Una vez iba caminando un tigre por la selva, muy quitado de la pena, cuando pisó la casita de un grillo.
-¿Por qué me tumbas mi casa?
El tigre volteo para todos lados, sin ver al grillo.
-¡Aquí estoy, sobre tus patas, y quiero que me hagas una casa nueva porque me acabas de destruir la mía!
Al fin, el tigre miró al grillo y, burlándose, le contestó:
-¿Cuál casa? Yo no veo nada. ¿Y si no quiero construírtela, qué me vas a hacer, tonto insecto?- agregó carcajeándose.
-No te burles así de mí - replicó el grillito -
Puede perjudicarte, aunque no lo creas.
-¿Tú a mí, animalucho insignificante? Mejor cálmate -gruñó el tigre.- ¿Qué te parece si luchamos los de tu especie contra los de la mía? - propuso el grillo.
Si gano, me construyes mi casa. Si no, no.
-Perfecto- respondió el tigre con aires de superioridad-, nos vemos mañana a las doce del día en la orilla del río verde.
-Ahí estaremos-aseguro el grillo en tono firme.
Y cada uno partió a organizar su ejército.
El tigre reunió zorros, lobos, coyotes, leones, panteras, toda clase de mamíferos feroces. El grillo convocó hormigas, avispas, abejas, zancudos, todo tipo de insectos de picadura fuerte.
Al día siguiente, dando las doce, el tigre y su ejército se colocaban a un lado del río verde, mientras el grillo ordenaba los suyos ponerse entre las hojas de los árboles.
Acto seguido, el tigre daba terrible gruñido de “¡al ataque!”, pero entonces, como una nube negra, los insectos se lanzaron sobre los animalotes por todo el cuerpo.
Las fieras aullaban de dolor. Movían patas, colas, orejas, narices, hocicos, cabezas, sin saber que hacer.
-¡Tirénse al agua!- gritó una zorra, y el ejército completo se aventó al río, a calmar la picazón.
-Pronto siguió la huida de los animales grandes que, en fuga desordenada, gritaban: “¡Sálvese quien pueda!”
El tigre se quedó sólo y triste, quejándose de las picaduras, con el orgullo herido, pensando como podían haberlo derrotado animales tan pequeños… y no tuvo más remedio que cumplir con su palabra y construirle una nueva casa al grillo.
SABER VER, arte y recreación en la familia. Abel Quezada. Lectura en voz alta. No 8. México. 1997.
-¿Por qué me tumbas mi casa?
El tigre volteo para todos lados, sin ver al grillo.
-¡Aquí estoy, sobre tus patas, y quiero que me hagas una casa nueva porque me acabas de destruir la mía!
Al fin, el tigre miró al grillo y, burlándose, le contestó:
-¿Cuál casa? Yo no veo nada. ¿Y si no quiero construírtela, qué me vas a hacer, tonto insecto?- agregó carcajeándose.
-No te burles así de mí - replicó el grillito -
Puede perjudicarte, aunque no lo creas.
-¿Tú a mí, animalucho insignificante? Mejor cálmate -gruñó el tigre.- ¿Qué te parece si luchamos los de tu especie contra los de la mía? - propuso el grillo.
Si gano, me construyes mi casa. Si no, no.
-Perfecto- respondió el tigre con aires de superioridad-, nos vemos mañana a las doce del día en la orilla del río verde.
-Ahí estaremos-aseguro el grillo en tono firme.
Y cada uno partió a organizar su ejército.
El tigre reunió zorros, lobos, coyotes, leones, panteras, toda clase de mamíferos feroces. El grillo convocó hormigas, avispas, abejas, zancudos, todo tipo de insectos de picadura fuerte.
Al día siguiente, dando las doce, el tigre y su ejército se colocaban a un lado del río verde, mientras el grillo ordenaba los suyos ponerse entre las hojas de los árboles.
Acto seguido, el tigre daba terrible gruñido de “¡al ataque!”, pero entonces, como una nube negra, los insectos se lanzaron sobre los animalotes por todo el cuerpo.
Las fieras aullaban de dolor. Movían patas, colas, orejas, narices, hocicos, cabezas, sin saber que hacer.
-¡Tirénse al agua!- gritó una zorra, y el ejército completo se aventó al río, a calmar la picazón.
-Pronto siguió la huida de los animales grandes que, en fuga desordenada, gritaban: “¡Sálvese quien pueda!”
El tigre se quedó sólo y triste, quejándose de las picaduras, con el orgullo herido, pensando como podían haberlo derrotado animales tan pequeños… y no tuvo más remedio que cumplir con su palabra y construirle una nueva casa al grillo.
SABER VER, arte y recreación en la familia. Abel Quezada. Lectura en voz alta. No 8. México. 1997.
Muy bonito cuento para que los niños reflexionen
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