jueves, 2 de abril de 2009

Amas de Casa


De Ligia Minaya

La liberación femenina nos ha dado mucho, pero nos ha impuesto otro tipo de esclavitud. Hay mujeres que piensan y hablan por todas. Y no es así. La libertad consiste en el poder elegir.

En el Reino Unido se ha puesto en venta un CD con canciones para amenizar el trabajo de las amas de casa. Muchas han puesto el grito al cielo. Que si es machista, esclavista, que si esto, que si aquello. En la lucha por la liberación femenina, no se tuvo en cuenta a las mujeres que quisieran seguir haciendo la comida, atendiendo al marido y a los hijos.

Ser ama de casa no es un desprestigio. Ojo, siempre y cuando no sea una imposición. Además, las mujeres, desde que nacemos, trabajamos dentro y fuera de la casa, entonces, por qué no alegrarnos la vida escuchando música mientras hacemos los oficios. Bueno sería que el marido y los hijos ayudaran, pero ese es otro cantar.

Las mujeres, sin excepción alguna, tenemos múltiples facetas. Las hay que después de salir del trabajo y preparar la cena, se ponen a bordar. Hace poco, en un viaje a Santiago, me encontré en el autobús con una mujer, joven y bonita, que iba tejiendo. No pude aguantarme y le pregunté si había más que hicieran ese trabajo. Me contestó que sí, que pertenecía a un grupo que bordaba iniciales en sábanas y toallas, tejía manteles y encajes, y que todas eran profesionales universitarias y trabajaban fuera de casa. ¿Será por hobby? No, las vendemos a tiendas muy exclusivas, para gente de gusto refinado.

Son las "mujeres liberadas" que no nos permiten elegir. Se puede ser feliz cantando y cosiendo, creo yo. Pero nos quieren en un banco comercial, de ocho de la mañana a nueve de la noche.

La liberación femenina nos ha dado mucho, es cierto, pero nos ha impuesto otro tipo de esclavitud. Hay mujeres que piensan y hablan por todas. Y no es así. La libertad consiste en el poder elegir. Elegir quedarse en casa o salir a trabajar, en beberse unas cervezas con las amigas a la salida o regresar a casa y ayudar a los hijos en la tarea. Los oficios de la casa son pesados, interminables y sin remuneración.

Pero no creo que a Michelle Obama, a Margarita Cedeño, a Milagros Ortiz o a Hillary Clinton se les caigan los anillos por preparar la cena, trapear la sala o ir al supermercado para hacer la compra. Profesionales o no, a las mujeres nos encanta ver la casa reluciente, la cocina impecable, la ropa bien planchada y la mesa apetitosa ¿o no?

No todas tenemos sirvientas, y si la tenemos, hay que saber hacer las cosas para poderlas dirigir. Es cuestión de saber repartir el tiempo, y sobre todo, las madres enseñar a los hijos a arrimar el hombro, para que luego sean maridos solidarios.

Nos quejamos de que no hacen nada. Pero si no le enseñamos desde niños a tender la cama, entonces no nos quejemos que de adultos dejan los platos sucios en la mesa y la ropa tirada por el suelo. ¿OK?

Pero volviendo a las canciones, es mejor hacer los oficios con música, a hacerlas refunfuñando. Cantar es una delicia. La mujer que canta, es feliz, digo yo. Lo que sí molesta es que la cena que nos llevó dos horas preparar, el marido se la traga en dos minutos, sin levantar la cabeza del plato y sin siquiera dar las gracias.
Denver, Colorado.

DIARIO LIBRE.COM. Saudades. 29 de marzo de 2009.

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