sábado, 1 de agosto de 2009

VIVAS EN SU JARDIN


Ligia Minaya
Denver, Colorado

Vivas en su jardín, es un libro escrito con valentía, y hasta puede decirse con amor, con un amor que nunca se apagó en la vida de Doña Dedé.

El libro de Doña Dedé, sobre sus hermanas y su familia, me lo leí de un tirón. Está escrito con el corazón en las manos. Allí una aprende cómo vivió la familia, sus principios morales, la gran tragedia y cómo ésta mujer junto a su madre sacó adelante a un grupo de niños y niñas que habían sido víctimas de uno de los crímenes más horrendos que pueda suceder y sobre todo a una familia honesta. Lloré, pensé en mis amigas Minou y Noris, en el dolor y el desamparo que, a no ser por la mano de aquella tía y aquella abuela que supieron darle todo el apoyo y criarlas, a ellas y a los demás, para que fueran hoy mujeres y hombres de provecho, qué habría sido de ellas.

Mientras leía, mis recuerdos se transportaron a Salcedo y a Conuco, dónde iba a visitar amigos y parientes de mi familia. Cómo me impresionó saber que los norteamericanos habían quemado la casa de la abuela de Las Mirabal porque pensaron que ella le prestaba ayuda a los gavilleros. Parece que desde entonces la tragedia rondaba en el ambiente, y supe también cómo, cuando le quemaron el pecho a Cayo Báez y lo dejaron tirado dándolo por muerto, muy cerca de la casa de la tía Fefita, ella lo recogió y lo llevó a su casa. También vino a mi memoria el día que salió en El Caribe la noticia de la muerte de Las Mirabal y al leer-la mi abuelo, exclamó, ¡Las mataron! Me miró y se quedó en silencio. Como él, nadie creyó que aquello era un accidente. En esa época no se podía hablar y el silencio, que muchas veces decía más que mil palabras, era el único modo de expresarse.




Doña Dedé nos va mostrando cómo era su tiempo, como fue cada hermana, la actitud de Minerva que con ese nombre de Diosa de la Sabiduría no podía ser de otro modo. Cada una era distinta y a la vez se complementaban. Y Doña Dedé, la elegida por el Destino para sobrevivirlas, fue y sigue siendo una mujer entera, a la que ni el sufrimiento intenso y largo ha logrado apagar.

Sólo de imaginarme el dolor, los días en que el alma se le rompía a pedazos, la congoja que le estremecía el cuerpo, el preguntarse el porqué, a mí me temblaba el cuerpo mientras leía. Y lo peor de todo era saber que los asesinos seguían por ahí, haciendo de las suyas, burlándose, provocando, y más que nada que fueron liberados al poco tiempo y decían ser inocentes.
Vivas en su jardín, es un libro escrito con valentía, y hasta puede decirse con amor, con un amor que nunca se apagó en la vida de Doña Dedé y le ha dado fuerzas para contarnos, como nadie más podía hacerlo, cómo fue aquel tiempo de horror y muerte.

Pero el dolor no quedó ahí, ni siquiera tuvo tiempo para tomar su tiempo e irse apaciguando, nunca muriendo, porque llegó el balaguerato con sus Doce Años de terror y miedo, de muerte e impunidad, y volvió a rondar a la familia Mirabal y al pueblo entero. Doña Dedé entiende que es saludable perdonar, pero que no se puede confundir el perdón con la impunidad y que la respuesta ante los crímenes y la corrupción sean la indiferencia y la apatía. Como se sigue haciendo, agrego yo.

Diario Libre.com. Saudales.01 agosto 2009.

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