Ligia Minaya
Denver, Colorado.
Solo recuerdan a Don Juan cuando les conviene, pero de su sencillez y su honradez, ni una sombra que les toque los talones.
Conocí a Don Juan, como todos, cuando llegó a RD presidiendo el PRD, así de lejos, en los mítines, en la televisión, y más aún, le conocí por su honradez. Mientras era presidente hablaba cada noche en la TV dando instrucciones a la ciudadanía. Decía a los empleados públicos que no usaran el papel de maquinilla para vasos, que llevaran un vasito de su casa, lo lavaran y lo volvieran a usar y así el Estado se economizaría miles de pesos. Aconsejaba a la mujer del guardia o del policía que hiciera dulces y con lo ganado podía contribuir al sustento familiar. Recuérdese antes se decía: Con lo que gana un guardia. Refiriéndose al sueldito de miseria que ganaba, y creo que aún hoy sigue ganando poco, a menos que sea uno de alto rango y meta la mano en lo ajeno. Pues bien, Don Juan nos iba enseñando lo que podíamos hacer para salir adelante. Quizás ese fue uno de los tantos motivos, entre aquellos tan terribles, de que lo sacaran del gobierno.
Luego, como amiga de Mildred Guzmán, su secretaria, de la que era y sigo siendo gran amiga, lo conocí más de cerca. Cada tarde, luego de salir del trabajo, me iba a visitarla. Ahí veía a Don Juan. Hablábamos, y lo fui conociendo más. Siempre me llamó la atención la humildad con que vivía. Aquel apartamento de la César Nicolás Penzon era un lugar sin lujo, lleno de libros, de periódicos, de revistas, y de visitantes que acudían a saludarlo o a buscar orientación. Conservo, como tesoro, casi todos sus libros con dedicatorias cariñosas. Es un privilegio que pocos tienen en su haber. Y otra cosa, me encantaba su correcta forma de expresarse. Nada de palabras mal habladas y mucho menos frases cortadas. Todo correcto. Y si una decía alguna incorrección, como hablamos los dominicanos, venía enseguida la lección. Si tuvo una casa cómoda y bonita fue porque se la hicieron con el dinero de amigos cercanos y del pueblo, y se la regalaron. De lo contrario allí hubiera seguido, en ese apartamento, donde algún mediodía se asomaba en el balcón a ver salir a los alumnos del Colegio Santa Teresita, y ellos le aclamaban y él los saludaba y sonreía. Nada de politiquería barata.
Por eso me pregunto ahora ¿qué ha pasado con los peledeístas? Desde que se alejaron de la sombra de su mata de limoncillos de la Independencia, ya son otros. Sólo recuerdan a Don Juan cuando les conviene, pero de su sencillez y su honradez, ni una sombra que les toque los talones. Dicen que los muertos, al ser mal usados sus recuerdos, se revuelven en sus tumbas, y creo Don Juan, estará pasando muy mal rato.
Punto y aparte: Como siempre me pasa. Busco un libro y encuentro otro. Ahora le tocó a Carmen Sánchez. (¿Dónde estás Carmen? Hace mucho que no sé de ti. Perdí tu rastro. Escríbeme) De su libro Demando Otro Tiempo, y aquí va uno de sus poemas. "Señor / después que perdonas/ los pecados/ ¿a dónde van?"
Punto y Seguido: No se lee mucha poesía, sin embargo, se publican muchos libros de poemas. Para disfrutarlos se necesita llevar dentro algo muy especial. Denver, Colorado
Diario Libre Digital. Saudaces. 11 septiembre 20.
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