Palabras que danzan de Ninoska Velázquez
es un viaje íntimo que se teje con simbolismos, donde el mar, el alma, el
corazón y los besos se convierten en elementos recurrentes que guían su
expresión escritural, poemas que evocan movimientos fluidos rememorando el
constante vaivén de la vida, así como la danza, que es ella misma.
Cada verso, cada estrofa, parece tener la cadencia de un paso, la intensidad de un giro o la suavidad de una extensión; ensarta sus palabras con la misma precisión y ritmo que un bailarín ejecuta su coreografía, logrando que el texto no solo se lea, sino que se sienta como un movimiento viviente que traspasa al propio lector. Este diálogo entre la poesía y la danza dota al conjunto de una fuerza emocional singular, muy bien hilvanado en el poema “Equipaje” reflexionando sobre la exhortación de abandonar "todas las cargas... en cada una de las estaciones" hacia la liberación y la posibilidad de encontrar la "dicha" en ese "camino virginal" que aún queda por recorrer:
Equipaje
Transeuntes de la vida
dotados de equipajes eternos
bultos repletos de miserias que custodiamos
en dobles fondos, para seguir clavando más
y más penurias.
Cuánta capacidad tiene mi equipaje.
el que empuño
del que no me deshago
que me sigue
que conservo
que abro
del que saco piezas a pasear
y las coloco
para el suplicio del recuerdo o el sadismo.
Cuánta capacidad tiene mi equipaje
de doble fondo
tal vez, es un infinito laberinto de puertas sin
tocar para emociones sin vivir.
Puedo seguir llenando mi maleta
para que rebose ese camino virginal
y me sorprenda la suerte de la dicha.
Cuánto dolor se acomoda y da cabida
a otra pieza de tristeza y aún queda espacio
para otra más de congoja.
El temor de que mi equipaje igual al corazón de
intenso resistir
se quiebre y estalle en mil piezas
difíciles de jamás unir.
Es tan pesado mi pretérito equipaje
que las fuerzas me faltan para levantar el viaje
a la próxima terminal.
Todas las cargas deben ser abandonadas
en cada una de las estaciones con paradas de la
vida
sin esperar que en los dobles fondos de sus
entrañas
nos sorprendan con recuerdos sin remedio.
Hay que cerrarlos bien,
para que no escapen los ropajes
mojados de lágrimas
y apegados a la silueta de la existencia.
En el poema "Paisaje del alma" Ninoska Velázquez describe la
necesidad urgente de desprenderse de falsas traiciones, creencias y pasiones
que ya no sirven, comparándolas con elementos naturales como pétalos, gajos y cáscaras.
Esta desnudez en desdoblamientos con otros, unida al cosmos le permite vagar,
brillar cerrando ciclos de experiencias vividas, hacia el mar, hacia nuevos
horizontes bajo la imagen evocadora de plumas verdes:
Paisaje del alma
¿Cuántos despojos debo quitarme?,
como pétalos, como gajos, o cáscaras
¡todos!
Los de las simuladas traiciones
o puede ser
los de las creencias asociadas
también los desechos de pasiones abandonadas.
Y entonces desnuda
debo vagar por caminos brumosos repletos de
plumas verdes bajo tu sombra.
Y respiro la vida
el secreto divino de convertir el oxígeno en amor.
Cierro mis ojos
y la brisa perfila mi piel de niña regresión de
papel que se rompe con pestañear.
Me cobijo en tu poder infinito minúsculo
habitante del cosmos que se alimenta con polvo de estrellas.
Así de pura
abro mi ser y me someto a tu dictamen suculento
embriagando sentidos, para encarcelar el corazón.
Volar
hay que volar
dejar al destino que impulse el andar como las
plumas verdes danzan al aire en sus ramas
y cuando decide desprender cualquier hoja seca
que arranca el viento
depositándola en ese lugar porque sí.
Los recorridos por llanuras infinitas que rasgan
mis dedos al paso rasante en mi desdoblamiento de inspiración en la otra
verdad.
Sigo el camino con horizontes de frente y
espalda
paso somero por las ruinas de un amor ido
y transitar a ninguna parte
donde la marcha se imponga hacia la mar, el
inmenso mar.
Sinfonía eterna donde la pausa no existe solo
cuando el corazón se detiene.
Percibo calmo, y los instintos se visten de
intuición .
Ninoska Velázquez con el poema “Agua eterna” nos recuerda al agua del rio suave y a la que cae de los
parpados dura, pensativa de Manuel Del Cabral, para definir una poesía sentida,
tras la búsqueda de la pureza, la libertad y la transformación, capaz de
limpiar “los infiernos del ser” bañando “otros rostros, otras almas” uniendo a
las personas en un propósito de liberación mental y espiritual en su viaje por
“paisajes insospechados”, aceptando el vacío a partir de la “nada” libre y
vital, invitando a contemplar la vida a través del agua símbolo de cambio y
liberación:
Agua
eterna
Ojalá
pudieras ver el agua clara
el
agua transparente
el
agua como fuente limpia pristina
el
agua para purificar los infiernos del ser
el
agua que inunda los campos hasta rebosarlos para que espontánea
finalmente
sirva de espejo
la
hora cansada del atardecer, Mi techo
es
telar de nubes que se entrelazan
revoloteando
con el ámbar seductor de su posesión
al
final del día o tal vez de una vida.
El
agua que inunda mis órbitas
remolino
de Fuerzas devastadoras
cuando
invade posiblemente la decepción.
Agua
de la mar que se pierde en los confines
y
claro que caen
no
se sostienen en la línea infinita de mi alcance
bañan
otros rostros
otros
suelos
otras
almas
otras
miradas que se unen con el mismo propósito de volar.
La
libertad del agua
es
igual a la libertad de la mente
queremos
agua, rebeldía y albedrío.
Ser
igual que tú
que
recorres independiente tu locura
y
llegas a parajes insospechados.
Ojalá
pudieras ver el agua verla, olerla, saberla.
Y
la nada es igual
libre
es su condición
y
vital es su esencia.
En “Palabras que danzan” Ninoska
Velázquez se inserta en este andar de la poesía sentida a un selecto grupo de
bailarinas escritoras: Greta García (Solo quería bailar), Florencia Werchowsky
(Las bailarinas no hablan), Matilde Serao (La bailarina) y Carmen Iriondo
(Fantalmata) con un testimonio de la fusión entre la palabra y el movimiento,
entre la naturaleza profunda del ser y las expresiones artísticas que permiten
darle voz a un recorrido emocional, íntimo y vivencial que, como el mar, invita
a perderse y a encontrarse en sus aguas, a despojarse de máscaras y a permitir
que el alma baile libremente, con sus lágrimas, sus besos y sus recuerdos;
permitiéndonos después de su lectura vibrar y sentir la vida.