lunes, 14 de septiembre de 2009

LAS MUÑECAS DE TRAPO “CHEVIN”: La emoción de volver a la niñez



Por Marcial Báez

Hace días que estaba por escribir el origen de las muñecas de trapo CHEVIN, que he diseñado y confeccionado a mano para dar una respuesta de la evolución de las mismas y el concepto de rescate de un género que ya “raído” en el tiempo se ha perdido, como se van perdiendo los valores en este país, tan rápido como se olvidan las cosas y la verdad he tenido que remontarme bien atrás... y observar, primero a mi madre sentada frente a su máquina de coser “Singer”, que para la época costaba RD$150.00 confeccionando trajes para niñas, abriendo la tela encima de la cama y creando de su cabeza, al margen de las modas que venían en los figurines publicados para tal fin y cuyo resultado era una obra de arte del vestir infantil.



La imagen bastante clara, se enfoca cuando la acompañaba, a veces, de compra a los establecimientos (de: Tatá Puello, Nicolas Yunen, Hermanas Renville, Salomón) especializados en los accesorios decorativos y funcionales, que le daban el toque final a los vestidos: cintas, aplicaciones, manojitos, arandelas, bordados, sustaches, encajes, hilo, agujas, entredos, pasacinta, tru tru, dobladillos, en fin cosas que cuando las observaba me detenía en el color y en el diseño de las alforzas, del trabajo rebuscado en el bordado de los encajes y después, a disfrutar de un suculento helado de chocolate donde Papatín.





Más adelante, en las vacaciones, pasaba las temporadas en el campo, donde mis abuelos y observaba en otra vertiente aquella máquina “Singer” que tuvo el mismo uso que la de mi mamá, coser para el público, pero que esta, ya era utilizada para realizar labores de las mujeres de la casa y también, hacerles a mi abuelo sus pijamas y sus camisas.





En una de esas vacaciones, fue mi primer encuentro con las muñecas de trapo, las cuales eran confeccionadas por las muchachas de la familia, las cuales tomaban los retazos que caían al piso y más adelante construían las muñecas, a las cuales le ponían el pelo de las hilachas de la tela de “fuerte azul” y no la rellenaban, sino que iban haciendo los miembros con los retazos enrollados como se van haciendo los cigarros, los elementos del rostro se lo bordaban con hilos y a algunas le ponían busto. Era interesante ver que de unos trapos, iban surgiendo figuras y sobre todo la expresión en el rostro de las muchachas cuando terminaban su creación… y dando saltos.



Las imágenes fueron surgiendo nítidas, cada miembro fue tomando forma, se fueron ensamblando, ya no serían retazos, el colorido sería más brillante, no hubo un patrón establecido, las manos fueron moldeando la idea que se convirtió en algo real palpable, vuelos, cintas, encajes, hilo de lana para el pelo, algodón para el relleno, una expresión, un equilibrio; motivar en medio de esta baraúnda social y política por la que atravesamos por este lado del mundo, a crear aquello, que hoy para muchas sería un volver a recordar momentos felices, como una Doña de 80 años de edad que me llamó por teléfono y me preguntó… ¿Cuándo comienzan los talleres para aprender a hacerlas?... que lo leyó en Menudo en el Listín Diario, que sentada en su silla de ruedas quiere de nuevo sentir la emoción de volver a su niñez a través de la confección de las muñecas de trapo, que hoy se llaman CHEVIN, en honor a mi madre, como le decían en su infancia.
Arte: WARY PUBLICIDAD. Fotos: Marcial Báez.

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