sábado, 30 de mayo de 2020

REALISMO Y POESÍA: LAS FORMAS PICTÓRICAS DE MARCIAL BÁEZ / ODALÍS G. PÉREZ


La mirada del pintor no se detiene. Avanza y con su mano, las formas naturales adquieren su tamaño, su estabilidad en el marco de la visión realista. Ante el ser de la tierra y sus presencias materializadas, el pintor organiza poco a poco su mundo imaginario. El cuadro muestra los arquetipos terrestres, el ritmo de una existencia local en su máximo abandono en franca soledad y vituperio. Los acordes de un tiempo musical abarcan la visión formal mediante el ritmo de imagen individualizado en aquellas formas terrestres; antropología poética y recorrido de una visión donde la tradicionalidad es la estructura cualitativa que persiste en el relato visual que no se forma solamente en la técnica o en los materiales, sino, en el milagro de estos arquetipos; símbolos realistas que evocan el despertar mediante mitos nocturnos y diurnos. No sofocada por la aglomeración de signos-objetos, la figuralidad realista de Marcial Báez constituye el mundo de las formas locales que invaden paulatinamente el campo de visión, siendo así que el espectador ante sus imágenes representa uno de los términos del contrato estético: distinguir el foco artístico mediante su proceso interno de relación y diferencia.

La temática pictórica de Marcial Báez es a la vez reconocimiento y visión de un espacio mediante el cual los elementos locales concurren en el nacimiento, a la vez que en el vertimiento ocular y sensorio-perceptual; de estructuras realistas y poéticas que definen su marco artístico así:


El degodeo: Expresión de interioridades. Descanso del espíritu. Relajamiento. Pluralizar a través de  trazos, humanos sentimientos sentimientos. Detenerme en la tranquilidad de la costumbre campesina, idealizando en la mujer a la tierra; en la fecundidad de frutos, esperanza descansada. Abrazar con el color sentimientos. Abarcar con el pensamiento al tiempo; sobre la vida diaria, la luna, el sol; elementos que determinan el día , la noche, la mañana, la tarde, el trabajo... sentimientos. Detenerme en las deformaciones de interioridades, que en exteriores también hablan. Deformaciones(hombros al descuido) que nos llevarán al inicio de ideas; posiciones que en descanso fetal meditaban. Trayectoria de vidas milenarias. Poesía que abarcara en palabras cada movimiento que líneas, colores, contrastes sobre el papel, expresaran la idea que dio origen una naturaleza temprana: vidas”.(1981)

En efecto Marcial Báez se responsabiliza de su invención desde la prisión misma de sus interioridades o exterioridades, pero también  desde  la originalidad de la forma local, de la historia que no pretende ser oficial, sino humana y abierta al sentido de observación caracterizado en su proceso de percepción del mundo real. La pintura en tanto que en  modo de presencia y proyectividad de mundos interiores a través de la tela, unifica lo temático y su movimiento para que los elementos que constituyen lo formal configuren particularmente el significado artístico individualizado en la obra, esto es, en el registro de apariencias y esencias que sostiene la memoria visual.

La unidad pictórica expresada en el proceso hace que la obra de Marcial Báez adquiera su propia individualidad estilística, pero también, su propia juntura de formas, ideas y arquetipos que promuevan las instancias locales del mundo antillano y particularmente de lo dominicano, a través de su cuerpo histórico de imágenes. Estas constituyen el foco narrativo-visual propio de una tradición histórica y cultural desde la cual parecen  los tipos sincréticos representativos de la cultura dominicana en su variedad etnológica y biomórfica.


Podemos observar que la travesía pictórica de Marcial Báez no tiene anclaje alguno en la moda y la exhibición, pues sus telas muestran sus propia concepción del arte y su propia definición de la existencia humana. En este sentido, el proceso va tomando significado en la medida en que se afirman las variedades realistas y poéticas que ya eligieron su formato, su técnica y su modo de aparición en la subjetividad pictórica: Éxtasis, Los frutos del cansancio, Mujer con tinaja, ( 1977), Gallo, Campesino en mulo ( 1978 ), Sirvienta, Campesinos con tinajas al hombro ( 1978 ); Campesinos, Mujer con tinaja y naranja (1980 ), Mujer, Niño con naranja, Marchanta , Hombre con naranja y sol, otros

Ese proceso está marcado por lo que el pintor entiende como costumbrismo poético, nacimiento de símbolos locales y permanencia de lo social-histórico articulado en un movimiento de la visión histórica primariamente asimilado a todos los órdenes de la sociabilidad, y en su caso, de la artisticidad realista. El costumbrismo de Marcial Báez no es un simple modo de expresar los elementos tradicionales de la cultura dominicana, sino la puesta en cuadro de un mundo de tensión natural, penetración figural al interior de la presentación local atravesada de símbolos y magias, cuerpos y soles, mitos y ensoñación del vidente que espera en su cotidianidad el vertimiento de la materia y sus estremecimientos, para de esta suerte instituirse como des-cubrimiento y transformación de la realidad.

