domingo, 9 de agosto de 2015

EL CACAOTAL


Por: Agustín Perozo Barinas


Un cacaotal centenario en nuestra Quisqueya está repleto de relatos. De noche pululan dos tipos de cocuyos; únicas luces naturales en las noches nubladas, sin estrellas y sin luna. Coros de grillos y cigarras disputan al silencio el tenue susurro del céfiro nocturno agitando en danza los ramajes.

Comentan que cerca del río ‘sale la cigüapa’. Que en el mango al lado del camino ‘aparece un ajusticiado’. Y que en luna llena, las yagüas iluminadas que cuelgan de las palmas, ‘son muertos acechando...’

Durante el día se siente el aire húmedo en las extensas arcadas formadas por árboles de cacao y sus rugosas ramas de color castaño muy oscuro, casi ennegrecidas, que concluyen en hojas lisas de textura crujiente. Vibrantes rayos solares atraviesan estos frondosos arcos mostrándose como pinceladas etéreas de luz.

En este enclave arbolado sobrecoge una atmósfera mística de silencio y soledad. No una quietud angustiosa. Un canturreo de escurridizos pájaros autóctonos distraen el pensamiento...

Cautivan al visitante los majestuosos amapolos, los javillas espinosas y los enhiestos yagrumos con las hojas cenicientas, que al asomo de la lluvia despliegan su envés blancuzco. Bajo la sombra de esos gigantes arbóreos proliferan lianas y arbustos urticantes, como el fogaraté y la pringamosa. Es un dominio de avispas, culebras y lagartos.

Siempre hay inquietas brisas atrapadas allí, por donde un apagado y monótono golpeteo de agua sugiere que un afluente debe estar cerca.

Las rendidas hojas del cacaotal forman una alfombra pardusca, de diferentes ocres y formas, que amortigua todo paso en este exuberante contorno tropical, agregando mayor capa vegetal a los suelos, preservándolos. Cada mayo rebosarán sus troncos con innúmeras florecillas blanquecinas junto a cientos de mazorcas verdes, fucsias, naranjas o amarillas.

Cacáhuatl, cacao; algún día tus granos serán delicioso chocolate, enlazados al amor...


DOMINICANISMO / Freddy Beras Goico



Usted también podrá hacerse su propia teoría de porque somos como somos.

Tal vez el poco acceso a una educación más definida e integral nos ha hecho permanecer con un grado más amplio de autenticidad. O quizás porque las costumbres nuestras son más cómodas y fáciles de llevar y aplicar, nos mantenemos anclados a norma sy actitudes con las que no queremos ni pretendemos romper relaciones.

Espontáneamente gentil y servicial, oceánicamente abierto, y sinceramente generoso, así es la mayoría de nuestro pueblo, devoto y fervoroso de sus creencias religiosas.

Bastante alejado aun de la malicia con que hay que convivir en las grandes urbes, el dominicano promedio es bueno.

Aficionado con pasión a los deportes, sobre todo al beisbol, a las peleas de gallo, a las carreras de caballos y a la Lotería, y amante de un merengue que, más que en los oídos, parece vivir en su misma sangre.

Como la mayoría de los pueblos de América, hemos estado sometidos a una serie de avatares y circunstancias que podrían haber cambiado regularmente nuestro comportamiento, pero prevalece lo ancestral y nuestra actitud en términos generales, es todavía inherente a la colonización y desarrollo de la etnia.

Ante el acoso, comulgan ambos genes, y aunque la relación puede ser brusca, prevalece el gesto de asombro, la pregunta muda del porque, la aceptación sumisa o la incredulidad.

Cualquier cosa puede olvidar quien nos visita menos el temperamento dominicano.
Y como la parte más visible y hermosa de ese temperamento, la presencia y la belleza de la mujer criolla, donde comulga la mezcla racial euroafricana que la hace apacible y explosiva, serena y ardiente, intima, cálida, y maternal.

La risa, tan estrepitosa como la música criolla, es capaz de surgir libre aun desde el más solemne momento. La frase repentista es irrefrenable muestra de tipicidad.

La generosidad, aun acosta del sacrificio, es capaz de entregar a otro  empapado en lágrimas emocionadas, los únicos pesos conseguido para e suscrito.

Lo servicial, que o contempla riegos, puede ir desde ayudar a cambiar un neumático en una carretera solitaria, hasta acompaña a un niño perdido a algún destacamento policial, muchas veces con ropa que pertenece a uno de los propios hijos.

En pocos lugares del mundo se pregunta dónde queda tal calle o tal sitio y, quizá por la impotencia de explicarte claramente la ruta, te levan y te acompañan para complacerte.

El dominicano  es bueno en la medida en que a  circunstancias lo exigen. Y lo demuestra. Y es orgullo pregonarlo. Y es un deber exhibirlo. Y es un compromiso enseñarlo.

La solidaridad se hace más latente entre lo más necesitados, y surge como grito ante la propia vivencia como si quisiera ser ejemplo o mensaje directo frente a quienes pueden y no se dan.

La solidaridad se hace más latente entre los más necesitados, y surge como un grito ante la propi vivencia como si quisiera ser ejemplo o mensaje directo frente a quienes pueden y no se dan.

