De Ligia Minaya.
Denver, Colorado
No está bien ir a la oficina vestida como el que va a un carnaval, a un bachateo. Tampoco lucen bien los que andan de saco y corbata a mediodía en un clima como el nuestro.
En uno de mis viajes a mi país supe de una circular que había enviado el Secretario de Educación a sus empleadas. Se les impedía, entre otras cosas, los pantalones apretados, las blusas escotadas, los aretes grandes y se le decía cómo peinarse. Lo que se le olvidó, o no quiso el funcionario, fue decirle a los varones que combinen el saco con el pantalón, se recojan la panzota, se arreglen la barba y el bigote, se corten el pelo adecuadamente y que una camisa a cuadros no compagina con una corbata de bolitas azules. Siempre nos toca a las mujeres llevar la peor parte. A los hombres, como siempre, perdonarles sus indelicadezas. Si bien es cierto que el hábito no hace el monje, pero lo identifica, la circular aquella tiene un poco de razón. Porque no está bien ir a trabajar con las frutas a punto de salirse de la canasta, con el pantalón que marque la cuca o con un vestido y un peinado como para ir de fiesta.
Pero eso se aprende en casa. Es parte de las buenas costumbres, de tener dos dedos de frente, porque es imprudente ir a un velorio vestida de rojo, a la iglesia con un gran escote o invitada a una cena de lujo con tenis. Como tampoco es bueno que ya los hombres no se recorten el ruedo del pantalón y anden por ahí con patas de elefante o que usen zapatos negros con medias blancas. Como tampoco es bien visto que presuman de esas panzas a las que no alcanza la camisa o de barbas descuidadas que más bien los hacen parecer recién salidos del basurero. O jugamos todos o se rompe la baraja.
Cuando fui a sacar la nueva cédula, al igual que a renovar el pasaporte, me vi precisada, para que me tomaran la foto, a ponerme la chaqueta de una amiga ¿Será posible? Pero el negocio estaba a pocos pasos: alquiler de blusas, faldas y sacos. Entiendo que no esté bien cuando se va a la oficina, que se vista como el que va a un carnaval, a un bachateo. Tampoco lucen bien los que andan de saco y corbata a mediodía en un clima como el nuestro. ¿No será mejor una linda chacabana?
Una vez me tocó ir al aeropuerto a buscar a una reconocida escritora y en el Salón de Invitados no dejaron entrar a mi acompañante que vestía jeans. Sin embargo, el entorno estaba lleno de unos hombres sudorosos, con pantalones y camisas que no combinaban y tenis que no les cabía más sucio, y para colmo, voceaban. Pero lo que puso el punto sobre la í, fue que la invitada y dos periodistas que la acompañaban llegaron con jeans y tenis. El encargado de ese "prestigioso" salón me dijo que los señores no podían entrar con esa ropa, y le dije: "pues mira, dígaselo usted y ya verá cómo saldremos de mal parados a nivel mundial".
Para más INRI, los jeans se han convertido en una prenda indispensable y que se acomoda a todo, incluso a una lujosa chaqueta. Naturalmente, hay jeans y "jeans", pero nadie es quién para prohibir o decirle a un ciudadano cómo debe ir vestido, más en nuestro país, donde una blusita sin manga es lo que manda el clima ¡Por favor, dejémonos de ridiculeces, que ya está bueno!
Diario Libre. Saudales. 8 agosto 2009
Denver, Colorado
No está bien ir a la oficina vestida como el que va a un carnaval, a un bachateo. Tampoco lucen bien los que andan de saco y corbata a mediodía en un clima como el nuestro.
En uno de mis viajes a mi país supe de una circular que había enviado el Secretario de Educación a sus empleadas. Se les impedía, entre otras cosas, los pantalones apretados, las blusas escotadas, los aretes grandes y se le decía cómo peinarse. Lo que se le olvidó, o no quiso el funcionario, fue decirle a los varones que combinen el saco con el pantalón, se recojan la panzota, se arreglen la barba y el bigote, se corten el pelo adecuadamente y que una camisa a cuadros no compagina con una corbata de bolitas azules. Siempre nos toca a las mujeres llevar la peor parte. A los hombres, como siempre, perdonarles sus indelicadezas. Si bien es cierto que el hábito no hace el monje, pero lo identifica, la circular aquella tiene un poco de razón. Porque no está bien ir a trabajar con las frutas a punto de salirse de la canasta, con el pantalón que marque la cuca o con un vestido y un peinado como para ir de fiesta.
Pero eso se aprende en casa. Es parte de las buenas costumbres, de tener dos dedos de frente, porque es imprudente ir a un velorio vestida de rojo, a la iglesia con un gran escote o invitada a una cena de lujo con tenis. Como tampoco es bueno que ya los hombres no se recorten el ruedo del pantalón y anden por ahí con patas de elefante o que usen zapatos negros con medias blancas. Como tampoco es bien visto que presuman de esas panzas a las que no alcanza la camisa o de barbas descuidadas que más bien los hacen parecer recién salidos del basurero. O jugamos todos o se rompe la baraja.
Cuando fui a sacar la nueva cédula, al igual que a renovar el pasaporte, me vi precisada, para que me tomaran la foto, a ponerme la chaqueta de una amiga ¿Será posible? Pero el negocio estaba a pocos pasos: alquiler de blusas, faldas y sacos. Entiendo que no esté bien cuando se va a la oficina, que se vista como el que va a un carnaval, a un bachateo. Tampoco lucen bien los que andan de saco y corbata a mediodía en un clima como el nuestro. ¿No será mejor una linda chacabana?
Una vez me tocó ir al aeropuerto a buscar a una reconocida escritora y en el Salón de Invitados no dejaron entrar a mi acompañante que vestía jeans. Sin embargo, el entorno estaba lleno de unos hombres sudorosos, con pantalones y camisas que no combinaban y tenis que no les cabía más sucio, y para colmo, voceaban. Pero lo que puso el punto sobre la í, fue que la invitada y dos periodistas que la acompañaban llegaron con jeans y tenis. El encargado de ese "prestigioso" salón me dijo que los señores no podían entrar con esa ropa, y le dije: "pues mira, dígaselo usted y ya verá cómo saldremos de mal parados a nivel mundial".
Para más INRI, los jeans se han convertido en una prenda indispensable y que se acomoda a todo, incluso a una lujosa chaqueta. Naturalmente, hay jeans y "jeans", pero nadie es quién para prohibir o decirle a un ciudadano cómo debe ir vestido, más en nuestro país, donde una blusita sin manga es lo que manda el clima ¡Por favor, dejémonos de ridiculeces, que ya está bueno!
Diario Libre. Saudales. 8 agosto 2009
Cual es el trasfondo aqui. Que nos gusta vivir sin ley. Y que queremos, para liberarnos de la culpa, que las leyes se ajusten a nosotros. Donde esta la incongruencia? Que la misma autora ha dicho en los primeros parrafos que hay ropas apropiadas para cada ocasion y que luego se queja cuando una persona rope la regla que aprueba. Pero lo basico, si una ropa es vulgar en la iglesia, sigue siendo vulgar en cualquier otro lugar pues quien juzga esta LITERALMENTE en todas partes. Dios es quien juzga la manera inmoral con que hombres y mujeres se visten... y viven.
ResponderEliminarTambien pienso que no solo hay que ser correcto en la manera de vestir, sino tb en la manera de hablar... y de escribir articulos. Cabe destacar las maneras inapropiadas con que quien escribe el articulo trata de argumentar. Si vestir mal causa mala impresion, escribir mal tambien.
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