jueves, 17 de mayo de 2012

LA FERIA DE LA DEMAGOGIA



Agustín Perozo Barinas

En la ciudad de Nueva York, Virgilio Gómez Suardí (†) enunció: “quien quiera saber, que se compre un viejo”. Ellos son los dueños de la experiencia.

Ilustrar con la verdad posee una virtud. Se apoya en hechos evidentes. Nunca en elucidaciones complacientes. Aunque hoy se popularicen en la juventud frases malintencionadas como “me espanta la verdad, prefiero una gran mentira...”

Un jueves, alrededor de las seis de la tarde, la parada de las guaguas «Expreso Ruta B» hacia San Cristóbal lucía muy activa en el Parque Independencia en la Capital. Una joven universitaria, bella trigueña chilena de largo pelo negro azabache, abordó el minibús. Ya sentada escucha, casi involuntariamente, las conversaciones que espontáneamente se van desarrollando entre los pasajeros, muchos desconocidos entre sí.

Son quejas por la situación del país. Notó que algunos planteaban análisis a los problemas nacionales y propuestas para resolverlos casi todos. Desde la corrupción y la delincuencia hasta la energía eléctrica, entre otros. Era un jolgorio complementado con música popular en alto volumen. Luego de media hora de distracción el chofer se apiada de los pasajeros, baja el volumen y parte.

La agraciada muchacha decidió hace unas semanas conocer de la política, pero la percibe como algo ajeno. Concluyó que el poder político es la herramienta para una mejor o peor nación, según su uso. No cree en ideologías, sino que desea ‘vivir’, no simplemente ‘sobrevivir’. Al concluir sus estudios universitarios no ve buenas perspectivas de trabajo con ingreso digno. Hay demasiados jóvenes graduados cada año, como en una producción en serie, esperanzados en un mercado laboral incierto.

Decidió consultar un diccionario de la lengua española que había comprado en un remate de libros usados en los entornos de la universidad. Buscó el término «política»: 1. Actividad que tiene como finalidad gobernar y organizar un país. 2. Forma de actuar, estrategia. Y un político no es otra cosa que alguien que se dedica a la política.

Su pasajero inmediato era un personaje con porte de bohemio quien de soslayo vio el diccionario abierto y comentó:

– Es una buena opción para sacar respuestas básicas a muchas inquietudes.

– ¿Cree usted?

– Lo creo y lo reafirmo.

– Acabo de leer la definición de ‘política’.

– Sí. Por curioso lo vi... ¿Puedo explicarte más sobre el tema?

– Claro.

– Un político es como un gerente. De la misma manera que sucede en el sector privado, hay buenos y malos gerentes. Con la diferencia que los malos gerentes, cuando no hay complicidades, no duran mucho en el sector privado.

– Los jóvenes percibimos la política como algo complicado, aburrido y dañino.

– ¿Qué tendría de “complicado, aburrido y dañino” gobernar y organizar un país?, ¿a quienes les es de interés que se interprete así?

– ¿A los políticos? – ¡Exacto! Habría que señalar a nuestra partidocracia dominante que es la beneficiaria de esa interpretación impuesta a buena parte de la juventud y a otros segmentos importantes de la población para inmovilizarlos, para que no se involucren en política.

– ¿Con qué fin?

– Al no participar en política pasan estadística y efectivamente al segmento abstencionista. Entonces piensa en lo que expresó el gran historiador inglés Arnold Toynbee: “el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”.

– ¿Y acaso no necesitan gente? ¿Votos?

– La Tríada, que aglutina a tres millones y medio de dominicanos, de los seis y medio aptos para votar en el 2012, no ha diseñado esta componenda hasta la desidia radical pues también debe conquistar mentes ingenuas con pan y circo. Maquilla la trama como “la fiesta de la democracia” cuando es en realidad “la feria de los demagogia”.

– ¿Para qué?

– Para embaucar gentes incautas que necesita para justificar los números mágicos en este sistema politiquero y los demás, confundidos, marchan a formar filas en el abstencionismo bajo el lema de “no voto por nadie, pues todo es lo mismo”. Farsas, tránsfugas...

– Entonces, ¿es un callejón sin salida?

– Si continúa logrando, como lo ha logrado, que la política se perciba como un oficio mañoso, de malas artes, seguirá secuestrando el sistema político y de ahí al Estado y sus mieles.

– ¿Cómo funciona esa receta?

– A mayor número de abstencionistas es más fácil manipular una mayoría relativa entre dos o tres partidos demagógicos los que, en su maniobrar en el tiempo, se convierten en los «tradicionales».

– ¿Y por qué tantos jóvenes no acaban de despertar?

– Porque La Tríada justifica su accionar y sus propósitos con un arsenal de doctrinas y prácticas embaucadoras. Pero los resultados desnudan sus intereses excluyentes en los que está asociada de una u otra manera y que no responden al bienestar de la sociedad en su conjunto. ¿O acaso vamos bien en educación, por citar un solo ejemplo?

Así, el bohemio y la joven prosiguieron conversando sobre política durante el trayecto. Minutos más tarde arribaron al Parquecito de los Vagos de San Cristóbal.

– Me llamo Aribaldes. Y puedes tutearme que no soy tan viejo. ¿Te llamas?

– Gema. Gema Jacqueline...

– ¿Dónde vives?, pregunta el bohemio.

– En Madre Vieja Sur. Pero hoy dormiré en casa de una amiga en la Padre Ayala.

– ¿Aceptarías un helado en el parque Piedras Vivas?

– Parece buena idea pero, ¿por qué usaste el término ‘feria de la demagogia’?

– Vamos por el helado y te explico allá.

Ya era anochecer. Caminaron las cuatro cuadras hasta la heladería contigua al Colegio San Rafael. El torrente de ‘motoconchistas’ abrumaba haciendo lucir la Avenida Constitución como un colmenar mecánico. Luego de comprar sendos helados deciden sentarse unos minutos en un banco del parque frente a la Parroquia Nuestra Señora de la Consolación, que es más tranquilo.

– Tienes un curioso nombre...

– Lo sé pero ya te acostumbrarás.

– Explícame lo de la ‘feria de la demagogia’.

–Tomemos de nuevo tu diccionario y leamos la definición de ‘demagogia’: 1. Intento de conseguir el apoyo de los demás por cualquier medio, sobre todo con falsas promesas.

– Eso me es familiar.

–Es la exaltación de las pasiones del pueblo. Un demagogo no es un político. Es un politiquero. La política tiene un fin supremo, pues gobernar y organizar un país es una virtud colectiva.

–Voy comprendiendo.

–En cambio, la demagogia o politiquería, es perniciosa. Todos sus ramales acomodan negocios y abusos contra los recursos del Estado.

–¿Y cómo puedo aportar para contener esto?

– Memorizando de tu diccionario las definiciones de ‘política’ y ‘demagogia’ e involucrarte en un proyecto, que te persuada con hechos, que la práctica responsable de la política es perfectamente posible.

– Dame una razón que justifique el intento.

–Para que este ideal tenga el sabor de una verdadera «fiesta de la democracia» que es el sistema político que debemos madurar pues envuelve, en todos los órdenes, las aspiraciones de prosperidad y bienestar del pueblo dominicano.

– Curioso el destino. Apenas abrí el diccionario en la parada y apareciste de la nada. Con pocas palabras tengo claro el asunto.

– ¿Volveré a verte?

– Es obvio que sí. Este domingo a las cinco de la tarde en la heladería. ¿Me comprarías otro helado?

– La luna hatomayorense que quieras, Gema. Hasta la misma luna...

Les cayó encima la prima noche y era hora de marcharse. Aribaldes acompaña a Gema Jacqueline hasta la casa de su amiga en la calle Padre Ayala y se despiden con un tímido beso en la mejilla.

En el trayecto a su hogar repara en lo reiterativo. Un pueblo que avanza al ritmo y melodía que se auto impone. Se dice que “todo según el color conque se mire”. Que cada quien interpreta en su medio de acuerdo a su propia condición. No obstante, tarde o temprano las crudas e innegables realidades del día a día de las mayorías tocarán incluso a los que deciden excluirse del drama. Todos deberemos involucrarnos para desenmarañar el bulto, antes que se enrede más este tinglado.

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