martes, 10 de junio de 2025

EL OLOR DEL RECUERDO / Félix Matos Acevedo.



Prólogo

Las Memorias, son intermitentes. Las Memorias, por ratos, son olvidadizas. También las intermitencias del sueño, sostienen los días de trabajo.

Mis memorias se han desdibujado al evocarlas. Se han convertido en polvo, como un cristal herido.

El Memorialista investiga, recoge y puede que viva menos que el poeta, pero tiene fotografía del pasado y nos recrea con la pulcritud de los detalles.

Félix María Matos Acevedo es memorialista, investigador, trabajador y salpica cual poeta, los pasajes de este libro, dedicado a recoger las vivencias del CRUCE. La obra llena cualquier vacío.

Los provincianos y los que no, se emocionarían y, sin darse cuenta, erizaran sus vellos de mamíferos, al gozar y/o disfrutar esta obra para la que su autor me eligió para prologarla. Cuanto honor.

El ser humano soporta sobre los hombros una columna invisible de aire de una tonelada de peso, pero la presión de este es ejercida en todas direcciones, lo que explica que no notemos lo que soportamos.

El honor que siento es como el aire que soporto, no tiene peso, pero lo siento. Me da vida y orgullo, no del vano, pero es bueno no sentirlo para no convertirlo en vanidad. Eso es precisamente lo que pienso, le sucede al autor de la obra. Sintió una tonelada de amor por sus raíces. La obra está vacía de vanidad, de inmodestias, es real, no miente. Tiene poesía poema, investigación, narrativa, memorias... y aire.

Erizará, principalmente, a los compueblanos del autor Todos lo mediremos en su justa dimensión. Y no lo prestarán y lo colocarán en el sitio más alto de su libroteca y lo leerán una y otra vez porque da "seguidilla" y le da una "cadeneta" de amor, dedicadas a un lugar conocido como el Cruce y provincianos de la Ciudadela.

SACUL ZAID.

Prólogo

Cuando hemos tenido la oportunidad de compartir, a través de los años, reflexiones sobre ideas y temas positivos con un hermano y amigo, como lo es para mí, Félix Matos Acevedo, se nos hace difícil escribir sobre su tercer esfuerzo literario "El Olor del Recuerdo", sin llegar a herir sentimientos o enaltecerlos, si la obra tiene o no la calidad merecida para ponerla a la consideración del lector; pero siendo justo, bien vale la pena tengamos a mano, y así también podemos rendirle tributo a toda esa gente que, viviendo en zonas rurales, hace de sus comunidades y de su gente una historia para ser leída.

Existen en nuestro entorno, personas con cualidades que van más allá de las adquiridas en su proceso de crecimiento y como tales sus inquietudes, al servicio de los demás, se van reflejando en cada uno de sus movimientos expresivos y es que entra a formar parte de este círculo, por cierto, muy limitado.

En el transcurrir del tiempo, el hombre ha ido escribiendo la historia, momentos trascendentes que influirán de generación en generación y cuyos conocimientos serán importantes para el desarrollo de los pueblos, tomándola como guía en la determinación de estrategias positivas o negativas y de las personalidades que influyeron para que fuera escrita.

Hacer trascender un lugar mediante la mención de sus personajes y acontecimientos más destacados en sus inicios con la palabra llana y sincera de su relator no es, para Félix Matos Acevedo, pretender atribuirse actitudes literarias de gran historiador, sino hacer un homenaje a sus raíces y, muy especialmente, a aquellos seres que le dieron origen moldeando su personalidad, haciendo de su familia un ejemplo a seguir y colocando a su pequeño pueblo en un lugar en la historia con esta su tercera obra literaria.

La cotidianidad nos refleja de cuerpo entero, desde el disfrute de la música típica (Perico "Ripiao"), siguiendo con los boleros y tradiciones como la serenata, el "besamanos", la huida de los enamorados, así como los prostíbulos, el terrateniente, el hombre de bien, el amor, el progreso, la dictadura, el vaca, las brujas, los fantasmas, los azabaches que, sin proponérselo van construyendo un mini "macondo" en esta parte del Caribe Norte, como avances de películas que nos hacen rememorar situaciones de tristeza, humor, alegría y sobre todo la esperanza de que se puede mantener ese espíritu de entrega.

Félix Matos Acevedo nos invita a formar parte de este homenaje familiar, deteniéndonos sobremanera en el simbolismo escritural con los que enuncia a los personajes protagónicos de su particular narración, la idea prima en la valoración de los ejemplos y consejos recibidos en su crecimiento personal, haciéndolos palpables en su sociedad a través de su sensible entrega como ciudadano, como padre de familia y como profesional.

MARCIAL BÁEZ.



FÉLIX MATOS ACEVEDO

Nació en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana, en el 1952. Estudió Derecho en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y en la Universidad Central del Este (UCE), ha participado en cursos impartidos por el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para el tratamiento del delincuente (ILANUD), para lo cual se ha trasladado en varias ocasiones al país de Costa Rica; se ha especializado en distintas áreas de la investigación y aplicación de Justicia Penal, programados por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica. 

Desde 1982, desarrolló la Carrera Judicial, en la actualidad es Juez emérito luego de haber pertenecido al Poder Judicial por 40 años. 

OTRAS OBRAS DE SU AUTORĺA

Tiene varios trabajos inéditos como son: "Nuevo Proceso Penal Anotado", "Un Cruce por la Vida", "Un Héroe del Cruce". La primera, es una obra de procedimiento penal; las demás, incluyendo la que se presenta, son intentos de narrativa en sentido general, pues en ellas se puede apreciar la exposición, nudo y desenlace necesarios para catalogarlos como parte de un género tan difícil. 

lunes, 9 de junio de 2025

EL TIRANO DEL PRADO. La novela de la historia / Leonel Martínez.



Antes del comienzo

Empecé a edificar El tirano del Prado como una casa modesta de tablas de palma. Al principio, las imágenes de los acontecimientos acaecidos eran la única materia prima. Pero me encontré con la dificultad de que, para fijar las tablas a los puntales de madera, necesitaba clavos, es decir, palabras.

Cuando terminé el entablado documental de mi rancho, lo teché de canas, sin saber que en la lengua arahuaca «cana» significa palabra. Finalmente, en la parte frontal de mi casita, sembré algunas flores, porque estas, como la poesía, suelen embellecer el entorno. Es notorio que en literatura no puedo comunicar solo con imágenes, que los vocablos son fundamentales para unir los materiales con los que se construye cualquier obra.

El tirano del Prado, mi casa de tablas de palma se levanta a partir de dos planos: 1-Histórico, y 2-Literario. En el primero, los historiadores, quienes me suministraron materia prima: José Gabriel García, Emilio Rodríguez Demorizi, Víctor Garrido, Ramón Lugo Lovatón, Jean Price Mars, y Frank Moya Pons, entre otros. En el segundo, aquellos escritores que me proveyeron de materia creativa: Honoré de Balzac, con su obra Papá Goriot, León Tolstoi: Guerra y paz, Leopoldo Alas -Clarin- La Regenta, Victor Hugo: Los miserables, y Stefan Zweig: Fouché, el genio tenebroso. Todos ellos influye-ron en mi pensamiento para yo entablar la obra.

Reconozco y agradezco profundamente al Archivo General de la Nación y a las bibliotecas públicas y particulares, que me brindaron el soporte bibliográfico para erigir esta novela. Mi deseo sincero es: que no mueran las imágenes ni las palabras. Más los lectores tienen la libertad de olvidar, si es que pesan mucho las palabras de la novela, y de recordar algunos de sus cuadros visuales, que no corren el riesgo de las palabras, que fácilmente se las lleva el viento.

Otros podrán filmar la película, la telenovela o el documental de la historia; así los hechos no serán batidos por la brisa de la memoria. Porque bastará con tener un celular en las manos, para que aparezcan las escenas dolorosas y/o alegres del pasado, que jamás se borrarán. Y si algo no se olvida, permanece para siempre. Se podrá decir entonces con expresiones de novela: la historia dominicana vive.

He edificado el texto narrativo con los principales acontecimientos de los primeros veinte años de vida de República Dominicana (1844-1864). Este tramo del pasado es esencial en nuestro devenir. pues al decir de Alexis Tocqueville, en su libro La democracia en América: «Es básico conocer el punto de partida de una nación, para poder entender sus costumbres, hábitos, causas de sus prejuicios y de sus pasiones... La influencia ejercida por el punto de partida tiene una importancia extraordinaria sobre el porvenir de los estados».

En otro orden, inspiraron mi novela, los versos de los poetas dominicanos Franklin Mieses Burgos y Manuel del Cabral. Franklin, al decir: «El machete no es solo en nuestras duras manos un hierro de labranza para cavar la tierra pequeña del conuco/sino que muchas veces se ha convertido en pluma para escribir la historia». Y Manuel, cuando afirma: «Pero Compadre Mon, tú tal vez no presentiste que yo picaría sobre tu sepulcro/. Mi oficio ha sido ese/desenterrar un poco de la Patria». Y así sucedió. Con el machete convertido en teclado pude -como sepulturero- desenterrar los gloriosos huesos olvidados de la patria, para que las imágenes de sus excelsas acciones no se las lleven los vientos, aunque soplen desde El Prado, nombre propio del espacio geográfico donde transcurre gran parte de las acciones, y en cuya grafía hemos suprimido el artículo El del lenguaje formal, por Del Prado, procurando un estilo más coloquial.

