domingo, 30 de enero de 2011

Un diálogo entre Aribáldes y Demófeles


Agustín Perozo Barinas

Aribáldes había concluido su rutina ese día persuadiendo a gentes de los porqué debían inmiscuirse y participar en política. Le preocupaba lo que veía. Hombres, mujeres, ancianos y niños atribulados. La naturaleza dolida con ríos y mares descompuestos, erosiones extendidas, aires viciados. La humanidad con profusión y tecnologías como nunca en su historia, pero algo anda mal y esto puede perpetuarse, rumiaba. Curiosamente afinaba una melodía propia con un grave deje mientras caminaba por una acera quebrada y desnivelada. Su amigo Demófeles le esperaba, como habitual los lunes al atardecer, inclinado a un árbol que creía suyo en aquel parque forestal. Saludarse ya no era opcional, simplemente gesticulaban con algún movimiento único pero descifrable entre ellos...

Demófeles: Dime una razón concluyente, entre esas conjeturas que siempre elucubras, para ilustrarme sobre tu montaraz y perpetuo brío para enseñar a la gente. En lo particular no le veo sentido a este afán tan manifiesto si a la corta o a la larga será más de lo mismo.

Aribáldes: Una vez te mencioné sobre –el nacimiento al revés- pero ni me pusiste atención ni me volviste a preguntar. Si me prometes no interrumpirme, te lo explico de nuevo...
Demófeles: Prometido.

Aribáldes: ¿Recuerdas cuando naciste? ¿O tienes recuerdos de por lo menos tus primeros tres años?

Demófeles: No. Al menos yo, en lo absoluto.

Aribáldes: Entonces se puede especular que, como dijo el filósofo Locke, llegaste al mundo como una tabula rasa. Esto es, como un paño en blanco. Sin memorias, ni conocimiento, sin normas, nada... Simplemente una esponja mental sensorial e instintiva. Como una especie de robot biológico prediseñado para aprender de su entorno.

Demófeles: Mmjú...

Aribáldes: ¿Me estás poniendo atención?

Demófeles: Claro que sí. Sólo asentí a mi manera.

Aribáldes: Pues bien. Con el tiempo y aplicando aquella sentencia de que -nadie escapa al ambiente que le rodea- vas tomando conciencia, que no es más que el conocimiento de ti mismo y de tu entorno. Como llegaste siendo una tabula rasa eres, tu ser conductual, lo que absorbiste de tu medio. Dime si hasta aquí vas comprendiendo...

Demófeles: ¿Por qué preguntas? No te he interrumpido.

Aribáldes: Porque ya una vez intenté explicarte, como te recordé antes de empezar con este tema, y luego de hablar y hablar me saliste con una de las tuyas. Bueno, entonces vamos bien. ¿Sigo?

Demófeles: Mmjú...

Aribáldes: Desde que tienes conciencia de ti mismo, sabes que no eres otro, ni puedes serlo. Tú eres tú. Algo así como una ventana a este mundo, a esta realidad tuya cotidiana. Ya sabes, como ser histórico que eres, pues tienes un pasado, vives un presente y esperas un futuro, hay una barrera hacia atrás, antes de tu nacimiento que no puedes cruzar, al menos concientemente, que es tu realidad y actualidad. Sin embargo, sabes como ser racional que de ese incógnito viniste. Y puedas racionalizarlo o no, o que culturalmente en tu medio existencial aquí te acomoden interpretaciones, sencillamente estás aquí, donde otros estuvieron y otros estarán, y que de este aquí también tú pasarás... ¿Nos vamos entendiendo?

Demófeles : Estoy tratando... Pero sigue, pues fui yo quien empecé.

Aribáldes: Cuando mueras, espero que sea en cien años, retornarás a ese enigma del que viniste... Que puedes interpretar como la nada, pues no tienes memoria de ese pasaje. Sin embargo no es la nada pues atestiguas, desde éste tu presente, la llegada y partida de muchos seres en esta dimensión existencial. ¿Voy muy rápido?
Demófeles: Hablando de nada, para nada...

Aribáldes: Podemos inferir entonces que de esa dimensión ignota que venimos, es la misma hacia donde partimos. Que la muerte es el fin de la unidad biológica que somos, así como la procreación y posterior nacimiento es el inicio de ella. Por lo tanto, naces como tabula rasa, tu interacción histórica con tu medio evoluciona en una entidad o personaje que eres tú, y que al morir retornas a esa condición previa. Tu progresión o regresión humana no se pierde pues ya es parte del haber colectivo que se mantiene. Ese haber colectivo es la sociedad humana hacia donde y desde donde entran y parten nuevas entidades humanas, constantemente. ¿Y qué tal si tú repites cíclicamente este proceso? ¿No te convendría siempre llegar como tabula rasa a un medio superior, más desarrollado, que el que te tocó? ¿Acaso no somos los hombres y mujeres los que forjamos y delegamos al futuro un mundo mejor o peor? Si vemos tantas injusticias, muchas inexplicables, y nos resistimos a racionalizar que sencillamente acaecen y así quedan en la historia de los tiempos, podríamos aceptar que hay una renovación cíclica del ser.

Demófeles: Sugestiva y osada la tesis, pero ¿dónde lleva?...

Aribáldes: Si aceptases como válida la presunción, coincidiríamos que, pudiendo manifestarnos biológica y reiteradamente, desearíamos siempre arribar a mejor puerto, a una mejor sociedad. Si yo soy un ente histórico dentro de esta hipótesis, lo que yo haga en esta vida repercute en la evolución o regresión de la humanidad. Si deseo una sociedad humana mejor desarrollada en todos los ámbitos, donde pueda en una probable presencia futura, como entidad fresca, tener mejor ventura en todos las esferas del vivir, entonces debo aportar en ésta para que así sea. Y si no es así, contribuyo a una deshumanización del mundo en el cual podría manifestarme nuevamente y sufrir en carne y hueso esa realidad... Socialmente nada sobreviene súbitamente. Hay causas, y analizándolas vemos que malas acciones humanas derivan en malas consecuencias sociales que soportamos todos entonces...

Demófeles: Lo que entendí es que lo bueno o malo que haga en esta vida beneficia o afecta la humanidad y su proceso evolutivo hacia el bien común y que yo, con otra identidad, pudiera tener presencia futura nueva vez y disfrutar o padecer las condiciones de ese mundo eventual. Por lo tanto, toda acción mía en esta vida repercute allí. ¿Y quién o qué avala lo que sugieres con esto?

Aribáldes: ¡Entendiste! Al menos el concepto. Esto no lo puede acreditar nadie pues es, como te dije, una incógnita. Sencillamente te exterioricé mi modo de pensar sobre la muerte, que para mí es -el nacimiento al revés-.

Demófeles suspiró profundo mientras intentaba digerir cerebralmente otra idea excéntrica de su amigo. Se retiró del árbol que hacía suyo y siguió el paso a Aribáldes que ahora lucía más animado con una melodía que silbaba y que tenía una cadencia como el viento cambiante venciendo las hojas.

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