Por Virgilio López Azuán
La tarde del Marte 12 de enero trajo en sus hojas un temblor de muerte y desesperación. Un sismo de 7.3 grados en la escala abierta de Ritcher estremeció la Isla Hispaniola. Su epicentro fue a unos 15 kilómetros del Puerto Príncipe, Capital de la Republica de Haití. En todo el sur dominicano: Pedernales, Barahona, San Juan, Azua, Peravia y Santo Domingo fueron las provincias donde más se sintió en el lado de la isla. Desde hacía más de 200 años no se verificaba un fenómeno telúrico de esas magnitudes. El saldo de muerte es incalculable, los heridos por millares y los traumas y secuelas son infinitos. Haití esta viviendo momentos indecibles, minutos que parecen eternos. A la hora de escribir estas notas miles de personas gimen debajo de los escombros y otros mueren; millares de cadáveres son sepultados en fosas comunes, y otros yacen insepultos en las calles en estado de descomposición… La ayuda internacional ha empezado a fuir, pero la logística de entrega es muy pobre. El aeropuerto de Haití está atiborrado de aviones y ayuda, han tenido que habilitar aeropuertos en Santo Domingo para hacer acopio de la ayuda de muchos países que se han solidarizado. El gobierno dominicano ha respondido excelentemente bien, con ayuda en alimentos, medicinas, médicos, brigadas de rescates y otros tipos de ayuda. Los hospitales de Jimani, San Juan, Azua, Bani, Santo Domingo, y Santiago han recibió cientos de heridos que fueron rescatados por las brigadas. El pueblo dominicano se ha solidarizado y más que eso sus sentimientos han sido de fraternidad ante la desgracia. Se espera que en Azua de Compostela, se organicen ayudas puntuales para asistir a más de tres millones de damnificados y heridos. Para terminar solo me resta decir entre labios estos versos: "Se esparcen las ondas púrpuras de sangre, /la tierra brama con sus latidos en fuga, /con las piedras rebeladas en el corazón del fuego. /La tierra tiene rabia, cicatrices del tiempo. /La tierra tiembla debajo de los edificios, encima de la carne. /Se abre el silencio, partido en mitades iguales: muerte y duelo. /Haití está herido, el tambor está en silencio. /Haití llora terremotos de almas, dolidas en llantos cortos, /en llantos largos. La tierra partida, herida de muerte. /La tierra dolida que brama la sangre, /hermana sangre, hambre y sangre. /Haití está partido en mil pedazos de llantos, /en mil pedazos insomnios. Se esparcen las ondas, /La Hispaniola palpita, tiembla la muerte avara. /Haití llora, horas malditas en mitad de la tarde. /Todo lacera, todo estalla en los ojos del temblor, /en las calles llenas de/ cadáveres, cien mil dolores esparcidos, /caminos de tumbas, dolores de concreto. /Haití está partido en mil pedazos de llantos."
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