Prólogo La Intención de Mis Deseos.
Por Diógenes Valdez
Marcial Báez es un artista polifacético. Sus inquietudes van más allá de lo que es dable esperar de un hombre como él, que ha pasado la mayor parte de su vida inmerso entre los libros, tubos de pinturas, bastidores, pinceles, y todas aquellas cosas menudas que están íntimamente ligadas al quehacer intelectual, las que no por pequeñas, dejan de tener una vital importancia en la vida de todo aquel que ha venido al mundo provisto de un ímpetu creador.
Por Diógenes Valdez
Marcial Báez es un artista polifacético. Sus inquietudes van más allá de lo que es dable esperar de un hombre como él, que ha pasado la mayor parte de su vida inmerso entre los libros, tubos de pinturas, bastidores, pinceles, y todas aquellas cosas menudas que están íntimamente ligadas al quehacer intelectual, las que no por pequeñas, dejan de tener una vital importancia en la vida de todo aquel que ha venido al mundo provisto de un ímpetu creador.
Una de las más notables aptitudes en la vida de Marcial Báez, es su fértil imaginación, producto sin lugar a dudas de sus múltiples y variadas lecturas, una cualidad, si se quiere, escasa entre los pintores, porque antes que nada, la persona a quien hemos aludido varias veces por su nombre, es bastante conocido por sus dote de pintor y más que nada, como un magnifico dibujante.
Ahora Marcial Báez nos sorprende con la publicación de un poemario que lleva el sugestivo título de La intención de mis deseos, actividad literaria que complementa su condición de artista en todo el sentido de la palabra. La intención de mis deseos constituye el primer intento literario de este talentoso y constante trabajador de la cultura. Sin embargo, esto solamente constituye una muestra parcial de su praxis literaria, ya que el ha incursionado también dentro del difícil del cuento.
La vena poética de Marcial es esencialmente romántica y oscila, como un péndulo entre limites variables, unas veces dicha vena aparece dominada por la obsesión, como sucede en los cuatro poemas iniciáticos ( Amarte, Tenerte, aprisionarte, compláceme ) ; en otras, el deseo es lo que esta presente, como sucede en los poemas y Ser, Vivo y Aguardo.
En resumen, en todos estos poemas que hemos tomado como ejemplo y que coincidencialmente dan apertura al libro, el autor parece estar presente en cada uno de ellos, debatiéndose entre dos antinomias; una de ellas es el objeto o persona destinataria de su amor, que más que amada, es esencialmente deseada, porque ella está destinada a colmar una necesidad; en el otro extremo se haya el creador omniscente, quien como hombre y como poeta se encuentra impotente para conjugar las miserias humanas.
A partir de este instante el estro de Marcial Báez asume cadencias extremadamente sensuales. Tal vez resulte conveniente atar con un hilo invisible el epígrafe de André Gide que abre el libro, con poemas tales como: Aguardo y A tu llegada.
En este libro, versos, objetos amados o sujetos del deseo constituyen una sola entidad, llenos de enigmas y de secretos; tal vez esa sea la razón por la cual el poeta ordena: ¡Silencio/ está durmiendo/ el verso que fue mío. Este llamado al silencio no es más que una clarinada de advertencia o un temor no confesado, porque quizás, al sacar este verso de ese estado de somnolencia, el lector podrá reconocer es sus ojos a ese sujeto-objeto de esa pasión que ha movido las manos del artista, en el momento de iniciar – o de concluir – el producto de su arte.
Definir la poesía ha sido desde siempre uno de los retos más difíciles para los teóricos de la literatura; y hasta para los mismos creadores. En la construcción de un poema hay mucho de misterio. De las artes, la poesía resulta la más inefable de todas. Particularmente me agrada la definición que Stephan Mallarmé hace de ella: poesía es la confesión de un espíritu en crisis.
La poesía de Marcial Báez se ajusta perfectamente a la definición dada por el insigne poeta francés, y si bien toda entidad poética tiene siempre un carácter confesional, en la de este joven escritor, cuya “opera prima “es este libro titulado La intención de mis Deseos, se llega a la sospecha de que la confesión al estilo de Mallarmé ha sido llevada más allá de todas las consecuencias previsibles, rodeándolas deliberadamente de un gran hermetismo, por medio de cierto barroquismo verbal. Se podría decir que el autor se confiesa sin quererlo, obligado quizás por el subconsciente, sufriendo la, palabra que podría resultar reveladora una serie de mutaciones, y al aflorar a la superficie, resulta un reflejo de sí misma.
Los lectores de la Intención de mis Deseos podrán llegar a conclusiones muy diversas después de un meditado análisis de este libro. Es recomendable una lectura cuidadosa de cada uno de los textos, porque la clave para comprenderlos no se encuentra en un solo poema, sino “en un poco “de cada poema. Es como si se tratara de un enorme rompecabezas, donde las piezas que encajan se encuentran en el lugar menos esperado; un ejemplo claro puede encontrarse en trabajos como Despertaré y Donde vegetan las horas.
Toda “Opera Prima”, en alguna manera constituye un motivo de regocijo y de inquietud, tanto para el autor como para sus posibles lectores. El público que recibe en sus manos la primera obra de autor siente cierto escepticismo, porque esta persona carece de antecedentes literarios que permitan rastrear una huella literaria o hacer comparaciones; en cierto modo se acrece de un certificado que de fe de las bondades de esa criatura que acaba de nacer, sin embargo, con frecuencia aquel escepticismo se convierte en una experiencia agradable o en un motivo donde el espíritu se soslaza y reconforta. Es lo que esperamos que suceda en cada ser humano después de haber leído La intención de mis Deseos.
Prólogo Como Cascajos: Vidas.
Por Orlando Alcántara
El poema termina con la muerte de un lactante. El dolor permea todo el texto. La miseria de un territorio marginado, el Barrio Las Flores, sirve de pretexto para el poeta hacer reflexión en torno al sufrimiento humano. Su sensibilidad se ve herida por el padecimiento que circunda el habitat marginal. A partir de ese leit motiv el vate construye un texto en reciclaje que nos impresiona por su parquedad metafórica.
Por Orlando Alcántara
El poema termina con la muerte de un lactante. El dolor permea todo el texto. La miseria de un territorio marginado, el Barrio Las Flores, sirve de pretexto para el poeta hacer reflexión en torno al sufrimiento humano. Su sensibilidad se ve herida por el padecimiento que circunda el habitat marginal. A partir de ese leit motiv el vate construye un texto en reciclaje que nos impresiona por su parquedad metafórica.
Marcial Báez, pintor y poeta, deja ver sus dos vertientes creativas en este poema en continua ceración. El color está presente en varios de los versos y la preocupación cromática aparece en varias zonas del poema. Pero es su oficio de poeta lo que nos interesa. Con su verbo dolorido Marcial viaja por las reconditeces de lo sufrido real y nos pinta una realidad circunspecta en la que la vaguedad y la sombra están presentes como bemólicas verdades.
La circularidad en el poema se convierte en un río y el poema se transforma en una cascada que nos dirige hacia una muerte infantil. Y la muerte ocupa un lugar preponderante en la inquisitiva búsqueda espiritual del bardo en el poema. Tanto la resurrección – como la palabra clave – y el retorno – como la palabra primaria – están en el subconsciente del autor y nos remiten a la misma resurrección de Jesucristo o la reencarnación de los hindúes. La muerte implícitamente tiene solución en el texto estudiado. La circularidad del poema funciona como metáfora y signo.
Lo central en todo texto es la preocupación por el lenguaje y sus implicaciones simbólicas o pragmáticas en cuanto al sufrimiento humano. El aeda no puede concebir tanta miseria y no sabe si hacer un canto o una oración para resolver elegante y dignamente el problema bajo escrutinio. La respuesta se torna escurridiza. Al solución no esta al alcance. Esto ocurre porque en el autor todavía no vivía Cristo, en su inquietante esquema de dolor, la solución sería clara como el día. De esta carencia surge la duda, la sombra, la vaguedad, la incertidumbre en el poema.
A pesar de todo encontramos un salto cualitativo en el quehacer poético de Marcial Báez. “Como cascajos: Vidas “es un poema superior al libro de poemas anterior de Marcial titulado “La intención de mis deseos “. El progreso es evidente. El presente texto tiene mucho más garra y mucho más donaire que los poemas del primer libro. Esperamos en Dios en el nombre de Jesucristo que mediante su santo espíritu nos siga bendiciendo con buena literatura de la talla del presente libro y que el verbo poético siga mejorando en la voz de Marcial Báez, pintor y poeta. Amen.
Prólogo El Siglo XX Quedó Atrás
Por Altagracia Salazar
La consistencia en el periodismo de opinión es harto difícil en un país que, como el nuestro, anda perdido en las prisas del inmediatismo y en los avatares de la individualidad.
El día a día en la opinión, a través de un medio de comunicación, es una forma de escribir la historia desde perspectivas particulares. La opinión es siempre una respuesta ante los impulsos de la sociedad. Es también una percepción, la encuesta del momento.
Gracias a esa historicidad característica del periodismo de opinión la humanidad ha podido recomponer retazos de historia que no fueron contadas nunca de manera oficial.
Desde su San Cristóbal querido, Marcial Báez ha sido constante en un ejercicio periodístico poco común en la provincia dominicana.
La intelectualidad, relegada desde siempre a la necesidad espiritual y a las prisas de oportunistas, se ha visto concentrada en los muros de la capital, ya por un “modus vivendis” de los propios intelectuales, ya por convicción, ya por la prioridad de estar cerca del poder o de quienes lo representan.
Con honrosas presencias, ciudades como Moca, San Pedro de Macorís y claro Santiago, se han negado a plegarse al ejercicio intelectual de la gran urbe a que aspira Santo Domingo desde la época en que un ciclón permitió al Jefe, borrar el bohío de yagua de las calles céntricas de Santo Domingo.
San Cristóbal es parte de esa élite de provincia (en el sentido estricto y no despectivo ) en la que el espacio de desarrollo intelectual ha permitido a generaciones la expresión de sus convicciones y el forjamiento de su muy particular humanismo.
Los artículos que Marcial Báez junta en esta edición, sacan brillo a esta expresión cultural apegada a los conceptos básicos y al humanismo puro.
Periodista de profesión, habría preferido la simpleza del lengua lleno, pero Marcial es poeta, formado en el ejercicio de la palabra como instrumento de gracia y, esa búsqueda de ritmo interno y de sonido particular lo alejan.
Nuestro autor conduce su prosa por otro camino; hace de cada palabra un reflexión y reflexiona en cada trabajo.
Sus artículos son preocupaciones (quizás las preocupaciones de muchos ) de la vida cotidiana.
Las asperezas de una cotidianidad que choca, son la diferencia entre el ser y el debe ser.
El título no pudo ser más atrevido. Sin ser una novedad, darse cuenta del fin del siglo y descubrirlo en base a inferencias, a tropezones, es casi una aventura.
Le importa la literatura, le preocupa el ruido, recuerda los nombres taínos, se abstrae en la inspiración y resuma sus sueños.
Marcial deja un rastro de su personalidad en cada uno de esos artículos que, aunque no aparecieron en un medio único y ni siquiera fueron escritos como un todo, reflejan en mucho, un momento de la vida del autor y de su comunidad.
al la madre tiene rason
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