jueves, 6 de octubre de 2011

ESTA CANCION ESTABA TIRADA POR EL SUELO / FRANKLIN MIESES BURGOS


Franklin Mieses Burgos
(1907 – 1976)

Nació y murió en la ciudad de Santo Domingo. Autor de una breve e intensa producción poética. Resalta por su exactitud a la técnica, su profundo lirismo y conceptos filosóficos de tinte existencial. Mieses Brugos fue uno de los iniciadores del movimiento literario de su país llamado "Poesía Sorprendida". Se determina por el acendrado Surrealismo y por su posición antidictatorial, en este caso, contra el gobierno del dictador Rafael Trujillo. Otros poetas que formaron parte de este grupo otros autores como Freddy Gastón Arce, Aída Cartagena y Gilberto Hernández Ortega, entre otros.

Podemos citar, entre sus múltiples obras poéticas, cronológicamente, las siguientes: Torre de voces (1929 –1936), Trópico íntimo (1930 –1946), Propiedad del recuerdo (1940 – 1942), Clima de eternidad (1944), 12 sonetos y una canción a la rosa (1945 – 1947), Seis cantos para una sola muerte (1947 – 1948), El ángel destruido (1950 –1952) y Al oído de Dios (1954 – 1960). Aquí presentamos un florilegio entresacado de varios de estos libros.

En cuanto a su poesía resumir algunas de las características que se encuentran en su poesía. Escribe al estilo tradicional con la misma facilidad con que escribe de acuerdo a la vena modernista y posmodernista. Al lado de una poesía sumamente elaborada y difícil encontramos poesía de formato popular, extremadamente musical y fácil. Puede seguir los moldes métricos de los antiguos como incurrir en los del momento vanguardista, etc.

Pero lo más admirable es que, bien escriba de una u otra manera, siempre se muestra auténtico en sus metros y temas. Emplea a veces metáforas sorprendentes, hasta llegar a lo audaz. Se nota con frecuencia mucho colorido sensual como substrato de lo onírico y psíquico y surrealista. Pero sobre todo ello, sobresale su apego al trópico: el sol, la vegetación exuberante y el mar. El mar es la marca común de casi todos los poetas isleños. (http://www.los-poetas.com/)



Esta canción estaba tirada por el suelo

Esta canción estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
la hallaron unos hombres que luego me la dieron
porque tuvieron miedo de aprender a cantarla.

Yo entonces ignoraba que también las canciones,
como las hojas muertas caían de los árboles;
no sabia que la luna se enredaba en las ramas
náufragas que sueñan bajo el cristal del agua,
ni que comían los peces pedacitos de estrellas
en el silencio de las noches claras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
que eran todas posibles en la tierra del viento,
en donde la leyenda no es una hierba mala
crecida en sus riberas, sino un árbol de voces
con las cuales dialogan las sombras y las piedras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
cuando aún no era mía
esta canción que estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
pero ahora ya sé de las formas distintas
que preceden al ojo de la carne que mira,
y hasta puedo decir por qué caen de rodillas,
en las ojeras largas que circundan la noche,
las diluidas sombras de los pájaros.

EL PARQUECITO DE LOS VAGOS




AGUSTÍN PEROZO BARINAS.

La llovizna había amainado media hora antes de la hora convenida y Aribáldes, que gustaba de la puntualidad, aseguró cinco pesos en sus bolsillos y tomó la calle. Se dirigió al Parquecito de los Vagos (o Plaza de la Constitución, lindante a la antigua Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús) frente al Ayuntamiento Municipal de la benemérita ciudad de San Cristóbal, en una caminata por la calle Sánchez, desde la Avenida Luperón, donde vivía con sus padres y hermanos. Eran las siete y media de la noche.

