Gibran Khalil Gibran (جبران خليل جبران Ŷibrān Jalīl Ŷibrān en árabe) fue un poeta, pintor, novelista y ensayista libanés nacido en Becharré, Líbano, el 6 de enero de 1883 y fallecido por síncope el 10 de abril de 1931 en Nueva York.
La ortografía de su nombre más conocida procede de la transcripción
El segundo de cuatro hermanos, vivió con ellos hasta los 11 años, cuando gran parte de su familia emigra a los
En 1902, Gibrán regresó a
Gibrán trabaja en la confección de El Profeta, que finalmente logra publicarse en 1923, con éxito total e imágenes de su propia autoría. Después, publica otros libros como El Loco y El Precursor. En esa época, malos presentimientos le invaden el alma y desea retornar a su patria, pero su salud decae constantemente hasta el final de su vida.
En 1917 fija su residencia en Nueva York (ciudad en la que falleció en 1931, a los 48 años).
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EL LOCO
Por Gibram Jalil Gibram
Por Gibram Jalil Gibram
Subrayados
Prólogo
¿Qué poeta no es loco?¿A quién puede ocurrírsele la terrible incongruencia de vivir para el cántico?¿Cómo ha sido posible la existencia de semejantes “cigarras humanas” dotadas de hormigones y laúdes? Y con todo, qué infinito remanso de paz vital nos deja el tiempo de las contemplaciones; que infinito el de a genialidad helénica que sabe adorar la belleza en los más recónditos parajes en que se esconde, que sabe ver con privilegio lo que la vista del hombre común no alcanza. Y lo que es hermoso, lo que por naturaleza propia existe para ser contemplado, exige también una adecuada palabra; y es esta, la del loco poeta libanés, la que sabe engarzar luces d ingenio y de silencios en sus personajes, la que tiene la virtud de abrir la magia del secreto, la que encuentra el destello de las gemas en el alma de paja o en el velo errante entre el sueño y la vigilia.
EL ESPANTAPAJAROS
Un día dije a un espantapájaros: “Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo”.
Y el me dijo: “La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa”.
Tras un minuto de reflexión, le dije: “Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha”.
El me dijo: “solo quienes están rellenos de paja pueden conocerla”.
Entonces, me aparté del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o minimizado.
Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo.
Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían bajado bajo su sombrero.
EL PERRO SABIO
Un día, paso cerca de un grupo de gatos un perro sabio.
Y viendo el perro que os gatos parecían absortos, hablando entre si, y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.
Se levanto entonces un gran gato grave y circunspecto, miro a sus compañeros, y les dijo: “hermanos, orad; y cuando hayáis orado un ay otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna lloverán ratones del cielo”.
Al oír esto, el perro rió para sus adentros, y se alejo de los gatos, diciendo: “¡Ciegos e insensatos felinos¡¿No esta escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo, que lo que llueve cuando elevamos al cielo plegarias y súplicas son huesos, y no ratones?”.
LA ZORRA
Una zorra miro su sombra al amanecer, y se dijo:”Hoy almorzare un camello”. Y paso toda la mañana buscando camellos. Pero al mediodía volvió a mirar su sombra, y se dijo: “Bueno…, me conformare con un ratón”.
EL REY SABIO
Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.
Ahora bien, había en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos o habitantes; incluso el rey sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.
Una noche, cuando todo estaba en clama, una bruja entro en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso liquido en el pozo, al tiempo decía: “Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco”.
A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.
Y aquel día, la gente en las callejuelas y en el mercado, no hacia sino cuchichear: “El rey esta loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo”.
Aquella noche, el rey ordeno que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la levaron, el soberano bebió ávidamente, y paso la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.
Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.
EL OTRO IDIOMA
A los tres días de nacido, mientras yacía en mi cuna forrada de seda, mirando con asombrada desilusión el mundo nuevo que me rodeaba, mi madre le dijo a mi nodriza: “¿Cómo esta mi hijo?”.
Y mi nodriza le contesto: “Muy bien, señora: lo he alimentado tres veces, y nunca he visto aun niño tan alegre, no obstante lo tierno que es”.
Y yo me indigné, y llore, exclamando: “No es verdad, madre; porque mi lecho es duro, la leche que he succionado es amarga, y el olor del pecho es desagradable a mi nariz, y soy muy desgraciado”.
Pero mi madre no me comprendió, ni la nodriza; pues el idiota en que había yo hablado era el del mundo del que yo procedía.
Y cuando cumplí veintiún días de vida, mientras me bautizaban, el sacerdote le dijo a mi madre: “debe usted ser muy feliz, señora, de que su hijo haya nacido cristiano”.
Y yo me asombré mucho al oír aquello, y le dije al sacerdote: “En ese caso, la madre de usted, que está en el cielo, debe ser muy infeliz, pues usted no nació cristiano”.
Pero tampoco el sacerdote entendió mi idioma.
Y siete lunas después, cierto día, un adivino me miro y le dijo a mi madre: “Su hijo será un estadista, y un gran líder de los hombres”.
Pero yo grite: “¡Falso!" Esa es una falsa profecía; porque yo seré músico, y nada más que músico!”.
Y tampoco en esa ocasión y teniendo yo esa edad entendían mi idioma, lo cual me asombraba mucho.
