domingo, 21 de junio de 2009

Eberto Lalane, EL FIERO


De Ligia Minaya
Denver, Colorado

Si El Fiero no hubiera muerto, sería hoy un político a seguir, un hombre en el que los dominicanos podríamos confiar.

Si hay un libro que a mí me ha emocionado es El Fiero, escrito por Hamlet Hermann en recuerdo y tributo a su compañero de ideales y jornadas. En el que a lo largo y ancho de sus páginas se van estableciendo responsabilidades de los que en aquellos años participaron en la lucha armada. Y como dice en la Introducción, se narran episodios nunca antes contados en el ambiente social y político de 1963 y 1973, descritos con franqueza, donde aparecen con nombres y apellidos los patriotas y los traidores. Donde la memoria ocupa un lugar importante, y sobre todo un libro que nos permite conocer a Eberto Lalane José, como lo que fue, un hombre único e irrepetible. Lo mejor que nos ha podido suceder a los dominicanos es que los protagonistas de hechos históricos se hayan decidido a contarnos sus experiencias, sus esfuerzos, sus sacrificios y hasta sus errores, como lo hace Hamlet con El Fiero. Un muchacho que a los diecisiete años perdió un brazo y un ojo, lo que no le impidió alcanzar sus metas como revolucionario.

Y los perdió por la irresponsabilidad de unos compañeros que no supieron decirle hasta donde comprometía su integridad física con aquel artefacto que entregaron sin más que decirle dónde y cuándo debía ponerlo. Al leer esa parte, recuerdo a más de un amigo mutilado en las mismas circunstancias, y lo peor, que nadie acudió en su amparo, ni se hizo responsable del daño.

Según nos cuenta Hamlet, Eberto, además de su formación política, era un hombre impecable a la hora de armonizar en un conflicto, de tomar decisiones, de llegar a acuerdos. En más de una ocasión, como cuando fue a Benidorm a entrevistarse con Bosch, y este no quiso recibirlo y lo hizo con Peña Gómez, su equilibrado temperamento, su amplia visión del mundo hizo que se diera cuenta por qué ocurrían muchas cosas dentro y fuera del país, y con quien podían contar. Si El Fiero no hubiera muerto, sería hoy un político a seguir, un hombre en el que los dominicanos podríamos confiar. Pero decía mi abuela que, Dios sólo come corazones, y quizás en ese momento el corazón de Eberto le era imprescindible para alimentarse. Olvidándose Dios de los que quedamos, pienso yo. El Fiero era un hombre tan completo, que sucumbió al amor. Se enamoró de Quisqueya, la viuda de otro revolucionario que ofrendó su vida por la libertad de la Patria. Quizás, y sin quizás, el momento más dulce de su vida dentro de aquella lucha, no sólo con las armas, sino también contra el individualismo que tanto daño nos ha hecho a los dominicanos, contra la traición de los compañeros, contra la irresponsabilidad de los que creía sus aliados. En fin, una vida de lucha en todos los campos, aromada por el amor de Quisqueya y el nacimiento de su hija Sumaya.

Hizo bien Hamlet Hermann en escribir este libro. Así, los jóvenes de hoy sabrán que se puede vivir con dignidad, que no es menester tener el cuerpo intacto, que la meta no debe ser vender la dignidad por un empleo. Ahí está El Fiero para mostrárnoslo con toda plenitud.

DIARIO LIBRE.com. SAUDADES. 20 Junio 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario