martes, 5 de mayo de 2009

Como meter el diablo en el infierno de GIOVANNI BOCCACiO


GIOVANNI BOCCACIO (1313-1375) Escritor italiano. Hijo natural del mercader y banquero florentino Boccaccio da Chellino, agente de la poderosa compañía financiera de los Bardi, no conoció la identidad de su madre. Las leyendas que el propio Boccaccio se encargó de difundir acerca de su vida no permiten determinar si nació en París, Certaldo o Florencia. Lo cierto es que creció en esta última ciudad, en el barrio de San Pietro Maggiore, y fue educado por Giovanni Mazzuoli da Strada, quien le inculcó la pasión por Dante que lo dominaría toda su vida.

Tras demostrar escasas aptitudes para las finanzas y el comercio, fue enviado por su padre a Nápoles, donde adquirió una sólida formación literaria gracias a las enseñanzas de los más ilustres eruditos de la corte napolitana: Paolo da Perugia y Andalo Delnevo. Lo que más le impresionó del ambiente napolitano fueron el refinamiento y la voluptuosidad que reinaban en la corte de los Anjou, en la cual convergían las culturas italiana, bizantina y árabe.

En ese contexto de intrigas y ambiciones cortesanas, amores prohibidos y sensualidad se sitúa su obra maestra, El decamerón, centrada en la figura cambiante y fascinadora de Fiammetta, hija ilegítima de Roberto de Anjou, y en sus propias aventuras juveniles, debidamente enriquecidas mediante brillantes ornamentos literarios e invenciones de todo tipo. El personaje de Fiammetta, a quien el autor pretendió haber amado, recorre obsesivamente toda su literatura anterior.

En Nápoles escribió tres obras relevantes: Filocolo (1336), adaptación de la historia medieval de Floris y Blancaflor; Filostrato (1338), poema adscrito al ciclo de la guerra de Troya; y el poema épico La Teseida (1339-1340). La quiebra del banco de los Bardi le obligó a volver a Florencia (1340), donde sufrió graves penurias económicas y problemas domésticos. Su situación no lo apartó de su quehacer literario, que, por el contrario, al parecer salió reforzado de esa experiencia, que le acercó al ambiente picaresco de mercaderes del que provenía su familia. En esos años compuso el idilio pastoril Ameto, La amorosa visión, La elegía de doña Fiammetta, escrita en prosa, y Las ninfas de Fiésole, en el que recreó, con versos octosílabos, amores puros y nobles.

La peste que asoló Florencia en 1348 le inspiró la idea de El decamerón, que redactó entre ese año y el de 1353. La obra obtuvo un gran éxito, lo cual le valió, en adelante, ser promovido con frecuencia a cargos oficiales honoríficos. Desempeñó funciones de embajador, primero en Aviñón y luego en Roma. De esos años son Poema bucólico, conjunto de dieciséis églogas compuestas en latín e inspiradas en Virgilio, y dos obras de signo totalmente opuesto: Corbacho, violenta sátira social y sexual, y De las mujeres notables, que contiene una larga serie de edificantes biografías femeninas.


Como meter el diablo en el infierno
Giovanni Bocaccio

Ilustración:Marcial Báez

Narración Décima:

La joven Alibech se hace eremita y vive con Rustico, un monje. Este la enseña a meter el diablo en el infierno .Al dejar de hacer esa vida, ella se casa con Neerbale.

Idóneo que bahía escuchado atentamente el relato de la reina, cuando vio que había concluido y que llegaba su turno, sin esperar a que le ordenaran, sonriente empezó a hablar:

-Graciosas damas: quizá no sabéis como se mete el diablo en el infierno, y por eso os lo quiero decir. Quizá aún estaréis a tiempo de salvar vuestra alma y podéis saber como Amor vive en alegres palacios y maliciosas cámaras, más que en las cabañas de los pobres, pero no por ello alguna vejez deje hacer sentir su fuerza entre los espesos bosques, en los escarpados montes, y en desiertos y cuevas; esto ocurre porque, como se puede ver, todo está sujeto a su fuerza.

Pero viniendo al caso, digo que en la ciudad de Capsa en Berbería, hubo un hombre muy rico, el cual, además de varios lujos, poseía una hija bella y agradable, cuyo nombre era Alibech. Ella no era cristiana, y viendo gran número de de cristianos alabar su fe y servir a Dios, un día le preguntó a uno la manera más adecuada de servir a Dios. Este le respondió que estaban más aptos para servir a Dios los que se apartan de las cosas del mundo, como hacían los que iban al desierto de la Tebaida. La joven, que era muy ingenua y tenía sólo catorce años, empujada no sólo por el deseo racional, sino por un infantil capricho, y sin dar explicaciones a nadie partió secretamente hacia el desierto de la Tebaida: Muy fatigada, pero empujada por su propósito, llegó al cabo de unos días a aquella soledad, en donde había una casita. Halló en la puerta un santo varón, el cual, maravillado de verla, preguntó que buscaba por allí. Ella respondió que, inspirada por Dios, quería trabajar a su servicio, y que le enseñaban la manera conveniente de servirle. El buen hombre, viéndola tan joven y bastante hermosa, temiendo que el demonio le tentara, si la retenía consigo, alabó su buena predisposición, y dándole agua y algo para comer, le dijo:

-Hija mía, no muy lejos de aquí hay un santo varón, el cual, para lo que tú buscas, es mucho mejor maestro que yo. Ve allí.

