martes, 23 de marzo de 2010

EL MILAGRO DE TAIWAN


Francisco Escolástico Hidalgo, sj
Rector Instituto Politécnico Loyola
Escolasticosj@gmail.com

Ahí está el milagro de Taiwán: educación, trabajo, disciplina, ahorro. Sueño que iniciemos en San Cristóbal a hacer realidad el sueño taiwanés.

Hace unos días leí un artículo que citaba una pregunta al primer ministro de Taiwán, sobre cuál consideraba que era el milagro de su país. La respuesta fue sencilla: el milagro de Taiwán consiste en: educación, trabajo, disciplina, ahorro. Cuatro palabras asumidas, interiorizadas y vividas por años dan como fruto el milagro que vive Taiwán hoy. Podría acontecer el milagro de Taiwán en República Dominicana?

Estas cuatro palabras no son exclusiva de la cultura asiática, europea u otras que la vivan. Son palabras propiedad de la humanidad. Es una manera de realizarse como persona, como sociedad, como nación, como país. Es en, definitiva, ponernos de acuerdo en lo que queremos ser como comunidad. Hechos los compromisos, pasamos a estructurarnos desde ahí, a planificarnos desde ahí, a evaluarnos desde ahí, a corregirnos desde ahí.

Educación (del
latín educere "guiar, conducir" o educare "formar, instruir) Taiwán tiene como política de Estado apostar en la educación de su gente. Para ellos es claro que el dinero que no invertimos en educación, lo tendremos que invertir en cárceles, en centros de rehabilitación y otros afines.

Necesitamos ponernos de acuerdo en que RD sea un país más educado. Educación entendida como saber leer y escribir (la vida, los libros); la educación como posibilidad de crear un país más justo, más equitativo. La educación no puede seguir siendo un espejo de las desigualdades sociales y económicas del país. Educación entendida como producción colectiva del conocimiento, el conocimiento es un legado de la comunidad humana, necesitamos tener acceso a lo que otros han pensado, han creado. Educación entendida como transformación de la realidad que nos afecta. Los contenidos aprendidos en el aula tienen que ser releídos desde la realidad que vivimos como país, pueblo, barrio.

Trabajo. Es imposible hablar de desarrollo sin hablar de trabajo ya que es una de las columnas que sostienen toda articulación de políticas centradas en la calidad de vida del ser humano. El empleo de baja calidad es un elemento determinante de pobreza y más aún de pobreza extrema. Desde esa perspectiva los sectores sociales sin empleo estable e insuficientes ingresos, no solamente son pobres, sino que a la vista de muchos hay que ayudarlos a sobrevivir. Esta realidad es un caldo de cultivo de políticas gubernamentales que tratan personas sanas como si fueran discapacitados; seres humanos en plena capacidad productiva son transformados en parásitos sociales.

Disciplina y autodisciplina. Necesitamos educarnos en el uso del tiempo, de los talentos, de los recursos. La permisividad defendida como derechos de cada a uno hacer lo que “le da la gana”, decir lo que quiera, no es más que una expresión del infantilismo individualista que es incapaz de mirar más allá de sus narices o de sentir más allá de su propia piel. Todos estamos llamados a educar la voluntad como fuerza interna para no relajar las reglas de convivencias sociales, sindicales y demás. La indisciplina nos devuelve a la ley de la selva: sálvese quien pueda. Después no nos quejemos de los brotes del “Trujillo” que duerme siesta en cada uno de nosotros.

Ahorro. La cultura permisiva que nos empuja a la indisciplina e irrespeto, va de la mano del hedonismo consumista. Hedonismo significa que la ley suprema del comportamiento es el placer cueste lo que cueste. Este estilo de vida nos sumerge en una agresiva dinámica consumista. Hay que consumir para llenar el vacío que experimentamos cuando vivimos sin proyectos, sin desafíos, sin ilusiones. Se impone volver a lo básico, se impone educarnos en el ahorro: de algún dinerito, de energía, de agua. No sigamos alimentando las financieras usureras, ahorremos algo para no andar corriendo en situaciones de urgencia.

Ahí está el milagro de Taiwán: educación, trabajo, disciplina, ahorro. Sueño que iniciemos en San Cristóbal a hacer realidad el sueño taiwanés.

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