“Aquel que conquista a otros es fuerte; aquel que se conquista a sí mismo es poderoso.” Lao-Tse.
En cuanto sociedad, hemos perdido el arte de la reflexión, la capacidad de pensar profunda y seriamente sobre temas importantes. En su lugar, a trabes del brillo y la atracción que ejercen los medios de comunicación, hemos aprendido a sentir solamente lo que los demás están sintiendo al experimentar como propias las experiencias que otros viven ante nuestros ojos. Al reaccionar sólo emocionalmente, estamos dando nuestra aprobación táctica a lo que estamos presenciando, sin evaluar si es correcto o incorrecto, moral o inmoral, ético o antitético, o si concuerda con nuestras propias normas de vida. Hemos reemplazado el pensamiento por la emoción.
Sin embargo, para la enseñanza de los valores morales es esencial adquirir la muy importante capacidad de reflexionar sobres las experiencias vitales. El aprender de las experiencias depende de la capacidad para reflexionare sobre ellas y para adquirir formas comportamiento nuevas y mas apropiadas. Cuando nuestra respuesta a las experiencias se limita a la emoción, adquirimos la imagen de lo que “está bien”, pero sin que esta se integre a nuestra forma de vida.
Para trasmitirles los valores ( Empatía, Colaboración, Justicia, Tolerancia, Consideración, Valor, Humor, Respeto, Lealtad, Cortesía, Paciencia, Recursividad, serenidad, Confiabilidad, Motivación, Servicio, Responsabilidad, Honestidad, Seguridad y Disciplina ) a sus hijos, usted debe empezar por tomar conciencia de que ellos son la base de su propia definición de la rectitud y la integridad. Tome nota de su forma de reaccionar cuando alguien le entrega más dinero del que corresponde al recibir el cambio en un almacén. ¿Cómo reacciona usted cuando su hijo llega a diez minutos más tarde de la hora señalada para recogerlo?
Establecer sus propias normas de vida y vivir de acuerdo con ellas no es cosa de magia; sólo necesita establecer prioridades y elegir formas de comportamiento morales y éticas en vez de optar por el egocentrismo, la búsqueda del beneficio propio y el deseo de ganar a cualquier costo. Los valores no se inculcan a la fuerza; en realidad, es exactamente lo contrario. La enseñanza de los valores morales se lleva a cabo a través de las interacciones diarias con los niños: durante un paseo por el centro comercial, mientras se hace cola en un restaurante o cuando nos dirigimos hacia el campo de práctica de muestro deporte preferido.
Entonces, si la práctica de los valores es algo tan fácil, ¿Por qué la gran mayoría de las personas no lo hacemos? Porque adquirir la disciplina para hacerlo requiere un esfuerzo considerable, exige un trabajo intenso. En ocasiones puede parecernos más fácil dar gritos y vociferar, ordenar nosotros mismos el cuarto de los niños en vez de tomarnos el trabajo de enseñares como hacerlo, criticar a los demás o encontrar a alguien a quien culpar de los problemas que no podemos resolver en el primer intento. Esto es particularmente cierto si provenimos de padres que moldearon así nuestro comportamiento.
Cambiar la manera de comportarnos como padres que aprendimos cuando niños, por la que queremos transmitirles a nuestros hijos, puede lograrse si abrimos nuestro corazón. La felicidad, el amor y la esperanza crecerán si aplicamos las leyes para hacer negocios del DFA (Depósito Familiar de Amor):
Esté presente como un modelo que representa un papel positivo cuando sus hijos realmente lo necesiten; permita que sus hijos sepan que pueden confiar en que usted así lo hará.
Trace un plan disciplinario justo y consecuente.
Prodigue amor incondicional, amabilidad y cuidados al poner en vigor la disciplina.
Evite contiendas de poder con sus hijos.
Sea un modelo de los valores que está enseñando.
Establezca cuales son la prioridades familiares.
