conferido, no solo por tratarse de la puesta en circulación de un nuevo libro de poemas, lo cual manifiesta la gestión de conocimiento en el ámbito literario, sino, fundamentalmente, por el hecho principal de ser de la autoría de madre e hijo.
No conozco antecedente alguno en San Cristóbal, que supere este hecho, en el que progenitores y descendientes realicen la misma actividad literaria.
En la literatura universal si encontramos múltiples ejemplos: En Francia, por ejemplo, a mediados del siglo 19 Alejandro Dumas escribió las muy conocidas obras “Los Tres Mosqueteros” y “El Conde de Montecristo; pero su hijo, también con el mismo nombre, escribió “La Dama de las Camelias”.
Lo mismo ocurrió con el inmenso Jorge Luis Borges y su padre Jorge Guillermo Borges Haslam, quien, siendo abogado, antes de la primera guerra mundial escribió algunas novelas y poesías sin mayor alcance que su entorno, cualidad que heredó el hijo, con la diferencia de que su obra alcanzó dimensión universal, que ha trascendido su espacio y tiempo.
Hay múltiples ejemplos similares: el inglés Charles Dickens, hijo y padre con el mismo nombre e igual ejercicio literario; el brasileño Jorge Amado, autor de “Doña Flor y sus dos Maridos” y sus hijos Paloma y Joao Amado; el británico Herbert Wells y su hija Rebeca Wells, además de un largo etcétera.
Los intelectuales sancristoberos, Tulio Cestero y Osvaldo Bazil, ambos estuvieron unidos por la producción literaria y el ejercicio diplomático, pero eran medio-hermanos y no descendiente uno del otro; y no tuvieron sucesores que siguieran sus pasos. Zacarías Espinal, padre del movimiento literario conocido como “Vedrinismo” y tío de nuestro querido Tomas Espinal, no tuvo descendientes que emprendieran ese mismo camino.
Diógenes Valdez, Premio Nacional de literatura en el 2005 y varias veces Premio Nacional en novela, no tuvo descendientes que explorasen esas calzadas de la expresión estética.
Tampoco lo tuvieron Sócrates Barinas, Blanca Kais Barinas, José Jaar ni otros tantos poetas y escritores locales del pasado siglo XX.
Pero aquí no vinimos a hablar de padres e hijos escritores o poetas. Hemos venido a ser testigo de la entrega a la sociedad de un nuevo libro de poesía, que como ya indiqué, ha sido escrito por Marcial Báez y su madre Servantina Cabrera; ambos unidos no solo por la sangre, sino, también, por pasiones similares, tales como la pintura, la artesanía, la poesía y, sobre todo, la solidaridad humana.
Ese libro que hoy nos entregan se titula “Mixtura: poemas en el tiempo”, una especie de canasta imaginaria de sentimientos diversos, envueltos en una estética poética impresionante.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, Mixtura es “Mezcla, juntura o incorporación de varias cosas” y este libro es eso, una mezcla de sentimientos, pasiones escondidas, manifestación de solidaridad, denuncia y, sobre todo, declaración de amor simple y puro.
Mixtura es un océano de decires y emociones, expresado en unos versos quizás sencillos, pero que no por ello, esconden la profundidad de lo que enuncian. Es un libro integrado por cuatro partes, tituladas como sigue: a)- “Mixtura”, con 41 poemas; b)- “Poesías Anejas”, que contiene 21 poemas; c)- “Poesías Eróticas” con nueve poemas y, d)- la última parte, escrita por doña Servantina, titulada “Poesías de Chevín”, conformada por 17 poemas, escritos entre los finales de los años 50 y 1970.
Entre sus páginas, los versos contenidos en este libro se deslizan como una flecha veloz, que traspasa el tiempo, surcando el imaginario, tal cual lo hacen las notas musicales de una sinfonía, que penden vibrantes en los hilos del pentagrama.
En mixtura encuentran cabida el amor y el desamor; la felicidad y la rabia; la desesperanza y la esperanza; el país y el universo; en fin, mixtura es la expresión de la unidad en la diversidad.
Todo lo anterior se muestra en diversos poemas. Por ejemplo, en el poema “Un Pueblo en Lienzos Triste”, Marcial esconde en las palabas evidentes, la exquisitez sublime del amor cuando dice:
A la llegada de unos vellos,
donde todo era poblado,
al resurgir
plantas en un virgen prado.
Prosas se pierden
en un eco desmayado,
que hombres han
venido hilvanando,
a través de los
siglos descarnados.
Frío en el
terruño, donde habitan los olvidados.
Un revolotear de
alas en blancas palomas.
Las puertas están
abiertas
para los que
abandonan sin pensar,
si aún los pezones
están bien cargados…
El sentimiento de la denuncia social y el ejercicio de la solidaridad ante la situación de nuestro país vecino, quedan expresados en el poema “Haití: el dolor crucificado”, cuando unos versos nos anuncian la tragedia vivida allá, diciendo:
siempre triste y
olvidada,
un drama dantesco,
a la espera de justicia,
de una vida más
digna, donde el equilibrio burlón
se estacione
sempiterno en cada puerta,
que no exista la
marginalidad,
que el hambre sea
erradicada.
Pero en Mixtura encontramos también la expresión de amor, reflejada en varios poemas, uno de los cuales, titulado “Te Confieso”, dice:
Te confieso ladrón de corazones
que adrede o
inconsciente
has logrado estar
en todos mis pensamientos.
Preciso saber si…
¿Es real la
felicidad que estoy viviendo?
¿Tú tienes la
respuesta,
o es basado en una
ilusión del momento
lo que por ti
estoy sintiendo?
Tú tienes la
respuesta,
cualquiera que
sea, positiva o negativa,
Te doy las gracias
por soportar esta
insolencia
Y así vamos recorriendo cada página de “Mixtura”, encontrando en cada paso imaginario, un mar de decires variopinto, que se revolotean en nuestro interior cual cresta de olas, invitándonos a surfear en su interior.
El último tramo del recorrido dentro del camino de “Mixtura”, corresponde a los poemas de la madre de Marcial, doña Servantina Cabrera, cuyo nombre, aunque se escribe con S, nos permite recordar a quien ha sido considerado, a través de todos los tiempos, como el más grande escritor de la literatura española: Cervantes.
Y es que Servantina, con sus poemas publicados aquí, escritos hace varios años atrás, y en medio de circunstancias particularmente especiales: madre soltera, sin apoyo, que tuvo que labrar a vida con sus dedos, para salir adelantes con su hijo; nos hace recordar la grandeza de Cervantes y de otros escritores a los que, en contrario, la bonanza cubrió su camino.
En sus poemas, doña Servantina nos muestra la pureza de su amor a su hijo. La generalidad de su poesía así nos lo indica; pero también encontramos la desilusión por el amor perdido, lo que se evidencia en los siguientes versos de los poemas “A mi hijo” e “Injusticia”.
A Mi hijo (Fragmento).
Ya tengo un hijo
al que mimo y
quiero
con el más
entrañable amor
al que le canto
las más lindas
canciones de cuna
y e enseño a rezar
mi más devota
oración.
Injustica (Frgamento)
Vivirá en mi tu
recuerdo
el recuerdo de tu
vana ilusión
que despertando un
día te alejas
sin buscar una
razón
en mí nunca
existirá el rencor
solo predomina en
mi alma
eso que llaman perdón.
Distinguido público presente, les invito a navegar en este inmenso océano de sentimientos, contenido en “Mixtura: Poemas en el tiempo”.
Muchas gracias.
Jueves 19 diciembre de 2024.