Por Raquel Buznego
La víctima se ha puesto totalmente en manos de su verdugo, en quien confía plenamente aunque le produzca un daño irreparable.
Hacer "luz de gas" consiste en conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su razón y hasta de los hechos que presencia. Se trata de un eficacísimo método de acoso basado en la manipulación de la situación a fin de anular la voluntad de la víctima.
Este método suele acontecer, más frecuentemente, dentro de la familia ya que es donde se dan las condiciones más adecuadas para seguir los pasos sin que otras personas puedan interferir en el proceso. El acosador disfruta de una relación privilegiada con la víctima y suele ser una persona con grandes capacidades de convencimiento, manipulativas y, desde luego, malévolas. Este tipo de acoso sigue generalmente las siguientes pautas:
-Manipulación de la realidad: para ello se introducen circunstancias anómalas como puede ser hacer desaparecer objetos, producir ruidos que el manipulador dice no escuchar, negar que se haya sostenido una conversación, etc.
-Invalidar la percepción de la víctima: se trata de convencerla de que sus sentidos la engañan, para ello se niega cualquier hecho que haya observado, se le convence de que ha dicho lo que no ha dicho, se le hace creer que sus amigos son sus enemigos y que actúan con mala fe, se le acusa de errores no cometidos, etc.
-Limitar la vida social de la víctima: se trata de aislar lo más posible a la persona acosada, cuanto más limitadas estén sus relaciones menos posibilidades existen de que se interrumpa el proceso, es por ello que se la hace desconfiar de todo y de todos garantizando así que no airee información de lo que está ocurriendo. El círculo se va cerrando y llega un momento en que la víctima queda limitada a un espacio cada vez más reducido que percibe como seguro.
-Hacer dudar acerca de una forma racional de pensar: una vez que la víctima está suficientemente debilitada, que duda de sus conductas, que cree en lo que le dice la otra persona más que en sus percepciones es cuando el acosador introduce la idea de que su cordura es cuestionable.
-En este punto que arranca de la consecución del anterior el acosador aprovecha cualquier arrebato o crisis de la víctima para demostrarle lo enferma que está, por tanto debe de dejar cualquier tipo de actividad social, si es que aún conservaba alguna, para depender exclusivamente de las decisiones del acosador.
A partir de este momento la víctima se ha puesto totalmente en manos de su verdugo, en quien confía plenamente aunque le produzca un daño irreparable. Existe el convencimiento de que se está atravesando un trastorno mental y por ello debe delegar cualquier tipo de decisión en la otra persona, existe una confianza ciega en el acosador y se establece una relación de dependencia patológica difícil de romper sin que exista una intervención externa.
Es en este momento cuando la patología, que no existía, comienza a instaurarse en el organismo. La ansiedad, la depresión, las crisis de nervios, los arrebatos emocionales y los trastornos obsesivos son los síntomas más frecuentes que incapacitan a la persona para tomar cualquier tipo de decisión.
La víctima en este estado ha perdido cualquier tipo de credibilidad, su cordura está en entredicho y sus familiares, que desconocen las maniobras del acosador, aceptan que existe algún tipo de trastorno mental y, por tanto, queda anulada la autonomía de la víctima.
¿Qué se puede y debe hacer ante una situación similar? Sencillamente proceder a una cuidadosa observación de los hechos, ocuparse de ese familiar que ha llegado a ese estado de incapacidad. En ese momento el acosador está seguro de los resultados de su actuación y, por tanto, ha levantado la guardia, los hechos, piensa, hablan por sí solos. Es el momento justo en que suelen cometer deslices o errores y estos no se deben señalar sino recoger como facilitadores de observaciones posteriores que, a buen seguro, permitirán entender qué ha pasado y qué está pasando. Una vez que se haya conseguido esta información se debe socorrer a la persona afectada, sacarla del círculo vicioso en que se desarrolla su vida y acudir con ella a un profesional. Si esto no es suficiente se deben denunciar los hechos.Quien prefiera obviar los hechos, por comodidad, está colaborando con un verdugo, con la mezquindad de alguien que se cree con capacidad para incapacitar a otra persona, con una situación de terror psicológico.Es cuestión de conciencia.
PSICOLOGOIA Y SOCIEDAD. REVISTA FUSION.COM
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