La Psicología y la Belleza Poética de Manuel del Cabral
Por Marcial Báez
Manuel del Cabral (1907-1999), poeta dominicano, el más continental de nuestro tiempo, con sus escritos nos ha dejado un legado de ternura, de psicología y de belleza poética, para adentrarnos en las reconditez de nuestras almas, pero sobre todo en esa dominicanidad desparramada en cada letra, en cada poema que nos embriaga con su música latente y que nos deposita en el verdor de nuestros campos y valles, y nos muestra su preocupación, de que todos tenemos el derecho de disfrutar de la naturaleza que Dios nos ha dejado.
“Además el patrón compró la tierra por donde pasa el río. El patrón compró toda el agua del valle”.
“Más no la que quita la sed a los pintores… El patrón y la vaca no la beben… No pueden secar el río de la acuarela”.
Sus metáforas se convierten en cátedras, en herramientas para despertar la creatividad, tan sutiles que nos hacen sentir ese niño que dejamos atrás, formando imágenes en un carrusel de colores, manteniendo la esperanza de ir avanzando aún con los tropiezos que nos da la vida, esos que borran en un tris las metas que nos hemos trazado.
Mas hoy, el río de la tarde trajo dos cosas ahogadas: el azul y la palabra padre.
La sonrisa de los campesinos es del color de sus preguntas.
La M es una V con muletas. La tijera es una X con anteojos. La T es una I que abre los brazos.
Y una cebra que corre es un condenado que se fuga.
Hoy tengo el mar endurecido entre mis manos; hoy llevo mis manos llenas de caracoles.
Que inútil es la mano cuando piensa.
Y casi estoy por creer que yo soy este poco de campo invisible que entra invisible por mi ventana.
Manuel del Cabral (1907-1999), poeta dominicano, el más continental de nuestro tiempo, con sus escritos nos ha dejado un legado de ternura, de psicología y de belleza poética, para adentrarnos en las reconditez de nuestras almas, pero sobre todo en esa dominicanidad desparramada en cada letra, en cada poema que nos embriaga con su música latente y que nos deposita en el verdor de nuestros campos y valles, y nos muestra su preocupación, de que todos tenemos el derecho de disfrutar de la naturaleza que Dios nos ha dejado.
“Además el patrón compró la tierra por donde pasa el río. El patrón compró toda el agua del valle”.
“Más no la que quita la sed a los pintores… El patrón y la vaca no la beben… No pueden secar el río de la acuarela”.
Sus metáforas se convierten en cátedras, en herramientas para despertar la creatividad, tan sutiles que nos hacen sentir ese niño que dejamos atrás, formando imágenes en un carrusel de colores, manteniendo la esperanza de ir avanzando aún con los tropiezos que nos da la vida, esos que borran en un tris las metas que nos hemos trazado.
Mas hoy, el río de la tarde trajo dos cosas ahogadas: el azul y la palabra padre.
La sonrisa de los campesinos es del color de sus preguntas.
La M es una V con muletas. La tijera es una X con anteojos. La T es una I que abre los brazos.
Y una cebra que corre es un condenado que se fuga.
Hoy tengo el mar endurecido entre mis manos; hoy llevo mis manos llenas de caracoles.
Que inútil es la mano cuando piensa.
Y casi estoy por creer que yo soy este poco de campo invisible que entra invisible por mi ventana.
Hasta para definir la tristeza Manuel del Cabral, nos acuna con la suavidad de los párrafos, que van surgiendo cristalinos en el recorrido vivencial de sus sentidos en su largo camino; para mostrarnos a la vida en el agua y en la poesía, esa que nos determina en el tiempo y en el espacio, del ser y no ser; la que nos arremete con sus altas y sus bajas en la nota más alta del pentagrama.
Agua. ¡La del río, qué blanda! Pero qué dura es ésta: la que cae de los párpados/es una agua que piensa!
Es que el agua de los párpados nadie quiere beberla. Sí, nadie quiere, pero ¡que limpia que clara es el agua que sufre!
Poesia. Agua tan pura que casi/ no se ve en el vaso agua./Del otro lado está el mundo,/de este lado casi nada… Un agua pura, tan limpia que da trabajo mirarla.
Al final, la lectura de sus versos convertidos en inquietudes sociales sobre el ser humano y su entorno, nos alienta a invitar a los hombres de pensamientos a comprometernos con nuestro pueblo, como él lo expresó: “Lo que tenemos ahora es buena voluntad para servir a una sociedad que se nos está cayendo y, como todos somos culpables, los que trabajamos con ideas tenemos una responsabilidad más alta y a la vez más comprometida”.
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