miércoles, 4 de febrero de 2009

Una Psicología del Poder


Lic Marcial Báez.

A propósito de las contiendas electorales internas de los partidos políticos de nuestro país, sobre todo los mayoritarios, para elegir a sus respectivos representantes en las elecciones presidenciales, legislativas y municipales, tiempo donde el ciudadano común puede observar con más claridad lo que son las luchas de poder las cuales se centran en una necesidad de dominio, reputación, estatus o posición, que nos permite identificar ejemplos muy particulares; esto, sin mencionar los cientos de personajes históricos que tenían el perfil o las condiciones que los llevan a ser líderes interactuando con otros, aplicando un estilo forzado para hacerse de una dirección, en su mayoría, “apadrinadas” por momentos de sus vidas en que recibieron emociones intensas como “ el resultado, de ser elegido a una posición de liderazgo o recibir aplausos de un auditorio”, Johmmarshall Reeve cita cuatro condiciones que son notables por su capacidad de implicar y satisfacer la necesidad de poder:

En el liderazgo. Los que buscan reconocimientos en grupos y encuentran formas de ser visible para otros, en un esfuerzo para ganar influencias, eligen amigos que no son bien conocidos, tienen más posibilidades de poner anuncios en los medios de comunicación y desde el punto de vista de las esposas son malos conyugues.

En la agresividad. El deseo de impactar, controlar e influir en otros, hace de la agresión un medio para involucrarse en más discusiones. Cuando la vida se vuelve más estresante y frustrante buscan el alcohol como un medio de aumentar su sentido de control y con frecuencia responden al estrés y los contratiempos infligiendo a sus parejas.

Las inhibiciones y restricciones sociales reprimen mucho la expresión de agresión de las personas que buscan poder, pero cuando las inhibiciones sociales se olvidan, los hombres con gran necesidad de poder son más agresivos que aquellos con escasa necesidad. La gente puede no sólo aumentar el poder mediante la reputación, el prestigio y el liderazgo, sino también crear la percepción y el sentimiento de poder incrementado a través de estrategias como la ingesta de alcohol, la toma de riesgos, la gestualidad y las poses, el uso de lenguaje obsceno, la utilización de drogas y el manejo de alta velocidad.

En las ocupaciones influyentes. Estos se ven atraídos como ejecutivos de negocios, maestros o profesores, psicólogos, reporteros clérigos y diplomáticos internacionales. Estos tienen un denominador común: están en un papel de dirigir el comportamiento de otras personas de acuerdo a un plan preconcebido; les permite influir en los auditorios, tienen información interna que utilizan para influir en otros y decir a otros qué hacer.

Por último en las posiciones de servicio. Las personas tienden a amasar una colección de símbolos de poder, o “ posesiones de prestigio”. Es probable que los adultos mayores que buscan poder poseen un rifle o una pistola, un automóvil del año, una mansión, un yate que haga alarde de su estatus, poder o ambas cosas.

Sólo nos queda reflexionar y que el ciudadano común entienda la psicología del poder, haciendo de esta, una herramienta idónea, de colador, de cedazo si se quiere, para cuando llegue el momento de elegir, pueda identificar cuál de los líderes es el que tiene mayor necesidad de poder , “ el que hace que lo secunden otros en sus planes personales, aún cuando su asertividad y estilo de liderazgo con frecuencia resulte en detrimento del funcionamiento de grupos y el que produce las decisiones más cuestionadas.”

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