Aquel día, jueves treinta de agosto de 1979, había transcurrido como otros tantos de verano en el San Cristóbal “romántico” de entonces. Una persistente y ligera brisa del Sureste refrescó la atmósfera, particularmente calurosa ese mes. Del pavimento parcialmente cubierto con hojas empapadas por la lluvia emanó un olor terroso muy particular que retendría la memoria por toda una vida. Los perros que habitaban en los barrios del pueblo inquietaban con incesantes ladridos. Algo los mortificaba. En su trayecto, Aribáldes recordaba tres serenatas dadas la noche anterior, en un recorrido que inició con cinco amigos y que concluyó con dos, más o menos a la una de la mañana.

El Parquecito de los Vagos, contiguo también al Casino, era un punto de reunión de muchos jóvenes sancristobalenses formados en la década de los setenta. Todo se comentaba bajo la tutela de un busto del Patricio Juan Pablo Duarte en el centro de la pequeña plaza. Se compartían los cigarrillos, las inquietudes del momento, los chismes del día y se organizaban los “serruchos” antes de “romper la taza”.

Desde allí, unos marchaban al Casino, otros a la boite Montecarlo o a la boite La Plaza. Algunos a la terraza del Hotel Constitución o al Intermezzo. Todo dependía del monto del “serrucho” para cubrir el servicio en esos establecimientos. Los más pasivos iban a la heladería o al cine Duarte, ambos frente al Parque Central. Los enamorados del momento, a “hacer su esquina” de rigor. La vellonera del Hotel Constitución atraía con canciones de baladistas y boleristas en volumen prudente, pero había que organizar los exiguos presupuestos disponibles antes de sentarse en esa terraza a disfrutar de unas “frías”.

Se estaba pendiente y se compartía información sobre las fiestas “quinceañeras” de las compueblanas adolescentes. En esos cumpleaños se podía socializar con las muchachas, que casi no salían de sus casas, aparte del colegio o actividades familiares. También era importante asistir, “para dejarse ver”, a la “presentación en sociedad” de las señoritas del pueblo, evento anual que se celebraba en el Casino.

Era conveniente mantener presencia con galantería hidalga que sólo las serenatas y las rosas podían suplir. Se complementaba con “labia diestra”, pues a falta de otras prerrogativas para conquistar las muchachas, se entendía que las féminas se enamoraban por el oído, al menos en ese entonces. Casi todos tenían algo de poeta y algunos su cuota de “loco”, estigma obligado para los bohemios o inadaptados de la época. Y si la personalidad era contestataria se le enganchaba el mote de “comunista”.

Aribáldes llegó siete minutos antes, compró dos mentas “de guardia” y un cigarrillo Montecarlo en la “paletera” ubicada en la acera. Había que “hacer rendir el menudo”. Cuando Demófeles se presentó ya había un grupo de por lo menos trece jóvenes en camaradería, cada quien con una historia para contar. Lo que no se decía, mortificaba el alma.

Demófeles se adueñó aquella noche de la atención del grupo con invenciones. Poseía un curioso talento para narrarlas que se creía lo desarrolló mientras entretenía al grupo en el Parque Piedras Vivas, entretanto se esperaba la salida al mediodía de las estudiantes del Colegio San Rafael, frente a la Iglesia Nuestra Señora de la Consolación. No todo era estudio y deporte, aunque San Cristóbal se caracterizaba por fomentarlos con firmeza y era una comunidad reconocida por ello. También había tiempo para compartir entre amigos.

Los cuchicheos y las carcajadas resultantes en estas nocturnas peñas juveniles en el Parquecito de los Vagos, se escuchaban en todo el entorno, sobre todo alrededor de la glorieta del Parque Central, justo al cruzar la calle Padre Borbón. Ese “otro” parque era visto como una aburrida zona de veteranos y cocheros, excepto cuando la banda municipal de música animaba el ambiente con sus marchas y boleros los jueves y domingos. El tránsito en San Cristóbal era muy bajo en la época. Tal vez no más autos que coches.

Aribáldes se divirtió ese rato con los cuentos de Demófeles y los amigos que acudieron al encuentro. Casi a las diez todos tomaron su rumbo, repartidos en tres pequeños grupos separados. El “paletero” tuvo una buena venta de mentas y cigarrillos sueltos con estos muchachos. La brisa persistente de la tarde aún continuaba. Con preocupación se había informado en los noticiarios sobre un poderoso ciclón que amenazaba las Antillas Mayores, pero que podría mantener una trayectoria al sur de la isla, por el mar Caribe.

