Ligia Minaya
Denver, Colorado.
Hoy, caminando por el parque, vi las aves recogiendo ramitas secas para hacer sus nidos, y pensé, eso se lo hacían los hombres de antes: ellos mismos hacían sus casas antes de contraer matrimonio. Recuerdo que el novio de una amiga le hizo una casita tan estrecha que ella decía que en la cocina no le cabían las nalgas. La casita está ahí, en El Mirador, en la antigua carretera entre Moca y La Vega. La veo cada vez que paso por ahí y se me revuelven los recuerdos. He estado tentada a pararme e ir a ver si todavía la ocupan. De ser así, ya estarán viejitos, ojalá que juntos, o vivirá algún nieto, o quizás algún extraño.
Meditar, hablar para mis adentros, es lo que hago cada verano cuando camino por el Ash Park Grow, que se llama así porque está sembrado de unos árboles llamados de ceniza, como le decían los indígenas. Unos árboles enormes, hermosos, que balancean sus flores y frutos al compás de la suave brisa. Ese parque ha sido mi refugio cuando me siento triste. Por ahí, cada quien camina con su perro, a solas, pero yo me las arreglo para pensar en lo que puede ser mi vida en los años que me quedan por vivir, en los cuentos que quiero armar, en el párrafo que me falta por escribir de la novela que tengo en la gaveta, pienso también en los míos, en los vivos y en los muertos, y les hablo, les pregunto y los siento a mi lado caminar.
Pero volviendo a las aves y sus recogidas de ramitas y a mi amiga y su casa pequeñita, junto a ellos he pensado que ya no es posible, a menos que se tenga mucho dinero, hacer una casa para el matrimonio. Ese romanticismo quedó atrás, y muy atrás. Ya la comercialidad nos ha ido separando de momentos tan buenos como construir de tablas de palma, roble o de cemento una casita de campo, tan blanca y tan linda, quisiera soñar que allá en la portada, siempre enamorada ella ha de esperar… como dice la canción.
Pero soñar no cuesta nada y yo creo que hace bien al alma y caminar al cuerpo, porque yo, en verano, que aquí en Denver sube hasta los 90ºF (unos 34º de los de allá), me regodeo en mis recuerdos, unos románticos, otros ingenuos y cursi algunos. Pensar cómo era Moca, mi pueblo, cuando era niña, en las amigas del colegio, en los amigos de la Normal, en La Piscina, en los bailecitos familiares, en las misas los domingos, en las fiestas de la virgen del Rosario, es para mí, refrescante y saludable. Miren cómo son las cosas, a todo esto me ha llevado el simple hecho de ver una avecilla recogiendo una ramita seca para hacer su nido.
Como aquí nadie se fija en nadie, hablo casi en voz alta. En mi país me gritarían "miren a esa vieja loca hablando sola". El que me pase por el lado puede ser que lo piense, pero como los gringos no opinan, no se meten en la vida de los demás, que creo que sí lo piensa, me da tres pitos. Necesito hablar conmigo misma, siempre lo he hecho, desde niña, porque fui hija única y los hijos únicos se acostumbran a hablar solos o con personajes imaginarios. Y si estoy loca, Om-Paz-Amén.
Necesito hablar conmigo misma, siempre lo he hecho, desde niña, porque fui hija única y los hijos únicos se acostumbran a hablar solos o con personajes imaginarios.
Diario Libre Digital. Saudaces. 10 de abril 2010.
Denver, Colorado.
Hoy, caminando por el parque, vi las aves recogiendo ramitas secas para hacer sus nidos, y pensé, eso se lo hacían los hombres de antes: ellos mismos hacían sus casas antes de contraer matrimonio. Recuerdo que el novio de una amiga le hizo una casita tan estrecha que ella decía que en la cocina no le cabían las nalgas. La casita está ahí, en El Mirador, en la antigua carretera entre Moca y La Vega. La veo cada vez que paso por ahí y se me revuelven los recuerdos. He estado tentada a pararme e ir a ver si todavía la ocupan. De ser así, ya estarán viejitos, ojalá que juntos, o vivirá algún nieto, o quizás algún extraño.
Meditar, hablar para mis adentros, es lo que hago cada verano cuando camino por el Ash Park Grow, que se llama así porque está sembrado de unos árboles llamados de ceniza, como le decían los indígenas. Unos árboles enormes, hermosos, que balancean sus flores y frutos al compás de la suave brisa. Ese parque ha sido mi refugio cuando me siento triste. Por ahí, cada quien camina con su perro, a solas, pero yo me las arreglo para pensar en lo que puede ser mi vida en los años que me quedan por vivir, en los cuentos que quiero armar, en el párrafo que me falta por escribir de la novela que tengo en la gaveta, pienso también en los míos, en los vivos y en los muertos, y les hablo, les pregunto y los siento a mi lado caminar.
Pero volviendo a las aves y sus recogidas de ramitas y a mi amiga y su casa pequeñita, junto a ellos he pensado que ya no es posible, a menos que se tenga mucho dinero, hacer una casa para el matrimonio. Ese romanticismo quedó atrás, y muy atrás. Ya la comercialidad nos ha ido separando de momentos tan buenos como construir de tablas de palma, roble o de cemento una casita de campo, tan blanca y tan linda, quisiera soñar que allá en la portada, siempre enamorada ella ha de esperar… como dice la canción.
Pero soñar no cuesta nada y yo creo que hace bien al alma y caminar al cuerpo, porque yo, en verano, que aquí en Denver sube hasta los 90ºF (unos 34º de los de allá), me regodeo en mis recuerdos, unos románticos, otros ingenuos y cursi algunos. Pensar cómo era Moca, mi pueblo, cuando era niña, en las amigas del colegio, en los amigos de la Normal, en La Piscina, en los bailecitos familiares, en las misas los domingos, en las fiestas de la virgen del Rosario, es para mí, refrescante y saludable. Miren cómo son las cosas, a todo esto me ha llevado el simple hecho de ver una avecilla recogiendo una ramita seca para hacer su nido.
Como aquí nadie se fija en nadie, hablo casi en voz alta. En mi país me gritarían "miren a esa vieja loca hablando sola". El que me pase por el lado puede ser que lo piense, pero como los gringos no opinan, no se meten en la vida de los demás, que creo que sí lo piensa, me da tres pitos. Necesito hablar conmigo misma, siempre lo he hecho, desde niña, porque fui hija única y los hijos únicos se acostumbran a hablar solos o con personajes imaginarios. Y si estoy loca, Om-Paz-Amén.
Necesito hablar conmigo misma, siempre lo he hecho, desde niña, porque fui hija única y los hijos únicos se acostumbran a hablar solos o con personajes imaginarios.
Diario Libre Digital. Saudaces. 10 de abril 2010.
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