En cuanto sociedad, hemos perdido el arte de la reflexión, la capacidad de pensar profunda y seriamente sobre temas importantes. En su lugar, a trabes del brillo y la atracción que ejercen los medios de comunicación, hemos aprendido a sentir solamente lo que los demás están sintiendo al experimentar como propias las experiencias que otros viven ante nuestros ojos. Al reaccionar sólo emocionalmente, estamos dando nuestra aprobación táctica a lo que estamos presenciando, sin evaluar si es correcto o incorrecto, moral o inmoral, ético o antitético, o si concuerda con nuestras propias normas de vida. Hemos reemplazado el pensamiento por la emoción.
Sin embargo, para la enseñanza de los valores morales es esencial adquirir la muy importante capacidad de reflexionar sobres las experiencias vitales. El aprender de las experiencias depende de la capacidad para reflexionare sobre ellas y para adquirir formas comportamiento nuevas y mas apropiadas. Cuando nuestra respuesta a las experiencias se limita a la emoción, adquirimos la imagen de lo que “está bien”, pero sin que esta se integre a nuestra forma de vida.
Para trasmitirles los valores ( Empatía, Colaboración, Justicia, Tolerancia, Consideración, Valor, Humor, Respeto, Lealtad, Cortesía, Paciencia, Recursividad, serenidad, Confiabilidad, Motivación, Servicio, Responsabilidad, Honestidad, Seguridad y Disciplina ) a sus hijos, usted debe empezar por tomar conciencia de que ellos son la base de su propia definición de la rectitud y la integridad. Tome nota de su forma de reaccionar cuando alguien le entrega más dinero del que corresponde al recibir el cambio en un almacén. ¿Cómo reacciona usted cuando su hijo llega a diez minutos más tarde de la hora señalada para recogerlo?
Establecer sus propias normas de vida y vivir de acuerdo con ellas no es cosa de magia; sólo necesita establecer prioridades y elegir formas de comportamiento morales y éticas en vez de optar por el egocentrismo, la búsqueda del beneficio propio y el deseo de ganar a cualquier costo. Los valores no se inculcan a la fuerza; en realidad, es exactamente lo contrario. La enseñanza de los valores morales se lleva a cabo a través de las interacciones diarias con los niños: durante un paseo por el centro comercial, mientras se hace cola en un restaurante o cuando nos dirigimos hacia el campo de práctica de muestro deporte preferido.
Entonces, si la práctica de los valores es algo tan fácil, ¿Por qué la gran mayoría de las personas no lo hacemos? Porque adquirir la disciplina para hacerlo requiere un esfuerzo considerable, exige un trabajo intenso. En ocasiones puede parecernos más fácil dar gritos y vociferar, ordenar nosotros mismos el cuarto de los niños en vez de tomarnos el trabajo de enseñares como hacerlo, criticar a los demás o encontrar a alguien a quien culpar de los problemas que no podemos resolver en el primer intento. Esto es particularmente cierto si provenimos de padres que moldearon así nuestro comportamiento.
Cambiar la manera de comportarnos como padres que aprendimos cuando niños, por la que queremos transmitirles a nuestros hijos, puede lograrse si abrimos nuestro corazón. La felicidad, el amor y la esperanza crecerán si aplicamos las leyes para hacer negocios del DFA (Depósito Familiar de Amor):
Esté presente como un modelo que representa un papel positivo cuando sus hijos realmente lo necesiten; permita que sus hijos sepan que pueden confiar en que usted así lo hará.
Trace un plan disciplinario justo y consecuente.
Prodigue amor incondicional, amabilidad y cuidados al poner en vigor la disciplina.
Evite contiendas de poder con sus hijos.
Sea un modelo de los valores que está enseñando.
Establezca cuales son la prioridades familiares.
20 valores que usted puede transmitirles a sus hijos. Barbara Unell/Jerry Wyckoff.
Imagen: Los mensajeros.com
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