El espíritu de la forma revela en desocultamiento constante los secretos de entidades marcadas por el detalle que justifica y esencializa el acto creador, pero aun mas, la materialidad artística sujeta a los bordes pictóricos y escultóricos de un espacio antropológico totalizador del recorrido artístico. Una interpretación ceñida a la visión realista no pretende, en el caso de Marcial Báez, olvidar la tradición simbólica. Pues, a través de las ejecutorias plásticas y los formatos establecidos, se leen también lo arquetipos locales y originarios instruidos en el movimiento de la ensoñación artística.

Marcial Báez no juega con el silencio y la imagen, sino, que más bien, descubre la sustancia de ese silencio y de la imagen que en su estabilidad incorpora los conjuntos étnicos, rituales y legendarios, construyendo su propio texto, su propia esperanza a través del arte y la poesía. El realismo sicológico de las caras y los cuerpos en Marcial Báez origina las presencias realistas, que sin embargo, atraviesan un horizonte de formas culturales y la posición relevante de símbolos instruidos sobre la base de la investigación y el detalle. Las mismas fases de recomposición del objeto acentúan  en su pintura el despertar y la instrucción de las formas vitales comprometidas en el acto de la realización y convencimiento, que, a través de sus propias modalidades, nos presenta el pintor.

Existe en Marcial Báez una sicología de la forma corporal y objetual que distingue los silencios y los tiempos de su pintura. Es la posición del rostro, el brazo y el torso en dirección hacia la luz solar que se idealiza en la mirada que es luz originaria del Homo significans / Homo pictor. La gestualidad pictórica entonces inventa el proceso y la presencialidad mediante la intención  muchas veces conjetural del artista.


Un dialogo de formas realistas, así como la determinación de estructuras antropomórficas en relación y posición concurren en el horizonte y la ficción de Marcial Báez, pero no para impedir el acto encendido de realidad en la dinámica antropológica de su temática, sino en el ascenso de la visión poética y simbólica de sus imágenes, que, en su comportamiento individual, arquean todo el tramado de la potencia pictórica en conjunto elegido. El sincretismo racial, la dualidad formal, la suplencia pictórica, el relato pictórico, por observación, silencio y poesía precisan de los tonos y los contrastes de la gama colorística. El sentido del detalle no hace más que ajustar el suplemento de la imagen pictórica y su finalidad sigue siendo la mostración de la sustancia antropomórfica, el recorrido de las fases que expresan la historia antillana y el perfil humano-realista de los componentes de superficie

Construye Marcial Báez una épica visual de resonancias históricas y míticas, cuya visión logra presentar el universo de la tradicionalidad en su variedad de contextos. Y es así como a través del mismo relato que involucre sentimientos originarios, sus telas y dibujos pretenden mantener la dominante sicológica y antropológica, para de esta suerte definir el campo de la sustancia mítica, referida en  Mujer negra bailando con símbolos de toda la historia patria, en una insertación mágica equilibrada en el cuadro, y, la focalizadora de etapas diversas de la dominicanidad.

La misma secuencia nos presenta los símbolos del ideal patrio junto a otros acentos de la ruptura histórica. Mujer negra vendiendo frutas  y Retrato de marchanta constituyen junto a otras expresiones como El limpiabotas y Hombre hacia la luz el contraste  social y la oposición rebeldía/ sumisión en el proceso de instrucción pictórica. Mujer con guitarra y Mujer evocando ante el sol son temas que sugieren la dinámica poética desde la visión pictural. Expresan estos símbolos una convergencia, un privilegio de la visión que lee a través de la realidad. Y es así como las imágenes de Marcial Báez logran articular un espacio mítico desde el cual se acentúa la ficción realista y el marco legendario, a través de una sicología de las formas pictóricas realistas, evocadoras de un pasado antillano y dominicano, determinado por el silencio y la materia visual, acentuada en el conjunto de su producción pictórica.


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