La verdad en la historia dominicana se percibe como ficción, porque es difícil entender que los acontecimientos sean ciertos. Uno se niega a creer que una mujer como María Trinidad Sánchez, pueda ser fusilada el día del primer aniversario de la Independencia. ¡Eso es mentiral, exclamaría alguien.

Como también pudieron morir en el paredón otros héroes. Por eso, ante lo acontecido, nace la sensación de que las acciones son falsas, de que los episodios son novelas. O una simple recreación del pensamiento. Y en el mejor de los casos, mitología y nada más.

No obstante, esos sucesos sorprendentes fueron reales, existieron. A esos hechos llamo: «La novela de la Historia».

Así es la vida, una extraña mezcla de sentimientos y contingencias, en la que no se logra apreciar cabalmente, si lo vivido es una novela o si la novela es lo vivido. La historia, como la gran suma de lo existencial, es igualmente de esa forma.

Es evidente que casi todas las historias de los pueblos de la región, aunque sus hechos son diferentes, tienen puntos convergentes. Quizás porque los humanos conformamos un único modelo de comportamiento muy semejante, aunque cambien los tiempos. Los tiranos que gobernaron en muchos países latinoamericanos parecen ramas del mismo árbol que caracteriza el caudiIlismo y la carencia de instituciones sólidas.

Nuestra historia, convertida en novela, tiene valor universal.

Por lo tanto, cuando se escribe «dominicano se puede leer latinoamericano, y en una visión más amplia, «humano». En ese sentido ya lo expresó el genio de Honoré de Balzac: «Parece que la historia de todos los hombres no será más que una novela».

El tirano del Prado más que la historia hecha novela, es la novela hecha de la historia. Una inquietante chispa que despierta en nuestro interior, las ansias de conocer los detalles y secretos del pasado que otros se han callado.

RAMÓN MESA/ Editor.

El drama y la profundidad con que el autor narra hechos como el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, Antonio Duvergé y Francisco del Rosario Sánchez, eleva la historia a nivel de las grandes epopeyas. La ficción le permite a Leonel Martínez vislumbrar dos caras de una misma moneda: Pedro Santana. El tirano del Prado es una novela en la que se pone de relieve no solo a un gran conocedor de la historia patria, sino también, a un narrador de fuste, que la crítica habrá de ponderar en su justa dimensión.



LEONEL MARTĺNEZ

El autor es oriundo de la comunidad de Sainaguá, San Cristóbal, República Dominicana. Doctor en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, (UASD). Ha estado ligado por más de 50 años al movimiento clubístico y cultural desde la Fundación Sol Naciente. A comienzo de los años 80 se desempeñó como profesor del Colegio Max Henríquez Ureña de San Cristóbal, en materias como: Historia Universal, Historia de América e Historia Dominicana. Desarrolló funciones en el Servicio Exterior como cónsul de República Dominicana en Cabo Haitiano, Haití. 

También ha sido docente de la Universidad Central del Este (UCE) y trabajó en el Departamento de Educación Permanente de la Universidad de la Tercera Edad (UTE). Ha ejercido el periodismo de manera empírica y en ese ámbito ha publicado centenares de artículos en medios impresos y digitales. En la comunicación radial ha participado en el programa La Opción de la Mañana, del Grupo Tele-micro. Trabajó en la revista Rumbo, y fue director del componente de comunicación del Programa de Apoyo a la Reforma y Modernización del Estado (PARME), un proyecto de la Unión Europa y el Gobierno Dominicano. Sus amigos más cercanos lo definen como un Filósofo de la Cotidianidad, por sus capacidades de explicar en profundidad detalles del diario vivir. Ha sido colaborador del programa televisivo, Objetivo 5, del periodista Geraldino González, para el cual produjo por más de 9 años Cápsulas Culturales. Se ha desempeñado como conferencista y charlista en diversas instituciones. Es autor de los libros Personajes universales y Escritores en extremo (2018). Productor del programa de You Tube, "Aprendiendo con el Dr. Leonel Martínez". 

EL TIRANO DEL PRADO/ Leonel Martínez. FLAM Editores. 311 páginas. Contactos:809-703-3812/ 809-961-6513/809-863-7034. flameditores @gmail.com, ysabelflorentinoromero@gmail.com, ramonmesaeditor@gmail.com.