sábado, 30 de mayo de 2009

IN MEMORIAM A TODAS LAS MADRES IDAS DE ESTE MUNDO.



Por Judet Hasbúm

Querido Tomasito:

Como por razones muy personales no fuiste a darle la última sepultura a tu madre Pura, te voy a transcribir el panegírico que improvisé y que milagrosamente hoy conservo en mi memoria. Pero antes quiero decirte que cuando mi madre Maria murió, la llevé hasta el cementerio preso de la más grande tortura y cuando sellaron la cripta, sentí que el mundo caía sobre mi cabeza. Unos días después, en mis poesías, dije que era el acto más cruel y doloroso que uno podía presenciar en la vida. Todavía hoy, cuarenta y pico de años después de su muerte, no he podido aceptar la resignación de su partida a los 46 años de edad. Si yo hubiera sabido en ese momento, que ver enterrar a María me iba a causar una pena tan devastadora en el espíritu, de seguro, que como tú, no hubiera pisado el cementerio. De todas maneras, nuestras madres están en un mejor espacio cósmico, porque si te pones a pensar lo mucho que ambas sufrieron en este mundo, su partida puede considerarse como un triunfo de la muerte sobre la vida. Si en verdad existe la reencarnación, lo más probable es que en sus próximas vidas serán dos mujeres muy distinguidas, o si logran la resurrección tendrán un alma libre de acciones pecaminosas, porque las considero dos mujeres excepcionales y puras.

Ahora me permito transcribirte las palabras que pronuncié tembloroso y con las pupilas humedecidas por las lágrimas:

Señores:

Con breves palabras voy a darle el último adiós, a esta madre tan consagrada, tan amorosa y tan valiente. Desde que formó hogar se consagró verdaderamente a su esposo y a sus hijos; y como es natural, le ofrendó un fiel y eterno amor a su esposo y un profundo amor maternal a sus hijos. Toda persona que estuvo a su alrededor también recibió amor. Por su sencillez y humildad fue objeto de mucho respeto, pero sobre todo, Pura fue una mujer valiente. Durante su tránsito por la tierra, la vida la puso frente a numerosas adversidades, ¡pero nunca fue vencida! En este sentido, me permito colocar simbólicamente sobre su frente, la diadema que corresponde a una heroína. Todos sabemos, que el destino no le dio riquezas materiales para convertirla en una codiciada princesa, pero la colmó de riquezas espirituales para convertirla en una reina venerada.

Señores, la familia Espinal y la familia Rivera, por mi mediación les expresan su agradecimiento a todas aquellas personas que se han solidarizado con nuestro dolor. Muchas gracias.

El único propósito de esta carta es, que conozcas mis sentidas palabras, las que hubiera podido pronunciar si hubiera tenido valor, en el sepelio de mi madre María, pero que ayer las pronuncié para tu madre Pura, que simbólicamente fueron dichas para las dos.

Santo Domingo
30 de Julio, 1999.

Cortesía de Tomás Espinal Rivera

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