sábado, 20 de octubre de 2018

POR EL BIEN DE NUESTROS HUESOS / Juan R. Quiñones




Aquí nadie la esperaba. A ella la trajeron desde lejos. La presentaron con cara y voz de asesina, pero era buena. La obligaron a decir en silabas rápidas: “Mátenlos, mátenlos, mátenlos”. Los nativos no entendían, pero vieron que los hombres que la conducían eran crueles y huyeron a las montañas.

Aunque ella pertenecía a los hombres que la trajeron, no era prostituta. Sí era manejable, dócil, sumisa y obediente, y siempre estaba dispuesta a decir: “Protéjanlos” y otras palabras hermosas, pero se lo impidieron.

La trajeron desaliñada. ¿Quién iba a pensar que, poco tiempo después, un hombre le reconocería su valor y le daría gracia y estilo y que ella engrandecería los méritos de muchos hombres y de muchos países?

Han pasado los años. Los nativos murieron, los hombres murieron. Pero ella permanece aquí, en todas partes. ¡Y parece que está ausente! ¿Debemos buscarla y disfrutar de su belleza? ¿Entonces le permitiríamos decir: “Amor, protección, trabajo, estudio, patria mía”? Los educadores deben llamarla, dirigirle un telegrama, pedirle que se presente urgentemente a los centros educativos, conversar con ella detenidamente y decirle: “Ya no eres ninguna extraña. Vamos a trabajar duro. Hacemos que se nutran de tí hasta los huesos de los estudiantes, por el bien de ellos y de las futuras generaciones. Nuestros jóvenes conocerán las hermosas palabras que te palpitan en las entrañas, la Lengua Española”.

Letra Grande. 2da. Edición. No.2. 1980.

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