domingo, 1 de agosto de 2010

Haití: El país más lejano a República Dominicana


Agustín Perozo Barinas

Este artículo sobre la República de Haití se enfoca casi exclusivamente al comercio y migración. Las relaciones políticas, históricas, culturales y sociales entre nuestros países son mucho más complejas y escapan a la intención de estas propuestas.

Cuando un dominicano viaja a Haití por primera vez, recibe la impresión de estar en un país lejano, muy lejano, a esta misma isla compartida. De golpe se siente el impacto de las diferencias culturales y de hecho, idiomáticas. Y, siendo República Dominicana un país subdesarrollado, se percibe de inmediato en Haití una situación penosamente peor a lo que estamos acostumbrados de nuestro lado, por expresarlo de una manera que abarque esa realidad. Tanto la arquitectura de sus edificios y viviendas del pueblo haitiano, su transporte, el procedimiento cambiario de la moneda y hasta la diferencia horaria –por una hora-, son varios de los elementos que nos hacen sentir muy lejos de casa, estando en una misma isla del Caribe. Y es nuestro vecino territorial. Y ahí está lo atractivo para el comercio con Haití. La cercanía. No hay un gran mercado para productos con alto valor agregado, sin embargo lo hay para productos de consumo masivo, muchos de los cuales ya República Dominicana exporta hacia allá, como huevos, pollos, detergentes, jabones, golosinas, aceites, y otros más, convirtiendo a Haití en nuestro segundo mercado de exportación y el único país con el que tenemos una balanza comercial positiva a nuestro favor. Sin embargo vivimos de espaldas a Haití. No solamente desconocemos su lengua, el Creole (criollo), sino que la gran mayoría del pueblo dominicano, incluida la clase media y el sector comercial, nunca lo ha visitado. Haití incide en altísima proporción en nuestro comercio externo. Y en los temas migratorios, sanitario y laboral, impacta como ningún otro país en República Dominicana.

Al igual que nuestro país, Haití está separado Norte y Sur por accidentes geográficos. En nuestro caso, principalmente por la Cordillera Central y en ellos el golfo de la Gonave y el Massif du Nord (macizo del Norte, que es una extensión de la Cordillera Central). Era de rigor visitar su capital, Puerto Príncipe en el Sur y al menos Cabo Haitiano en el Norte, para tener una idea más generalizada de ese país, su territorio y gentes. Hay que educar a nuestra juventud de la realidad haitiana y que aprendan de las limitaciones y carencias de Haití y sus causas a fin de que sirvan de ejemplo en cuanto a lo que hay que preservar y mejorar en nuestro país. Y la mejor manera de acercarlos a esa realidad es llevar de excursión a estudiantes dominicanos del segundo bachillerato en adelante o de nivel universitario, que ya debería tener alguna madurez académica para asimilar realidades sociales básicas, a la ciudad de Cabo Haitiano, la fortaleza de la Citadelle, las ruinas de Sans Souci, y que interactúen allá durante dos días. Debido al trágico terremoto en Puerto Príncipe, no hay condiciones para estas excursiones a su capital, por el momento. Durante casi todo el tiempo transcurrido desde y antes de la Independencia hemos vivido como si Haití estuviera a 5,000 kilómetros de nuestras costas. Somos naciones con culturas muy diferentes, pero no podemos mantener una postura de distanciamiento que no permita desarrollar un mejor entendimiento de nuestras nuevas generaciones sobre Haití y de su potencial para nuestra economía. El problema migratorio debe encararse con profundidad tomando en cuenta todas las aristas. Es la mayor preocupación de los haitianófobos y no sin ningún mérito. Una migración desbordante, incontrolada, sin normas ni criterios prudenciales, no es saludable desde ningún punto de vista. Ya se ha escrito, y se escribe a diario, sobre esta materia. Tanto por especialistas como por llanos preocupados.