Y depuse de treinta y tres años, durante los cuales han muerto ya mi madre, mi nodriza y el sacerdote (la sombra de Dios proteja sus espíritus), s162lo sobrevive el adivino. Ayer lo vi cerca de la entrada del templo, y mientras conversábamos, me dijo: “Siempre supe que serias músico; que llegaráis a ser un gran músico. Eras muy pequeño cuando profeticé tu futuro”.
Y le creí, pues ahora yo también he olvidado el idioma de aquel otro mundo.
Prólogo
¿Qué poeta no es loco?¿A quién puede ocurrírsele la terrible incongruencia de vivir para el cántico?¿Cómo ha sido posible la existencia de semejantes “cigarras humanas” dotadas de hormigones y laúdes? Y con todo, qué infinito remanso de paz vital nos deja el tiempo de las contemplaciones; que infinito el de a genialidad helénica que sabe adorar la belleza en los más recónditos parajes en que se esconde, que sabe ver con privilegio lo que la vista del hombre común no alcanza. Y lo que es hermoso, lo que por naturaleza propia existe para ser contemplado, exige también una adecuada palabra; y es esta, la del loco poeta libanés, la que sabe engarzar luces d ingenio y de silencios en sus personajes, la que tiene la virtud de abrir la magia del secreto, la que encuentra el destello de las gemas en el alma de paja o en el velo errante entre el sueño y la vigilia.
EL ESPANTAPAJAROS
Un día dije a un espantapájaros: “Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo”.
Y el me dijo: “La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa”.
Tras un minuto de reflexión, le dije: “Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha”.
El me dijo: “solo quienes están rellenos de paja pueden conocerla”.
Entonces, me aparté del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o minimizado.
Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo.
Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían bajado bajo su sombrero.
EL PERRO SABIO
Un día, paso cerca de un grupo de gatos un perro sabio.
Y viendo el perro que os gatos parecían absortos, hablando entre si, y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.
Se levanto entonces un gran gato grave y circunspecto, miro a sus compañeros, y les dijo: “hermanos, orad; y cuando hayáis orado un ay otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna lloverán ratones del cielo”.
Al oír esto, el perro rió para sus adentros, y se alejo de los gatos, diciendo: “¡Ciegos e insensatos felinos¡¿No esta escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo, que lo que llueve cuando elevamos al cielo plegarias y súplicas son huesos, y no ratones?”.
LA ZORRA
Una zorra miro su sombra al amanecer, y se dijo:”Hoy almorzare un camello”. Y paso toda la mañana buscando camellos. Pero al mediodía volvió a mirar su sombra, y se dijo: “Bueno…, me conformare con un ratón”.
EL REY SABIO
Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.
Ahora bien, había en el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos o habitantes; incluso el rey sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.
Una noche, cuando todo estaba en clama, una bruja entro en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso liquido en el pozo, al tiempo decía: “Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco”.
A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.
Y aquel día, la gente en las callejuelas y en el mercado, no hacia sino cuchichear: “El rey esta loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo”.
Aquella noche, el rey ordeno que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la levaron, el soberano bebió ávidamente, y paso la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.
Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.
EL OTRO IDIOMA
A los tres días de nacido, mientras yacía en mi cuna forrada de seda, mirando con asombrada desilusión el mundo nuevo que me rodeaba, mi madre le dijo a mi nodriza: “¿Cómo esta mi hijo?”.
Y mi nodriza le contesto: “Muy bien, señora: lo he alimentado tres veces, y nunca he visto aun niño tan alegre, no obstante lo tierno que es”.
Y yo me indigné, y llore, exclamando: “No es verdad, madre; porque mi lecho es duro, la leche que he succionado es amarga, y el olor del pecho es desagradable a mi nariz, y soy muy desgraciado”.
Pero mi madre no me comprendió, ni la nodriza; pues el idiota en que había yo hablado era el del mundo del que yo procedía.
Y cuando cumplí veintiún días de vida, mientras me bautizaban, el sacerdote le dijo a mi madre: “debe usted ser muy feliz, señora, de que su hijo haya nacido cristiano”.
Y yo me asombré mucho al oír aquello, y le dije al sacerdote: “En ese caso, la madre de usted, que está en el cielo, debe ser muy infeliz, pues usted no nació cristiano”.
Pero tampoco el sacerdote entendió mi idioma.
Y siete lunas después, cierto día, un adivino me miro y le dijo a mi madre: “Su hijo será un estadista, y un gran líder de los hombres”.
Pero yo grite: “¡Falso!" Esa es una falsa profecía; porque yo seré músico, y nada más que músico!”.
Y tampoco en esa ocasión y teniendo yo esa edad entendían mi idioma, lo cual me asombraba mucho.
Y depuse de treinta y tres años, durante los cuales han muerto ya mi madre, mi nodriza y el sacerdote (la sombra de Dios proteja sus espíritus), s162lo sobrevive el adivino. Ayer lo vi cerca de la entrada del templo, y mientras conversábamos, me dijo: “Siempre supe que serias músico; que llegaráis a ser un gran músico. Eras muy pequeño cuando profeticé tu futuro”.
Y le creí, pues ahora yo también he olvidado el idioma de aquel otro mundo.
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