miércoles, 6 de mayo de 2020

EL IDEAL CLÁSICO / BRUNO ROSARIO CANDELIER.



COLOQUIO. Sábado 9 de marzo de 1991. No.102.

Según el diccionario de la Real Academia, clásico se aplica al autor o la obra que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier literatura o arte, de manera que en su sentido lato un clásico puede serlo de cualquier movimiento, época o cultura. Pero en su sentido estricto, clásico es el escritor o artista perteneciente a la literatura o al arte de la antigüedad griega, y el que en los tiempos modernos los imita.

En todas las lenguas  de cultura ha habido, pues escritores y artistas clásicos. Los rasgos semánticos del término comprenden estos tres aspectos: a) La idea de clase, vale decir, categoría o distinción. Según Joan Corominas (Diccionario etimológico, Madrid, Gredos, 1967,2da. Ed., p. 153) el vocablo viene  de classicus, “de primera clase”, que se aplicaba a los ciudadanos eminentes, y que Quintiliano traslado a los escritores. b) El cultivo de lo perdurable, lo que sobrevive al paso del tiempo, y una obra lo logra cuando alcanza validez universal, la que depende, según Werner Jaeger, del más alto grado de universalidad humana. Y c) Empleo del cauce originario de la creación, cauce que fue pautado por los antiguos griegos, con Homero a la cabeza, que hizo de la poiesis, es decir, del arte creador de la palabra, el ideal de creación.

El artista moderno es clásico en la medida en que funda su hacer creativo en el legado estético de sus predecesores, y en tal virtud no hay escritos moderno que no lo sea, pero cuando un artista o escritor se sale del cauce normativo que pauta el equilibrio y la prudencia, a lo que los griegos llamaban sofrosine, extrapola las tensiones creadoras y llega a limites extremos que rompen la pauta de la tradición como lo hacen las propuestas experimentalistas con sus excesos temáticos o formales.
J.L. Borges, que en su juventud cultivo el Ultraísmo, es decir, la experimentación, abjuro de las extravagancias del decir y se convenció de la validez clásica, afirmando que lo importante era lograr unas “pocas imágenes eternas”, según canta en “Rubaiyat”.

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