En lo personal, como me gusta proponer y me agrada la frase “todo aquel con una idea nueva es un loco, hasta que la idea triunfa”, hago exactamente eso: proponer ideas. Ya tenemos más de un millón de ciudadanos haitianos residiendo en nuestro territorio y me atrevería a especular que el 99% no tiene documentación migratoria alguna expedida por nuestra opacada Dirección General de Migración. Y cuando se dice “más de un millón de haitianos”, es que no hay una cifra aproximada, por no decir exacta. La culpa de esta estampida migratoria? La situación de indigencia económica y falta de esperanza en casi todos los ordenes en Haití para la gran mayoría de su población, es parte del problema. Del lado haitiano. Y de nuestro lado, podemos focalizar la culpa en las autoridades de Migración que es el organismo que debe hacer cumplir las normas migratorias. Si deseamos irradiar las faltas hacia el Ejecutivo, las empresas privadas, constructoras, hacendados, a la presión de las potencias acreedoras de República Dominicana, las ONGs, a los intereses de grupo, etc., todo cabe en el mismo cubo. Sin embargo, hay que señalar ayer, ahora y mañana, a la institución creada por el Estado para regular la migración hacia nuestro territorio desde cualquier procedencia. Tiene un ordenamiento y responsabilidades jurídicas, de ley. Y la ley debe aplicarse. Cumplir y hacer cumplir las leyes. Sin arbitrariedades, pero aplicarse. Esa es lo que diferencia entre una jungla y una sociedad organizada y civilizada. Qué prospera en el desorden? Más desorden. Y tenemos un flujo migratorio desordenado e injustificable, por más “conceptualizaciones” que se quieran plantear desde el Ejecutivo, que desautoriza y depone las funciones de ley del organismo regulador migratorio del Estado dominicano. Hay una responsabilidad histórica, al menos, que alguien deberá asumir.

Yo propondría que se documente a cada ciudadano haitiano que ya resida en el país y se le dote con una identificación, con un permiso de trabajo temporal, con un costo anual de 2,000 pesos a indexar en cuatrienios, para que estos fondos alivien la carga presupuestaria de los servicios públicos que utilizan en nuestro país. La identificación es necesaria hasta para prevenir y sancionar actos delictivos y, lógicamente, tener una base de datos confiable, en la medida de lo posible, de la presencia haitiana en República Dominicana. Ese permiso de trabajo temporal, con su documentación y costo anual, debe ser presentado, conocido y sancionado por el Congreso Nacional, ya que habría una modificación a la Ley de migración. Este permiso no debe estar vinculado de ningún modo a los requisitos vigentes para obtener la residencia permanente y eventualmente la ciudadanía dominicana. A los dominicanos nos conviene un Haití que prospere, como también le conviene a Haití una República Dominicana próspera. Eso es lo vital. Para lograrlo y no continuar en las viejas y fallidas prácticas que afectan estas aspiraciones de nuestros pueblos, debemos operar en todas nuestras actividades, intercambios y programas dentro del marco legal. Mientras más lejos estemos de este precepto seguiremos cosechando mucho más de lo que tenemos y que es evidente; excepto para los que no quieren verlo dentro de sus razones y motivaciones. Ahora bien, quiénes podrían oponerse a esta propuesta sobre documentar a los ciudadanos haitianos en el país y facilitarles el permiso de trabajo temporal? Intereses pro la integración de la isla en un mismo Estado no es cosa nueva. Hay especulaciones sobre conspiraciones, planes subrepticios y otras maquinaciones enmarcadas en esa dirección. Tenemos hasta radicales que vislumbran a los dominicanos como extranjeros en su propia tierra. Cuando se evalúa el grado de indiferencia e irresponsabilidad de las autoridades sobre el desorden migratorio, da cabida a la imaginación más productiva posible. Prefiero apostar a dos naciones separadas, con sus valores e identidades definidos, en Estados independientes como están, pero con un destino común de desarrollo humano y material, aprovechando sus potencialidades, voluntades y esperanzas, como socios comerciales, autónomos, culturalmente diferenciados y con Gobiernos, ya esto en lo ideal, que respondan, actúen y reflejen los intereses legítimos de ambas sociedades.

Si nuestras nuevas generaciones no conocen Haití, física y culturalmente, viajando allá, compartiendo y conociéndolo, sin los viejos prejuicios en carpeta, estaremos desperdiciando oportunidades mayores para nuestro aparato productivo y perderemos de vista, como ya ha pasado, la verdadera perspectiva de dinámicas que se ciernen sobre la isla desde otras latitudes. Mientras más ajenos de allí queramos estar, más lejano estará Haití, pero concomitante y paradójicamente, estará de igual forma mucho más entre nosotros mismos, aquí en casa, en República Dominicana.

1 comentario:

  1. Mientras más ignorante mantienen al pueblo menos posibilidades de ver todas estas cosas.
    INVERTIR EN EDUCAR PARA CAMBIAR NUESTRA REALIDAD Y NUESTRO FUTURO.

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