domingo, 28 de marzo de 2010

LA CASA DE TODOS



Ligia Minaya

Denver, Colorado

El tiempo pasa y el pasado tan sólo es nostalgia. Volver, no es posible, pero queda en el recuerdo ese patio, esa calle, ese parque y el cariño de los amigos que se quedaron en el pueblo.

"Ella, la casa convite y tenencia/luz de albas solícitas. La casa/alegría de pobre/guayabas/cerezas/parchas/limones/limoncillo macho que solo alumbró sombras/flor de campana/té de apasote/entre dichas atenuadas/ sorpresa de viento/albergue/soliloquio/coloquio mudo de noches transparentes." Así como describe José Rafael Lantigua en su poema Mi Casa, eran las casas de todos. Casas de maderas, sin nevera, ni televisión, donde cada noche se reunían los amigos y las amigas para hablar de sus cosas. Recuerdos inolvidables de patio sembrado de naranjos, guayabos y el olor que salía de la cocina. Nadie estaba por encima de nadie. Éramos felices y aspirantes a documentarnos. La escuela, la iglesia, el parque, las calles, fueron el centro de atención. Había que ir a misa los domingos creyeras o no creyeras, porque ahí te encontrabas con las gentes que querías, y hacías planes.

"Helado de frambuesa/refresco de avena. /Y un tiempo agreste donde compartimos la espera." Así éramos y seguimos siendo los mocanos. El helado en cuadrito que vendía la señora de la esquina, el refresco de avena que nos servía de merienda, y "Silencio de Cuaresma..." Era la época del ayuno, del bacalao y el arenque, del viacrucis y las procesiones, en especial la del Nazareno. "Jesús Nazareno, rey poderoso, a pedirte vengo como generoso, que las penas mías las convierta en gozo". Era la oración entre el tumulto silencioso que salía de la iglesia del Corazón de Jesús, recorría el pueblo y volvía para resguardarse en la soledad silenciosa del santuario. ¡Cuántos recuerdos ha despertado en mí este poema de José Rafael! Y sobre todo su casa, con Lola, su madre, en la máquina de coser, en la cocina, con su voz aguda, con su sonrisa. Lola era y es todavía mucha Lola. Mujer de su tiempo y sobre su tiempo, rebasando barreras. "Oficio de madre/dureza de dueña/Abuela/Mujer de temple augusto/Maestra de certezas." Así la define su hijo.

La verdad es que en ese tiempo humilde, donde todos éramos todo, creo que fuimos felices. No aspirábamos a mucho, aunque con el tiempo, a muchos les llegó la cumbre, el aplauso merecido. Y creo que con todo y todo, seguimos siendo humildes, recordando la casita de madera, añorando la pulpería de la esquina, la fonda de Petró con sus albóndigas y moro de guandules, sus pastelitos y tostones. El tiempo pasa y el pasado tan sólo es nostalgia. Volver, no es posible, pero queda en el recuerdo ese patio, esa calle, ese parque y el cariño de los amigos que se quedaron en el pueblo.Los júbilos íntimos, el libro de poemas de José Rafael está cuajado de nostalgia. Su portada lo dice todo. El banco del parque que lo preside es el símbolo de lo que fue ese tiempo. El parque Duarte con sus pinos, el Hermanos de la Maza con sus ginas, el Cáceres con su anacahuita y sus samanes, y sobre todo sus bancos, en los que nos sentábamos a conversar, a tejer sueños, estarán siempre con nosotros y al traerlos al presente se convierten como el mismo título del libro en júbilos íntimos.

Diario Libre. Saudaces. Sábado, 27 de Marzo 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario