Lic. Marcial Báez.
La razón por la cual escribí este artículo fue el haber recibido de Ramón Mesa un particular recordatorio escrito por Ysabel Florentino, “Cuatro poemas para recordar a la abuela “; los cuales me hicieron recordar a la mía, pero sobre todo, la sutileza al introducir en ellos, unas metáforas que encierran esa sensibilidad que se desborda cuando le llega la tristeza al ser humano, pero tan sutil, que convertida en poemas, al leerlos a fin de cuentas, es lo que intentamos expresar nosotros mismos… tú, ellos y yo.
Abuela, no concibo tus ojos cerrados, despertó la muerte, cuando regresó, te arrancó el aliento. No voy a llorar este vacío intrincado en el recóndito espacio de mi pecho, se hace una llaga profunda, maldita lágrima que ahora se aloja en mí. Muerte, te vi en su último lecho, ya no habrán más sillas con la inicial B, mayúscula y mal escrita, B que tú decías que era por el hombre de tu Víctor, tu esposo. Se fue mi abuela, y duele. ¿ Por qué nunca me enseñaste esta otra forma tan honda? Pensar en ti nunca fue tuyo, abuela. Tu dolor es mío. Traté de llegar a ti pero me resbalé en la arena de la vida, abuela, tú ya no estás y yo me quedo conmigo, ya no habrán más bendiciones tuyas, no habrá más pan en la mesa alimentando este deseo de ausencia, que tú, sabías sanar, no pregunto por qué, para que no me digan que Dios te necesitaba. ¿ Acaso Dios no tiene suficiente con tanta gente mía?: Montaño, Biviche, Julio y para aplastarme aún más tú. ¿ Y yo qué, no te necesito abuela? Sí te necesitamos, la acera de enfrente no tendrá como preguntar por ti, la cocina no sentirá más tus manos acariciar las ollas, para darle el brillo que a ti se te fue, el baño no verá más tu toalla colgada de sueños y deseos llovidos de noches, ya eras niña con un solo amor muerto aun sin nacer, madre, abuela, donde estés, desde aquí te mando un por qué bajito, que sólo lo escuches tú, y si ves Tío, a Biviche o a Montaño, diles que me queda una lágrima alojada en la memoria. (No concibo tus ojos).
Esta novel escritora, que ya ha sido merecedora de tres premios a nivel nacional con sus cuentos: “En el Bario no hay mariposas” (2006), “Monólogo del libro” (2007) y “Quién cuenta o borra mi maldita historia” (2008); ya tiene el traje de la madurez, envuelta en el ir y venir, guiando, aglutinando en los barrios, en las comunidades, ese intercambio de imágenes juveniles de versos llanos, que van conformando las raíces que la irán distinguiendo de los demás.
En la “Abuela”, Isabel Florentino nos introduce de un tris, en un recorrido vivencial donde la entrega de los años, se convierte en una sumatoria de dolor, de sacrificios, estigmatizados en las arrugas que el tiempo ha parido.
Tu cuerpo encierra el tiempo, se extingue tu piel, pájaro herido por los años, vacío de realidades, quiero mirarme en tu carne, recoger cada fibra de tu dolor, se agota tu existencia, me duele la vida que hoy te vuelve sombra. (Abuela).
En la “Madre”, los recuerdos regresan para ser exorcizados, mitigando las heridas, escarbando en la memoria el sufrimiento, vía crucis sempiterno de la abnegación.
Ven, acércate,sangra tu herida, borra el peso de los años, salpica el siglo en tu memoria, quiero beber tu recuerdo, no atormentes mis noches, soy el camino donde el sufrimiento te hizo mujer. ( Madre).
Por último, en “Mujer” un climax de canto y de pájaros, la palabra escrita y sentida, intenta deshilar la madeja que abarcará lo ancestral, cerrando este coloquio excepcional en la cúspide del amor con un manto de lágrimas que esparcido por el mundo, nos muestra lo que es la vida, ayer, hoy y siempre : una comedia.
Recoge tus lágrimas que el mundo duerme en tu canto, sepulta el corazón que juega tu delirio, llena de pájaros tus pensamientos, para que tu canto no sea sediento como la arena del mar, susurra que la vida es una comedia, trapecio del amor, atado al hilo de dos cuerpos, o de la carne que también a lo lejos llora, su deseo de ser pecado. (Mujer).
Ysabel Florentino, caminando su destino va construyendo su mundo literario; el uso de brillantes y atinadas metáforas en su construcción es el ejemplo más idóneo para observar la destreza con que maneja el tema, vaticinando su pronta entrada en el exclusivo grupo de la literatura femenina dominicana, para convertirse en una de nuestras principales exponentes.