En los barrios, el hambre es circunstancial, generalizada y compartida. El plato de sopa caliente para la vecina que está enferma y vive sola, no falta nunca. El pantalón usado y la camisa para el pobre muchacho con problemas mentales y sin padre, aparece. Los zapatos aun en buen estado para el niño que tuvo la joven el barrio, siempre legan.

 Y así, el dinero del transporte para el amigo que lleva su niño a hospital infantil; el atiemposo plato de comida, que los dominicano lamamos bocaíto (bocadito); un rincón en el zaguán o en la sala de la c asa para el transeúnte no se moje mientras llueve, el café caliente y otros mil hilos mágicos embadurnados de espontaneidad; mantienen comunicación directa desde el instinto hasta el corazón.

El dominicano es limpio por dentro y por fuera.

Autentico patrimonio de todos es la gente. Quizá más buena de la cuenta, pero buena. Quizá más sana de lo que debiera, pero sana. Quizá más generosa que sus posibilidades, pero generosa. Quizá menos educada que otra, pero autentica.

Salga por las calles y las esquinas, por los callejones y cuarterías, por os multifamiliares y cuartuchos alquilados.

Ahí vera a la gente como es.

Pudiera pensarse que se encasilla un tipo de dominicano desde el aspecto socio-económico. Sin embargo, la misma condición acompaña a los criollos más destacados en el mundo.

Los colores patrios son revividos constantemente por la principalía de científicos, modistos, médicos, deportistas y representantes en diferentes aéreas, que nunca olvidan su condición autentica de dominicanos.

El llamado dominicano ausente esta tan presente como los presentes en la actividad económica y social del país, y Dominicana se enorgullece de ellos y ellos de su patria. Ellos, como todos, pelean con cualquiera por su sueño y su gente.

Instituciones benéficas, auténticos y benditos suplentes de las carencias, se nutren de grupos de damas y caballeros de posición económica estable, pero con la preocupación aflorada en la generosidad constante.

Dominicana, el país del amor eterno, acoge a todos los que vengan  sanamente en busca de lo que hemos sabido dar siempre: hospitalidad.

DOMINICANA / SENSACIONES Y COLORES DE LA REPUBLICA DOMINICANA. Amber Publishing House. Editores: Lorenzo Martinego y Ellis Peres. 1995.

UN NUEVO ESTILO EN LAS ARTES PICTOGRÁFICAS: MARCIAL BAEZ



Por Santo Domingo de Guzmán

La pintura y el arte taíno ya tienen su más fiel representante en el pincel del artista plástico Marcial Báez.

El arista se ha interesado especialmente en las pictografías encontradas en las Cuevas del Pomier, rescatando toda una gama del arte pictográfico dejado por nuestros primeros habitantes en el complejo de cuevas ya señalado.

Es a partir de entonces cuando el artista se sumerge en un nuevo mundo de descubrimiento que lo leva  crear un nuevo estilo, dando color a la serie de figuritas creadas por los artistas aborígenes.

 La idea del artista es llevar el arte taíno a los diferentes objetos usados en la vida cotidiana de forma que las figuritas ya con color puedan ser vistas, no solamente en una pared, tal y como la dejaron aborígenes, sino también  en una vasija, en una corbata, en un mantel, etc.

Es lo que ha dado al arte de Marcial Báez una forma diferente de ver las artes plásticas, dejando en el espectador una idea de las costumbres autóctonas de nuestros primeros habitantes.

Y es el estilo sencillo y ameno de este arte que ha llevado al artista a playas extranjeras a exponer su obra, el que de acuerdo a sus palabras ha impresionado de manera satisfactoria a los amantes de este tipo de arte en países como Italia, Inglaterra, España, entre otros.

Marcial Báez no solo descubre el arte pictográfico para llevarlo al arte moderno, sino que se preocupa por otras aéreas de la pintura como son la creación de dibujos a partir de las aves endémicas dominicanas, lo que dice, lo que dice le satisface en gran manera.

El artista no solo siente admiración por artistas clásicos, quienes dice han dejado su impronta en las grandes obras de arte que hoy se exhiben en los grandes museos del mundo, sino que dice sentir admiración por artistas locales, como es le caso de Ramón Oviedo, entre otras figuras de las artes plásticas nacionales y locales.

El destacado artista plástico dice sentir el mismo amor por toda y cada una de sus obras, así como un pare siente amor por cada uno de sus hijos y los ama individual y colectivamente a la vez sin preferir alguno de lelos.

Sostiene que lo importante para triunfar en la vida en cualquier empresa, es el esfuerzo y la calidad del arte, además de la temática aduciendo que el artista debe cuidar especialmente esa pare para poder mantener al público interesado en su trabajo.

Dice que el artista plástico, es diferente a otras áreas de las artes, tiene que estar involucrado con la gente, con la naturaleza, con lo que expresa su obra, razón por la cual debe estar mezclado con esas expresiones y al margen del boato y la opulencia.

Marcial Báez fue entrevistado en su residencia del municipio de San Cristóbal, donde surgió por la conservación de las cuevas del Pomier, así como toda expresión de la cultura aborigen del país.