miércoles, 23 de diciembre de 2009

María Bonita y El Músico Poeta.


Desde que María Félix era una niña y vivía en Guadalajara, escuchaba el programa radiofónico, La hora azul en la XEW. Alrededor de la radios e sentaba en familia junto a sus hermanas y algunas amistades. El vate López Méndez, que por aquel entonces era el locutor más popular de la época lo anunciaba, recitaba las propiedades intimas de un “Lipstick” con las siguientes palabras: “Tangee no ha revelado jamás el secreto de un beso”. Inmediatamente después seguían canciones interpretadas al piano y cantadas por Agustín Lara. AL Maria Félix niña suspiraba con las letras y el tono romántico de las melodías, también con la inconfundible voz y el estilo del que ella años después llamaría el “músico poeta”, tal y como lo bautizaron los medios de comunicación en la década de los treinta.

María Félix ignoraba el cauce que tomaría el curso de su vida, ni siquiera había pensado en casarse ni tampoco estaba en edad de tener novio, soñaba que el músico poeta le e cantaba al oído sin que hubiera público; era un espectáculo íntegramente dedicado a ella.

Una noche, María Félix dijo en voz alta: “con este hombre me voy a casar”, refiriéndose naturalmente a Agustín Lara; su hermano Fernando la escuchó y fue con el chisme con la máxima autoridad de la casa, su padre: el resultado fue una reprimenda consistente en no salir a pasear. A la profética María no le importó porque en casa podía escuchar La hora azul.

Mucho tiempo antes de que María Félix se dedicara al cine, ya vivía en la ciudad de México, se había alejado de su familia geográficamente porque anhelaba una vida independiente y trabajaba como recepcionista de un doctor.





La ciudad de México en 1940 no tenía las grandes proporciones que hoy desborda; por supuesto que ya estaban trazados los barrios más importantes y más o menos habitados. La avenida Reforma era un paseo agradable, sobre todo en el tramo comprendido entre el Angel de la Independencia y la estatua del Caballito que comunicaba la Reforma con Avenida Juárez.

Un día que Maria Félix caminaba por Reforma entró al Bar California para hacer una llamada telefónica. Un hombre extremadamente delgado ocupaba el teléfono y se tardaba más de lo necesario en su conversación. Impaciente. Maria golpeo el vidrio de la caseta: el tipo colgó el auricular y salio enojado: al verlo, la Félix se quedó de una pieza: era Agustín Lara.

Cuando Maria Félix ya era una figura del cine, filmaba una película tras otra, todas vehículos para su estrellato, supo que Tito Novaro, compañero suyo en la Chica poblana, era algo cercano de Agustín Lara, como sabia lo mucho que ella admiraba al músico poeta, la invitó a salir para presentarle al genial compositor. Fue una reunión verdaderamente agradable porque platicaron como si se conocieran de mucho tiempo atrás. María volvió a cenar en su casa unos días después: su intención era que Agustín Lara, ya en la intimidad de su hogar, accediera a cantarle algunas melodías. Esta cita no pudo cumplirse ya que María se le olvidó por completo cuando Fernando fuentes, su director de Doña Bárbara, la llamó para informarle que la película estaba terminada y que tenía que asistir a una exhibición privada. Con la emoción se le olvidó el compromiso anterior. El día que estaba previsto para la reunión. María encontró a Lara y a Novaro en la puerta de su casa y le explicó lo que tenia que hacer, ambos acompañaron a ver la cinta que la dejó grabada en la memoria como la Doña.




A partir de estos encuentros comenzó la famosa relación de María Félix y Agustín Lara. La prensa verdaderamente los acosó hasta lo indecible: ellos inventaron que estaban casados para que ya no los molestaran. Al momento de empezar a vivir juntos la colmó de regalos, entre otros el famoso piano de cola. Ambos sintieron una atracción reciproca y durante uno años se comprendieron perfectamente; Agustín la ayudó a recuperar a su hijo Enrique; lo trajeron a vivir con ellos. Los celos fueron el factor primordial en la ruptura entre estas dos populares estrellas. El cortejo de Jorge Pasquel a la Doña ocasionó que Agustín Lara hasta quisiera matar a la diva durante el rodaje de Río escondido, le disparó en el baño mientras ella se alistaba para irse a la filmación. De no ser porque instantes antes que él accionara el revolver, ella se agachó a recoger un listón, a lo mejor México no contaría con su máxima estrella fílmica.

Cuando María Félix sintió que la relación se iba para abajo, tomó el consejo de su madre y se caso con Agustín Lara. Tenía que separase con dignidad. Ella le comentó que los productores españoles Cesáreo González y Benito Perojo, asociados con otras compañías europeas, le ofrecían un ventajoso contrato para filmar en España e Italia. Lara no estaba de acuerdo con la separación. La Félix quería probar otros horizontes. María Bonita, composición que le regaló Lara, no logró convencer a la Doña para que no se fuera de México. Ella tenía que aprovechar la oportunidad. Y se fue. La primera noche que asistió a un cabaret en Madrid, la Félix fue con un grupo de amigos. Al entrar al lugar, ella sintió una emoción muy grande al escuchar los acordes de la canción de Lara. “Madrid”, en la voz de Ana María González que había escrito él para cuando María llegara a la capital española: “ Cuando vayas a Madrid chulona mía, voy hacerte emperatriz de Lavapies…” y fue verdad, porque la señora se convirtió en una figura de enorme arrastre popular en la llamada península ibérica.

Somos Uno. Grandes Historias de Amor. Año2 #3,marzo 1997.

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