miércoles, 22 de abril de 2009

No digas que fue un sueño de TERENCI MOIX


Terenci Moix

La figura de la reina egipcia, Cleopatra Séptima y sus apasionados amores con el general romano Marco Antonio. A su alrededor, lo avatares de una ciudad mítica: Alejandría, y las ruinas de un Egipto que va pereciendo ante el alcance del imperialismo romano. La historia y la ficción se dan la mano para presentar un esplendido retablo sobre el amor, la muerte y la caída de los imperios en un apasionante itinerario por el mundo antiguo.

Subrayados:

Insolentes lictores nos tratarán como rameras. Miserables poetas cantaran, desafinando, nuestra historia. Mediocres comediantes llevaran a la escena nuestras fiestas de Alejandría. Se representara a Antonio borracho, y yo veré a algún jovenzuelo de voz chillona hacer de Cleopatra y dar a mi grandeza la postura de una puta. SHAKESPEARE, Antonio y Cleopatra.

Las nodrizas descansaron mas tranquilas al tener a la madre separada de los dos niños. Pues temían lo que siempre se ha escrito sobre las mujeres arrebatadas por la furia de un amor herido: que son en todo iguales a los cerdos, el más impuro de los animales de Egipto porque es capaz de devorar a sus cachorros.

Cuando Antonio y Cleopatra remontaron el Nilo y lo llenaron de tanto amor que el propio río se avergonzó porque no cabía en su cauce.

Dicen desde muy antiguo que el amor de las mujeres es más competo, y se que hasta las diosas lo practican.

Porque hay un tiempo fugaz, que transcurre común suspiro y es vano como un suelo, y éste es el tiempo que llamamos vida. En su brevedad, los hombres se abocan a la locura. Construyen castillos efímeras, creyendo que han de ser mansiones de eternidad. Pero la vida los destruye porque lleva en sí misma la semilla de la destrucción inmediata. Así nacen los imperios y así caen después. Pero existe un tiempo eterno, inscrito en la esencia misma de las cosas, en el constante devenir que se transmite de hombre a hombre.


Si alguna vez llegase a conocer el amor será una bendición tan grande que negara al crimen. Pues sé que sería el origen mismo de la vida.

-También dicen que tiene la trampa que llevan entre piernas todas las orientales. Que eso lo sé por una compañera que trabajo en Esmira y dice que las chinas de ojos almendrados saben contraer sus partes en el momento justo en que el hombre le da éxtasis. Y que el macho, si sabe ser macho; encuentra en esa contracción un regodeo que no es para decirlo.

Los recuerdos ya no duelen cuando pasan a inspirar a los cronistas.

Pero puedo asegurar con orgullo que, mientras fue mi esposo, no agachó su divino cuerpo para que un oriental le diese placer por la espalda.

- Los recuerdos te ciegan, Calpurnia. Ciegan a todos cuantos piensan que Cleopatra ofrece algo especial a los hombres. ¿Será una maga? ¿Será una diosa? ¿Les da filtros de amor? ¿Los envenena? No, Calpurnia. Es algo que no pedemos comprender. Fuimos educadas para personificar el orgullo de roma, pero son os hombres quienes lo construyen. Si nuestro sexo nos dio algún arma, la reservamos para os combates del hogar. Envidio a Cleopatra si ha descubierto que pueden servir para empresas más altas.

Porque solo soy un nombre en un tratado político. Y, en definitiva, porque cada uno no puede ser más de lo que es al margen del sueño imposible que lo guía.

-Las últimas monedas que han llegado de Egipto no la favorecen demasiado…

Una mano de Antonio se extendió con avaricia. Enobarbo depositó en ella una moneda de oro, que puso un relumbrón de refinamiento egipcio en la palma demasiado tosca del soldado. Y perfil de Cleopatra, con los cabellos recogidos en tirabuzones a lo largo de la nuca, parecía sonreír con una oculta e imperceptible ironía. Parecía decirle: “El dinero viaja más de prisa que los amantes”.
-Ha adoptado el tocado griego-murmuro Antonio, cerrando la mano-. No la reconozco en este perfil. Es como una referencia lejana. No se si miente el corazón o miente el arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario