Ligia Minaya
Denver, Colorado
Cada una de sus novelas que he leído, contienen episodios y gentes que se han quedado dentro de mí, y es que este escritor tenía, sostuvo y mantuvo, lo que pocos escritores de ayer y de hoy tienen: La sencillez.
Ha muerto. Aún así, como todo buen escritor, sigue vivo en sus libros y en sus lectores. Ha sido y seguirá siendo uno de mis escritores favoritos. Toda su obra, de lenguaje sencillo, contiene un mundo rural auténtico y con personajes del día a día. Basta leer La Hoja Roja para conocer la angustia y la incertidumbre que rodea a un jubilado. Los Santos Inocentes, refleja la humillación a que eran sometidos los campesinos por la opresión feudal. Mujer de Rojo Sobre Fondo Gris describe el amor que sintió por su esposa y la soledad a que lo sometió su muerte. El Hereje es un grito contra la intolerancia. Temas tan sencillos como lo fue el mismo Delibes.
La Universidad de Valladolid y el periódico del Norte de Castilla, a la que llegó como caricaturista y terminó como Director, le ofrecieron una Fundación que llevaría su nombre. Se la merecía. Pero él, hombre humilde, no la aceptó. Así era él y lo que escribía. Cuenta que la novela Ratas la basó en un hombre que cazaba ratas para venderlas, y lo mismo hizo con lo que veía y conocía, personajes, paisajes y animales que formaban parte de los caminos que cada día recorría a pie, deteniéndose en los detalles, en los olores, en las facciones de la gente, en las ramas de los árboles o las hojas secas que caían en el otoño y alfombraban los caminos.
Miguel Delibes, con su prosa limpia y austera, nos trae una serie de personajes desengañados y matiza su descripción de ambientes enrarecidos por pinceladas de humor. Así pasa con su novela Aún es de día, en la que Sebastián, el protagonista, un hombre acomplejado, que vive con su madre y su hermana en una casa destartalada y fría, sueña con ser otro hombre, y gracias a la magia escritural de Delibes lo alcanza. Cada una de las novelas que he leído, contienen episodios y gentes que se han quedado dentro de mí, y es que este escritor tenía, sostuvo y mantuvo, lo que pocos escritores de ayer y de hoy tienen: La sencillez. Escribió setenta libros y ganó muchos premios. Ganó en 1947 el Premio Nadal, y cuenta que de no haber sido así, jamás hubiera podido publicar su primera novela titulada La Sombra del Ciprés es Alargada, pues para ese tiempo en España no había otra manera de publicar.
Ganó el Príncipe de Asturias, El Cervantes y muchísimos más. Si no ganó el Nobel, se lo perdió la Academia, pues lo tenía más que merecido, pero los premios, como los concursos, son así, a uno les toca y a otros no, y no porque el ganador sea mejor que el otro. Es cuestión de gustos, de oportunidades que cada día son más cortas. Pero a Delibes no le importaba. Lo principal para él era escribir, describir el paisaje en que vivió y los personajes que conoció. Tanto así que una vez le ofrecieron dirigir el periódico El País y no quiso. No quiso porque no quería abandonar su tierra natal. Decía que después de quedar viudo, irse a vivir a otro lugar sería quedar viudo de nuevo, de su Valladolid natal, de su equipo de fútbol, de sus amigos. A mis lectores, les recomiendo a Miguel Delibes.
Diario Libre. Sábado 20 de marzo 2010.
Denver, Colorado
Cada una de sus novelas que he leído, contienen episodios y gentes que se han quedado dentro de mí, y es que este escritor tenía, sostuvo y mantuvo, lo que pocos escritores de ayer y de hoy tienen: La sencillez.
Ha muerto. Aún así, como todo buen escritor, sigue vivo en sus libros y en sus lectores. Ha sido y seguirá siendo uno de mis escritores favoritos. Toda su obra, de lenguaje sencillo, contiene un mundo rural auténtico y con personajes del día a día. Basta leer La Hoja Roja para conocer la angustia y la incertidumbre que rodea a un jubilado. Los Santos Inocentes, refleja la humillación a que eran sometidos los campesinos por la opresión feudal. Mujer de Rojo Sobre Fondo Gris describe el amor que sintió por su esposa y la soledad a que lo sometió su muerte. El Hereje es un grito contra la intolerancia. Temas tan sencillos como lo fue el mismo Delibes.
La Universidad de Valladolid y el periódico del Norte de Castilla, a la que llegó como caricaturista y terminó como Director, le ofrecieron una Fundación que llevaría su nombre. Se la merecía. Pero él, hombre humilde, no la aceptó. Así era él y lo que escribía. Cuenta que la novela Ratas la basó en un hombre que cazaba ratas para venderlas, y lo mismo hizo con lo que veía y conocía, personajes, paisajes y animales que formaban parte de los caminos que cada día recorría a pie, deteniéndose en los detalles, en los olores, en las facciones de la gente, en las ramas de los árboles o las hojas secas que caían en el otoño y alfombraban los caminos.
Miguel Delibes, con su prosa limpia y austera, nos trae una serie de personajes desengañados y matiza su descripción de ambientes enrarecidos por pinceladas de humor. Así pasa con su novela Aún es de día, en la que Sebastián, el protagonista, un hombre acomplejado, que vive con su madre y su hermana en una casa destartalada y fría, sueña con ser otro hombre, y gracias a la magia escritural de Delibes lo alcanza. Cada una de las novelas que he leído, contienen episodios y gentes que se han quedado dentro de mí, y es que este escritor tenía, sostuvo y mantuvo, lo que pocos escritores de ayer y de hoy tienen: La sencillez. Escribió setenta libros y ganó muchos premios. Ganó en 1947 el Premio Nadal, y cuenta que de no haber sido así, jamás hubiera podido publicar su primera novela titulada La Sombra del Ciprés es Alargada, pues para ese tiempo en España no había otra manera de publicar.
Ganó el Príncipe de Asturias, El Cervantes y muchísimos más. Si no ganó el Nobel, se lo perdió la Academia, pues lo tenía más que merecido, pero los premios, como los concursos, son así, a uno les toca y a otros no, y no porque el ganador sea mejor que el otro. Es cuestión de gustos, de oportunidades que cada día son más cortas. Pero a Delibes no le importaba. Lo principal para él era escribir, describir el paisaje en que vivió y los personajes que conoció. Tanto así que una vez le ofrecieron dirigir el periódico El País y no quiso. No quiso porque no quería abandonar su tierra natal. Decía que después de quedar viudo, irse a vivir a otro lugar sería quedar viudo de nuevo, de su Valladolid natal, de su equipo de fútbol, de sus amigos. A mis lectores, les recomiendo a Miguel Delibes.
Diario Libre. Sábado 20 de marzo 2010.
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