Ligia Minaya
Denver Colorado.
A los dominicanos nos cuesta trabajo aceptar nuestra negritud plena o que la tenemos detrás de la oreja. Años atrás vivió en mi casa una muchachita negra. La traje de un campo de Villa Mella. Llegó llena de ñáñaras, con la mirada dudosa y con hábitos de animal salvaje. Al cabo de unos meses de mucho cuidado, su piel se volvió hermosa, aprendió buenos hábitos y se convirtió en una jovencita reluciente. Pero la cosa no quedó ahí. Lo más duro fue que aceptara que era negra. Una negrita bella, por supuesto. Para ello tuve que emplearme a fondo. Que aceptara su color lo era todo, que lo que importa, le decía, es el comportamiento de las personas, la decencia, la honestidad, en fin, ser buena persona y ciudadana correcta.
Ser de raza negra tiene todavía, en pleno siglo XXI, muchas dificultades, más cuando no se es rico. A los negros se les ha esclavizado desde que el mundo es mundo, y lo peor, que se siguen viendo como algo de baja categoría. Cuando algún negro comete una infracción, un delito, se le dice: ¡Tenía que ser un negro! Como si por el color estuviera condenado a actuar mal. Y eso va con los haitianos. En el país hay, desde hace muchos años, extranjeros-blancos-rubios-ojos-azules que tienen una conducta indecorosa y su color les sirve de atenuante. También hay negros resentidos, que no han olvidado la esclavitud a la que fueron sometidos sus antepasados y actúan de manera desafiante, provocadora, para cuando alguien les sale al frente, decir que lo discriminan por ser negro. Esa es una tontería. Pero aún así, el peso de la maldad de siglos, se impone. Ha dejado su huella. Y a veces no se sabe bien cuando hay discriminación y cuando hay un simple hacer que la persona entre dentro de las reglas.
Lo de Sammy Sosa demuestra que a los dominicanos no nos gusta ser negros. Sammy que ha sido un icono de la dominicanidad aparece ahora con un look que nada tiene qué ver con lo que es, que con lo que ha sido y con lo que sigue siendo: Un dominicano negro que ha superado todos obstáculos que su pobreza original y su color le pudieron presentar. Todos nos quedamos con la boca abierta al verlo aparecer con un color que no va con sus facciones. Ahora parece un jabao, un jipato, como llamamos en el Cibao a los blancos, de facciones gruesas. No sé quién lo empujó a tomar esa decisión. Todos los hemos querido y respetado tal cual es: Un negro hermoso, aplaudido y merecedor de todo lo que ha conseguido.
Pero bueno, respetando su decisión, hay que decir que habrá que acostumbrarse a verlo con este nuevo look, aunque creo que ese maquillaje no le favorece. Quizás hemos perdido un verdadero Sammy Sosa y ojalá eso no le quite aplausos, ni le cambie su fortaleza de pelotero. Hay miles de blancos en el mundo que no tienen lo que tiene un Sammy dominicano y negro. Un hombre que nos ha gustado a todos, un negro con tantos méritos que ya lo quisieran el resto de blancos. Bueno, mi querido Sammy, te deseo suerte en esta nueva etapa de tu vida. Pero te quiero negro.
Diario Libre. Saudales. 29 noviembre 2009
Denver Colorado.
A los dominicanos nos cuesta trabajo aceptar nuestra negritud plena o que la tenemos detrás de la oreja. Años atrás vivió en mi casa una muchachita negra. La traje de un campo de Villa Mella. Llegó llena de ñáñaras, con la mirada dudosa y con hábitos de animal salvaje. Al cabo de unos meses de mucho cuidado, su piel se volvió hermosa, aprendió buenos hábitos y se convirtió en una jovencita reluciente. Pero la cosa no quedó ahí. Lo más duro fue que aceptara que era negra. Una negrita bella, por supuesto. Para ello tuve que emplearme a fondo. Que aceptara su color lo era todo, que lo que importa, le decía, es el comportamiento de las personas, la decencia, la honestidad, en fin, ser buena persona y ciudadana correcta.
Ser de raza negra tiene todavía, en pleno siglo XXI, muchas dificultades, más cuando no se es rico. A los negros se les ha esclavizado desde que el mundo es mundo, y lo peor, que se siguen viendo como algo de baja categoría. Cuando algún negro comete una infracción, un delito, se le dice: ¡Tenía que ser un negro! Como si por el color estuviera condenado a actuar mal. Y eso va con los haitianos. En el país hay, desde hace muchos años, extranjeros-blancos-rubios-ojos-azules que tienen una conducta indecorosa y su color les sirve de atenuante. También hay negros resentidos, que no han olvidado la esclavitud a la que fueron sometidos sus antepasados y actúan de manera desafiante, provocadora, para cuando alguien les sale al frente, decir que lo discriminan por ser negro. Esa es una tontería. Pero aún así, el peso de la maldad de siglos, se impone. Ha dejado su huella. Y a veces no se sabe bien cuando hay discriminación y cuando hay un simple hacer que la persona entre dentro de las reglas.
Lo de Sammy Sosa demuestra que a los dominicanos no nos gusta ser negros. Sammy que ha sido un icono de la dominicanidad aparece ahora con un look que nada tiene qué ver con lo que es, que con lo que ha sido y con lo que sigue siendo: Un dominicano negro que ha superado todos obstáculos que su pobreza original y su color le pudieron presentar. Todos nos quedamos con la boca abierta al verlo aparecer con un color que no va con sus facciones. Ahora parece un jabao, un jipato, como llamamos en el Cibao a los blancos, de facciones gruesas. No sé quién lo empujó a tomar esa decisión. Todos los hemos querido y respetado tal cual es: Un negro hermoso, aplaudido y merecedor de todo lo que ha conseguido.
Pero bueno, respetando su decisión, hay que decir que habrá que acostumbrarse a verlo con este nuevo look, aunque creo que ese maquillaje no le favorece. Quizás hemos perdido un verdadero Sammy Sosa y ojalá eso no le quite aplausos, ni le cambie su fortaleza de pelotero. Hay miles de blancos en el mundo que no tienen lo que tiene un Sammy dominicano y negro. Un hombre que nos ha gustado a todos, un negro con tantos méritos que ya lo quisieran el resto de blancos. Bueno, mi querido Sammy, te deseo suerte en esta nueva etapa de tu vida. Pero te quiero negro.
Diario Libre. Saudales. 29 noviembre 2009
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