Y púsola en camino. Ella, llegando ante el eremita y siendo acogida con iguales argumentos, anduvo un poco más, hasta que llegó al refugio de un joven ermitaño, persona bastante buena y devota, llamado Rústico, y le preguntó lo mismo que a los demás. Este, para dar prueba de su gran entereza, no la despidió como los otros, sino que la retuvo en su refugio. Cuando llegó la noche, le hizo un lecho de hojas de palma y le dijo que reposara allí encima. Hecho esto, las tentaciones empezaron a dar la batalla a las fuerzas del eremita, el cual estaba muy engañado sobre ellas. Tras demasiados ataques, se consideró vencido. Dejó de lado sus buenos pensamientos y sus oraciones y disciplinas, para atender solamente ala juventud y belleza de la muchacha, pensando la manera de llegar, sin que ella lo advirtiera, a conseguir lo que como hombre pretendía. Primero probó, con cierta prudencia, si ella había conocido hombre alguno, y si era ingenua como mostraba. Cerciorándole, creyó poder sacarle partido. Bajo apariencia de servir a Dios, le enseñó primero con muchas palabras lo enemigo de Dios que era el diablo, diciéndole que el mejor servicio para hacerle consistía en poner al diablo en el infierno, adonde el señor le había condenado. Ella le preguntó la manera de hacer eso y Rústico le dijo:

-Lo sabrás en seguida, pero ve haciendo lo que me veas hacer a mí.

Y empezó a denudarse, hasta quedar completamente en cueros; ella hizo lo mismo, y entonces él, fingiendo que se arrodillaba para rezar, la atrajo cerca de sí. Esto hizo que se encendiera más que nunca, y se produjo la resurrección de la carne.

Y ella, al notarlo dijo:

-Rústico ¿Qué es eso que veo que te sale hacia fuera, y que yo no lo tengo?

-Hija mía-respondió el monje-, es el diablo del que te he hablado, el cual me causa tantas molestias que no lo puedo aguantar.

Entonces dijo la joven:
-¡Alabado sea Dios! Ya veo que estoy mejor que tu, pues no tengo ese diablo.

Y Rústico le responde:

- Es cierto pero tú tienes otra cosa que no tengo yo.

-¿Qué es ello?-preguntó ella.

-A lo cual contestó Rústico:

-El infierno, y creo que Dios te ha enviado para que salve mi alma, ya que siempre que el diablo me importune, si tu te apiadas de mi, lo pondré en el infierno. Daremos gusto a Dios y trabajaremos en su servicio, que es por o que tú has venido aquí.

La joven repuso ingenuamente.

-Padre. Si yo tengo el infierno, sea lo que os plazca.

Dijo entonces Rustico:

-¡Bendita seas, hija mía! Vamos a meter el diablo en el infierno, para que no me moleste más.

Y diciendo esto, condujo a la joven a uno de los lechos, enseñándole como colocarse, para aprisionar a aquel maldito ser. La joven que nunca había puesto el diablo en infierno alguno, al ser la primera vez notó cierta molestia, y dijo a Rústico:

-Por cierto, mala cosa debe ser ese diablo, y verdaderamente enemigo de Dios, que aún e el infierno, sin hablar de otros lugares, duele cuando se le mete.

-Hija mía, no siempre será así- respondió Rustico.

Para que aquello no se repitiera, volvieron a meterlo seis veces antes de levantarse del lecho, y de tal modo le sacaron la soberbia de la cabeza, que lo dejaron tranquilo. Pero la soberbia se presentó, aún muchas más veces y la joven siempre le empezó a gustar, y le dijo a Rústico:

-Ahora veo que es cierto lo que decían los buenos hombres de Capsa, que servir a Dios era cosa buena. No recuerdo haber hecho nada tan agradable como meter el diablo en el infierno.

Y mientras lo hacían comentaba:

-Rústico, no se por que el diablo se va del infierno, que si se quedara allí, con el gusto que se le acoge, no se saldría del lugar.

La joven iba invitando a Rústico y obligándole a servir a Dios, hasta que la cosa llego a un extremo que sentía él por momentos que perdía fuerzas. Entonces explicó a la joven que el diablo sólo se debía meter en el infierno cuando por soberbia levantaba la cabeza.

-Y nosotros-dijo-, por la gracia de Dios le hemos escarmentado tanto, que el ruega al Señor que se le deje en paz.

- Con eso aplaco algo a la joven, la cual, al ver a Rústico no le pedía que aceptara ya al diablo, declaró:

-Rústico, tu diablo esta castigado y no te molesta, pero yo tengo el infierno que no me deja vivir, o sea que debes mitigarlo con tu diablo.

-Rustico, que sólo se alimentaba de raíces y agua, no podía responder a tal necesidad;

Le dijo que había muchos diablos para satisfacer aquel infierno. De vez en cuando la satisfacía, pero ocurría muy pocas veces; era como echar un haba en la boca de un león. Ella creyó que Rústico no satisfacía a Dios, y se lamentaba. Entre tanto ocurrió en Capsa un incendio en el que pereció toda su familia, quedando Alibech como única heredera. Entonces un tal Neerbale, enterado de que ella vivía, la buscó para casarse antes de que la justicia se apropiara de los bienes. Con gran placer de Rústico, Neerbale llevósela a Capsa, casándose con ella. Las mujeres le preguntaron como había servido a Dios, explicándolo ella que ponía al diablo en el infierno, y censurando que Neerbale la hubiese quitado de tal misión. Entonces le dijeron:

-¿Cómo se mete al diablo en el infierno?

La joven se lo explicó con palabras y actos, lo cual provocó gran risa entre ellas, que dijeron:

-No te preocupes, que eso también se hace aquí, y Neerbale servirá para ello, si Dios quiere.
-Esto ocurrió de boca en boca por la ciudad, convirtiéndola en el dicho vulgar de que nunca se sirve tan biena Dios como metiendo al diablo en el infierno. Por eso, vosotras, jóvenes que tenéis que estar en gracia de Dios, aprended a meter el diablo en el infierno

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