Luego de caminar unas cuadras junto a Demófeles y otro amigo por la Avenida Constitución pasando la Gobernación Provincial, Aribáldes se retiró a su hogar en la Avenida Luperón, casi en la cuesta del Castillo del Cerro. Decidió retornar a casa, para variar, atravesando el Parque Radhamés frente al Mercado Municipal. Esa arboleda le sentía bien en la noche, rememorando una tórrida aventurilla en uno de sus bancos. Sin embargo, al cruzar el parque, sintió que el viento ya era distinto a la brisa de la tarde ese día. Era más denso, quizás muy cargado. Caminó con cierta aprehensión por un presentimiento, pero no llegó a inquietarse demasiado.

Ya en la casa, buscó su esquina, tomó su guitarra y reinició la práctica de tres canciones en inglés, idioma que se esforzaba por aprender: “Share the Land”, “Imagine” y “Wild World”. Tenía planes para el día siguiente en el Parquecito de los Vagos, donde fanfarronearía sobre sus avances con esas canciones. En la próxima “domplinada” debía ser el centro de atención. Pero Aribáldes estaba equivocado. Aquel día siguiente, viernes 31 de agosto de 1979 el huracán David entró por la playa de Palenque y asoló, en horas de la tarde, aquel San Cristóbal “romántico” que nunca se recuperó como tal...

Hoy se recorre un San Cristóbal dinámico, una ciudad que se desarrolla buscando responder a los problemas que han surgido por su rápido, y hasta caótico, crecimiento. Aunque no se transformó totalmente con el impacto de aquel destructivo fenómeno, solo bastó un lustro luego del acontecimiento para que diera inicio en firme al nuevo San Cristóbal que se aprecia al presente.

El otro San Cristóbal, antes del huracán David, permanece en la memoria de los que lo vivieron. Muchos de aquellos muchachos emigraron. Otros se quedaron. Algunos regresaron. Pero todos llevan consigo, con nostalgia, esas remembranzas imborrables de lo compartido durante esos años mozos en el Parquecito de los Vagos de San Cristóbal.

NO QUIERO CRECER


Pilar Sordo

Fragmentos

Crecer implicaba decisiones, hacerse responsable, disfrutar de cosas en forma autónoma, sin preguntarle a nadie… Y hoy, justamente, es lo que parece estar en crisis entre los jóvenes.

Adolescentes: Características generales

Es importante hablar de las características generales que podemos encontrar o apreciar en cualquier adolescente, sin considerar las condiciones sociales, ambientales o incluso familiares. El primer punto relevante de mencionar es que los adolescentes se conforman como tal después de pasar por el periodo de la pubertad.

Los cambios corporales, cerebrales u hormonales desembocan también en características psicológicas. Cuáles son estas hoy día: la falta de ganas para hacer cosas; la desidia, la escasa motivación, que hoy va más allá de un tema físico, porque se desprende también un tema más existencial, de poco movimiento o de poco motor, ayudado por factores modernos, como la tecnología, que les entrega a los jóvenes todo listo.

Por eso, yo he llamado a esta la generación off, la que todo lo pretende, la que todo lo apaga, y la que con esa misma rapidez quiere que ocurran las cosas. Son jóvenes impacientes que tienen poca tolerancia a la frustración, escasa disciplina, son pocos rigurosos y no funcionan sobre la base de rigor, fundamentalmente porque tienen padres que les han facilitado cada vez más las cosas; por lo tanto ellos terminan careciendo de un temple firme y sólido. Son adolescentes con escasez de sueños.

Otro tema significativo es lo que yo amo banda ancha, la que apunta a la rapidez con la que las cosas tiene que ser vividas, procesadas, cambiadas. Es dice que hay que cambias de pareja rápidamente cuando se acaba una relación, que se tienen que procesar los dolores cuando se viven.

