Virgilio López Azuán
Hablo de vos, árbol crecido, color marrón de este otoño mío. Yo, cazador de insectos, con la vara larga llena de las hojas verdes pintas, caoba sin tiempo y sin olvidos. Has brotado de la tierra y entre el limo y la arena lanzaste retoños con ansia mineral, con el sol en ristre portador de espadas calientes. Árbol crecido, pasado interno del patio sin olvidos, centinela de hojas danzarinas, de flores con versos de pistilos, con rezos de coloras en los caminos. Hablo de vos, árbol crecido, pasión y madre, vegetal del instinto, imagen peregrina tendiendo ramas al cielo. Avisad a todos, árbol crecido, dale mis celos al labrador, al hacha hecha filo en el maderamen. Van los años entre anillos silenciosos, colores negro y pardo, marca del tiempo en los labios. Levanta la mirada, estira las raíces al río y bebe los átomos minerales para amar la tierra en todos los sentidos. Levanta las ramas tendidas al ras, y danos manos hinchadas de clorofilas para vencer el miedo, todos los miedos tocados en los pechos. Danos las manzanas, retoños de la vida y la libertad. Sangrando, sangrando, iremos con remos y con piernas, con alas y con heridas a besarte la corteza color ceniza. Hablo de vos, árbol crecido, extendido hasta las estrellas, al estiércol de los pájaros germinados en los caminos. Oh, árbol crecido, gigante de viento, nadie hará trompos contigo, ni papel, ni aceite. No harán nada contigo, eres mi árbol crecido con raíces en mi boca y hojas en mi pecho. Hablo de vos, árbol crecido, color marrón del otoño mío.
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