La razón por la cual escribí este artículo fue el haber recibido de Ramón Mesa un particular recordatorio escrito por Ysabel Florentino, “Cuatro poemas para recordar a la abuela “; los cuales me hicieron recordar a la mía, pero sobre todo, la sutileza al introducir en ellos, unas metáforas que encierran esa sensibilidad que se desborda cuando le llega la tristeza al ser humano, pero tan sutil, que convertida en poemas, al leerlos a fin de cuentas, es lo que intentamos expresar nosotros mismos… tú, ellos y yo.
Abuela, no concibo tus ojos cerrados, despertó la muerte, cuando regresó, te arrancó el aliento. No voy a llorar este vacío intrincado en el recóndito espacio de mi pecho, se hace una llaga profunda, maldita lágrima que ahora se aloja en mí. Muerte, te vi en su último lecho, ya no habrán más sillas con la inicial B, mayúscula y mal escrita, B que tú decías que era por el hombre de tu Víctor, tu esposo. Se fue mi abuela, y duele. ¿ Por qué nunca me enseñaste esta otra forma tan honda? Pensar en ti nunca fue tuyo, abuela. Tu dolor es mío. Traté de llegar a ti pero me resbalé en la arena de la vida, abuela, tú ya no estás y yo me quedo conmigo, ya no habrán más bendiciones tuyas, no habrá más pan en la mesa alimentando este deseo de ausencia, que tú, sabías sanar, no pregunto por qué, para que no me digan que Dios te necesitaba. ¿ Acaso Dios no tiene suficiente con tanta gente mía?: Montaño, Biviche, Julio y para aplastarme aún más tú. ¿ Y yo qué, no te necesito abuela? Sí te necesitamos, la acera de enfrente no tendrá como preguntar por ti, la cocina no sentirá más tus manos acariciar las ollas, para darle el brillo que a ti se te fue, el baño no verá más tu toalla colgada de sueños y deseos llovidos de noches, ya eras niña con un solo amor muerto aun sin nacer, madre, abuela, donde estés, desde aquí te mando un por qué bajito, que sólo lo escuches tú, y si ves Tío, a Biviche o a Montaño, diles que me queda una lágrima alojada en la memoria. (No concibo tus ojos).
Esta novel escritora, que ya ha sido merecedora de tres premios a nivel nacional con sus cuentos: “En el Bario no hay mariposas” (2006), “Monólogo del libro” (2007) y “Quién cuenta o borra mi maldita historia” (2008); ya tiene el traje de la madurez, envuelta en el ir y venir, guiando, aglutinando en los barrios, en las comunidades, ese intercambio de imágenes juveniles de versos llanos, que van conformando las raíces que la irán distinguiendo de los demás.
En la “Abuela”, Isabel Florentino nos introduce de un tris, en un recorrido vivencial donde la entrega de los años, se convierte en una sumatoria de dolor, de sacrificios, estigmatizados en las arrugas que el tiempo ha parido.
Tu cuerpo encierra el tiempo, se extingue tu piel, pájaro herido por los años, vacío de realidades, quiero mirarme en tu carne, recoger cada fibra de tu dolor, se agota tu existencia, me duele la vida que hoy te vuelve sombra. (Abuela).
En la “Madre”, los recuerdos regresan para ser exorcizados, mitigando las heridas, escarbando en la memoria el sufrimiento, vía crucis sempiterno de la abnegación.
Ven, acércate,sangra tu herida, borra el peso de los años, salpica el siglo en tu memoria, quiero beber tu recuerdo, no atormentes mis noches, soy el camino donde el sufrimiento te hizo mujer. ( Madre).
Por último, en “Mujer” un climax de canto y de pájaros, la palabra escrita y sentida, intenta deshilar la madeja que abarcará lo ancestral, cerrando este coloquio excepcional en la cúspide del amor con un manto de lágrimas que esparcido por el mundo, nos muestra lo que es la vida, ayer, hoy y siempre : una comedia.
Recoge tus lágrimas que el mundo duerme en tu canto, sepulta el corazón que juega tu delirio, llena de pájaros tus pensamientos, para que tu canto no sea sediento como la arena del mar, susurra que la vida es una comedia, trapecio del amor, atado al hilo de dos cuerpos, o de la carne que también a lo lejos llora, su deseo de ser pecado. (Mujer).
Ysabel Florentino, caminando su destino va construyendo su mundo literario; el uso de brillantes y atinadas metáforas en su construcción es el ejemplo más idóneo para observar la destreza con que maneja el tema, vaticinando su pronta entrada en el exclusivo grupo de la literatura femenina dominicana, para convertirse en una de nuestras principales exponentes.
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