Los vínculos afectivos están considerados más como sensaciones o sentimientos, que como decisiones. Y muchos de los comportamientos de los adolescentes están basados en conductas más bien instintivas, “animalescas”, ni siquiera emocionales, mucho menos espirituales o con algún sentido.

Otro punto relevante es como esta generación se ha ido separando de los vínculos familiares, sobre todo de los abuelos, de los más viejos.

Si hay menos espacios dentro de la casa, los niños salen a las calles, donde se educan casi por sí solos, con toda la violencia, las drogas y los riesgos que en cada esquina encuentran, producto de la falta de control y de participación de padres ausentes.

Otra de las características de los adolescentes es la facilidad con la cual tienen contacto con los derechos y muy poco con los deberes. Están menos concientes de sus obligaciones.

Nos encontramos frente a niños que se han ido acostumbrado a rechazar el acriño.. Los padres no podemos cansarnos de ser padres; por lo tanto, no podemos cansarnos de abrazarlos, de decirles que lo amamos, de rascarle la espalda, de sentirnos orgullosos de ellos, de sacar el máximo provecho de su talento, de transfórmalos en las mejores personas; de pulirlos y ese pulir duele muchas veces. No puedo ser una madre agradable todo el tiempo; tengo que ser también desagradable en algunas oportunidades.

Mientras más viejos nos volemos terminamos agradeciendo más las cosas que nuestros padres nos dieron y cambiando aquellas que nos hicieron sufrir, por que sin duda fueron un aprendizaje como toda experiencia dolorosa.

Estas son las características generales de los adolescentes: buscar sueños, tener que diseñar un proyecto de vida, poder descubrir a cual condición sexual fueron llamados, si a una condición heterosexual u homosexual. Porque la bisexualidad, como condición, no existe. Es un juego electivo de homosexuales, mayoritariamente no asumidos, o de heterosexuales que están jugando a ambos bandos.

Algo que también llama mucho la atención es el tema del miedo, que hace caer a esta generación en conductas de riesgo. El miedo tiene dos elementos: uno positivo y uno negativo. El positivo es el que me protege y me avisa de los peligros; por lo tanto, me hace no cometerlos de forma innecesaria en pro de un beneficio mayor que es el autocuidado. El miedo negativo, en cambio, es el que me impide avanzar, como producto de trancas internas o del clásico “no va a resultar”, que frena que logre mis sueños y que trabaje por ellos. Tiene que ver un poco con el apabullamiento social de destruir eso en lo que creo o en lo que quiero trabajar; es una destrucción provocada porque el resto me dice que no va a funcionar.

Claramente, no es necesario vencer el miedo del todo. No tengo por qué vivir todas las experiencias en la vida para poder hablar de ellas o sentir que he crecido. Para decir que he madurado, no necesito experimentarlo todo. Yo puedo ser mucho más maduro y equilibrado diciendo que no, ser más valiente.

Otra característica general de la adolescencia tiene que ver con el aburrimiento, con la tolerancia, con aprender a entender las diferencias, con ver a mis padres como seres que, a pesar de ser estrictos conmigo a veces, en el fondo, tiene una noble intención, que quizás no me va a beneficiar ahora, pero sí cuando tenga treinta años. Entender eso en el centro es o que me permite seguir amándolos, pero esto solo se consigue ciando existe una buena comunicación familiar y cuando hay valores y límites claros dentro de la familia; de otra forma, es imposible que un niño pueda sentir esa incondicionalidad a pesar de ser castigado o reprendido, es decir, ser educado para asumir las consecuencias de sus actos.

Por otro lado la sexualidad prematura es uno de los peligros mayores para los adolescentes, porque muchos de ellos no están preparados física, psíquica, emocional ni espiritualmente para poder iniciar una vida sexual.

CUANDO SE ACABA LA MAGIA


Marcial Báez.

