Ligia Minaya
Denver, Colorado
Yo estoy lejos, pero mi corazón está a tu lado.
Sufro contigo y por ti. Levanto la voz junto a los que
por ti luchan, a los que quieren seguir contigo,
a los que nunca han pensado en dejarte o abandonarte.
Estoy triste. Indignada. Lejos de ti, es verdad. Veo lo que está pasando dentro de ti y me duele. Me duele mucho. Te han tirado al abandono. Te maltratan cada día. Lo hacen algunos de tus hijos. Esos que no saben de respeto. Esos que no tienen educación social. Los que solo quieren llenarse los bolsillos. Esos y esas que ven para otro lado y no quieren saber nada de ti. Estoy lejos, pero cada día sé lo que te hacen, lo que sufres. Muchos no piensan en que lo eres todo. En que los pariste. En que viven de tu tierra fértil, de tu sol de siempre, de tus montañas cubiertas de árboles florecidos y frutales, de tus ríos que aunque hoy contaminados les dan agua. Esos son los que te gobiernan. Los que te han gobernado una y otra vez, desde siempre. Llegan a la cumbre del Poder, y son de uno y otro lado, pero no importa, piensan solo en ellos. Y yo, patria querida, desde aquí, siento tu llanto, tu dolor, tu desamparo.
Cuando ajusticiaron al tirano muchos creímos que gobernaría la democracia. Que gobernaría el respeto, los buenos ciudadanos, que como la Primada de América seríamos el ejemplo a seguir de los demás países. Pero no. La democracia nació enferma, incapacitada, marcada por heridas. Los que tenían que traerla al mundo lo hicieron pensando solo en ellos. Y ahí estás, Patria mía, todavía inválida, sin echar para adelante. Te lo impiden ellos, los políticos. Esos que manipulan las palabras. Los que prometen y no cumplen. Los que hablan bonito pero con frases huecas, sin sentido. Para hacerte cambiar, ahora les toca a tus hijos, a tu gente, a tu pueblo. Les conviene hacerse sentir. Hay que forzar los cambios para bien. Sin violencia pero el tiempo correcto. Un tiempo sin límites. Hasta que llegue lo que se quiere, lo que se busca, lo legal, el bienestar ciudadano, la protección del anciano, del niño y la escuela, del no maltrato a la mujer, el buen vivir del discapacitado, el respeto a los derechos y la obediencia a los deberes. Y eso le toca al ciudadano de la calle, al empresario y al obrero, al rico y al pobre, al agricultor y al pulpero, al paletero de la esquina y al que fríe yaniqueques, al heredero de riquezas y al que no tiene nada. En fin, a todos tus hijos e hijas.
Un país no es propiedad de los que gobiernan, es de todos. Y todos debemos poner nuestro esfuerzo, nuestra disposición, nuestro interés, en que la Patria, esa en que nacimos, esa que nos parió, nos dio la vida y la alegría de vivir, esté orgullosa de nosotros. Yo estoy lejos, es cierto, pero mi corazón está a tu lado. Sufro contigo y por ti. Desde aquí solo puedo hacer estas líneas. Levantar la voz junto a los que por ti luchan, a los que quieren seguir contigo, a los que nunca han pensado en dejarte o abandonarte. Yo no te he abandonado, ni te abandonaré nunca. Seguiré siendo tu hija, soñando con tus valles y tus montañas, con tu mar de siempre y tus hermosos ríos. Con tu gente trabajadora. Voy cada año a verte, a disfrutar de ti y tus paisajes, de mi familia y mis amigos, y regreso con toda la energía que me das. Mi pensamiento y mis sentimientos están y estarán contigo en todo lo que he vivido y por lo que me queda por vivir.
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