Editorial
Ofrezcamos nuestros corazones para despertar vidas.
Amigos todos:
Nuestro Instituto Politécnico Loyola arriba a los 59 años de vida. Demos gracias a dios porque ha estado grande con nosotros. Octubre del 1952 una piedra, octubre del 2011 un edificio: muchas manos amigas. Muchos corazones unidos. Mucha oración agradecida. Muchas lagrimas derrapadas. Muchas alegrías contagiantes. Una constante; despertar vida.
Si me pidieran resumir la labor del Politécnico Loyola en estos 59 años, diría que el IPL se ha dedicado a despertar vidas, a sembrar creatividad, fantasía y gusto por la vida. El Politécnico nació para estar al servicio de la vida y suscitar vida en las personas: niños de básica, bachilleres técnicos, jóvenes del programa Infotep-Loyola, Escuela de Idiomas Loyola, Educación Continuada, tecnólogos y actuales estudiantes de ingeniarías.
Es esta vida expresada en un sin número de actividades la que se reíste a quedar presa de “clichés” y reduccionismos económicos, como si una escuela existiera sólo para formar “capital humano”. Defendemos y defenderemos una sólida formación en el humanismo clásico frente a una “meritocracia” académica salvaje que excluye y deforma cabezas y corazones.
La vida es dinámica, 59 años después podemos caer en la tentación de sentarnos a gloriarnos de triunfos pasados o quedarnos paralizados quejándonos de fracasos históricos. Ni gloria ni quejas, preferimos optar por la vida que se nos ofrece gratuita cada día.
Hace unos meses se extinguió una gran voz, una gran mujer: Mercedes Sosa. Entre tantas cosas que cantó, expresó: quien dijo que todo esta perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón: ofrezcamos sin miedo nuestros corazones, porque República Dominicana necesita comunidades educativas que recuperen sus corazones, sus pasiones, sus ilusiones, sus sueños y pongan todas sus energías al servicio de un país más habitable. Nada grande se ha hecho en la vida sin pasión. Donde no hay pasión lo que existe es adicción. Ofrezcamos nuestros corazones para que la adicción a la mentira, a la corrupción, al chantaje, a la manipulación, a la tergiversación, a la “serruchadera de palo”, a la ambición irracional, a la impunidad, al clientelismo no tenga la última palabra.
Sueño con eso y animo a toda la familia Loyola a no tenerle miedo al mundo que nos ha tocado vivir. Dios que hizo posible el nacimiento de esta institución, la conservará y la llevará adelante.
P. Francisco Escolástico, sj.
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