El ser humano en su trayecto por la vida, para un mejor equilibrio en el desarrollo de sus actitudes en la convivencia con los demás, tiene necesariamente que ir valorizando los aspectos y las personas que le rodean o van apareciendo en su existencia como apoyo importante en la superación y logros de metas que se van forjando hacia la consecución de unas buenas relaciones humanas y de un irse encontrando a sí mismo.

Va priorizando y centrando en su vida, aquello o las personas que considera ama, quiere, estima o desea. Surgen los detalles en el difícil compartir de estos tiempos en que la globalización hace que la comunicación sea más directa, más abierta permitiendo a las personas expresarse sin tapujos, ni tabúes que eran el estandarte de una moral que marcaban las tradiciones. Lo cual determinará su razón de ser consigo mismo y con los demás.

Claro! Este conocimiento viene dado desde la educación del hogar, de la escuela y del interés de cada individuo, de subir a la cúspide de dar y de recibir colocando a cada quien en su justo lugar.

La inmadurez muchas veces rayando en la ignorancia de la real valorización de lo amativo, golpea sin proponérselo susceptibilidades pero sobre todo a quien verdaderamente nos ama.

Toda la clave del buen compartir, de los buenos detalles, es saber valorar a quien se acerca a ti... Y si posee un cúmulo de cualidades en las que se encuentra la amatividad, la entrega, la paciencia, la sensibilidad, el cariño, la cultura, lo artístico, lo intelectual; debes detenerte por un momento y pensar antes de que alimentes sentimientos pasajeros y que no van mas allá de un pasa rato. Aspira a mantener esa relación haciendo de tus momentos sus momentos en un intercambio de vivencias e intimidades que aportarán la base primera para ir construyendo el mundo de ambos, sin medias tintas, no dejando espacio para abrigar entuertos que en el mañana serían el obstáculo que iría rompiendo lo que el sentimiento atrajo hacia sí en una sumatoria de elementos que el Sumo Creador depositó en cada uno de nosotros.

Al dejar atrás todo las cosas que prometiste en su momento, hace que se acabe la magia, esa que se creó en el preciso instante en que la naturaleza nos da lo mejor de su caminata. La dejadez, la falta de interés por los primeros momentos y la no valorización de lo que llena tu espacio y agrada tu existencia, desembocará en el caos interior. La búsqueda de la felicidad se tornará en algo desmedido cuyos laberintos no podrás encontrar sino vas directamente al AMOR: DIOS. DIOS QUE ES EL AMOR.

Y como expresa el padre Mateo Andrés en una de sus obras “Todos necesitan de ti. Todos. Todos necesitan de tu amor que apuntala sus existencias inseguras. ¿Lo habías pensado alguna vez? El cantor que por vez primera sale al escenario, necesita del aplauso de la gente. Si no lo alcanza, piensa que lo ha hecho mal y no vuelve a salir. El esposo trabajador y diligente necesita el reconocimiento de la esposa; si no lo obtiene, se desanima y cae en la apatía y el egoísmo. La buena cocinera necesita que le alaben los platos; si nadie lo hace, ella va perdiendo interés, deja de sentirse motivada y acaba retirándose. Todos, todos... necesitamos del amor que apuntala”.

La vida actual nos arrastra a muchas cosas negativas, a querer decirlas abiertamente rompiendo en la mayoría de las veces con las costumbres, las tradiciones; queriendo comportarnos como al desnudo, sin inhibiciones encubriendo la timidez que nos ahoga y la falta de decisiones para afrontar nuestros problemas. Fantasmas que fuimos creando al devenir del tiempo sin soluciones. Y nos creemos los genios cuando enmascarados por el alcohol, las drogas, el sexo, el poder y la desfachatez hacemos un teatro en nuestra sociedad pisoteando a los demás con nuestra fingida ignorancia.

Pero cuidado, la esencia de las buenas costumbres debe mantenerse, pues la misma significará un justo desenvolvimiento en las cosas del querer, una visión más terminada del dar y del recibir, unas normas extraídas de la misma vida en todo su contexto para lo que se han creado los pasos a seguir desde el inicio de los tiempos y que determinará el equilibrio de nuestra existencia.