Cesar Mella
¡Que satisfacción nos ofrece a la conciencia interior el hecho de decir la verdad!
¿Cuántas veces dicen la verdad nuestros políticos, los pastores, los curas, los profesores?
¿Es la mentira , en sentido absoluto, la negación de la verdad?
En mi evolución de creencias recuerdo del papagayismo universitario cuando repetía emotivamente: “La verdad siempre es revolucionaria”; “El criterio de la verdad es la practica”; “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”…
¿Uds. imaginan en su época los problemas, incluidos la muerte, de que fueron víctimas: Galileo, Newton y Servet?
El primero aseguró que la tierra se movía; el segundo propuso la ley de la gravedad y el tercero, demostró que la sangre circulaba por los vasos sanguíneos y le costó la muerte en la hoguera.
El que se presenta a un confesionario católico y el que jura ante el crucifijo en un juicio decir la verdad. ¿Realmente la ofrece o la dice?
Creo que estamos ante una crisis de la verdad; ya que la misma no es ni premiada ni reconocida. El honesto es un pendejo.
El mentiroso es el hábil, el triunfador, el tiguerazo… Es más… en la vida conyugal las mentiras piadosas son la esencia que mantienen a las parejas unidas…
¿Ocultar la verdad es justificable? ¿El médico que oculta un diagnóstico de cáncer o una prueba positiva de HIV?
¿Hace el bien? ¿Hace el mal? ¿Es un acto de piedad?
¿Es cómplice o mentiroso el psiquiatra que oculta la infidelidad confesada de la esposa ante el peligro de que el marido la mate?...
¿El siente su conciencia cómoda por el hecho de que está convencido de que está evitando un homicidio y quizás un suicidio ampliado? ( la mata y luego él se mata)…
“Decir la verdad se enseña premiándola desde la primera infancia o castigando la mentira en la escuela y en la familia…
Cuando escucho los escándalos públicos que implican a una dama de nombre Sobeyda; cuando estudio los testimonios de un caso de narcotráfico llamado el expediente Paya (Baní) y para sólo citar tres casos: la desaparición del profesor universitario, mi amigo, don Narciso González, quiero recordar estos versos que canté en la escuela primaria y de la autoría del Prof. Ramón Emilio Jiménez:
No digamos jamás la mentira,
no engañemos a nuestros papás,
que no hay cosa más bella que un niño,
cuando sabe decir la verdad.
¡Que satisfacción nos ofrece a la conciencia interior el hecho de decir la verdad!
¿Cuántas veces dicen la verdad nuestros políticos, los pastores, los curas, los profesores?
¿Es la mentira , en sentido absoluto, la negación de la verdad?
En mi evolución de creencias recuerdo del papagayismo universitario cuando repetía emotivamente: “La verdad siempre es revolucionaria”; “El criterio de la verdad es la practica”; “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”…
¿Uds. imaginan en su época los problemas, incluidos la muerte, de que fueron víctimas: Galileo, Newton y Servet?
El primero aseguró que la tierra se movía; el segundo propuso la ley de la gravedad y el tercero, demostró que la sangre circulaba por los vasos sanguíneos y le costó la muerte en la hoguera.
El que se presenta a un confesionario católico y el que jura ante el crucifijo en un juicio decir la verdad. ¿Realmente la ofrece o la dice?
Creo que estamos ante una crisis de la verdad; ya que la misma no es ni premiada ni reconocida. El honesto es un pendejo.
El mentiroso es el hábil, el triunfador, el tiguerazo… Es más… en la vida conyugal las mentiras piadosas son la esencia que mantienen a las parejas unidas…
¿Ocultar la verdad es justificable? ¿El médico que oculta un diagnóstico de cáncer o una prueba positiva de HIV?
¿Hace el bien? ¿Hace el mal? ¿Es un acto de piedad?
¿Es cómplice o mentiroso el psiquiatra que oculta la infidelidad confesada de la esposa ante el peligro de que el marido la mate?...
¿El siente su conciencia cómoda por el hecho de que está convencido de que está evitando un homicidio y quizás un suicidio ampliado? ( la mata y luego él se mata)…
“Decir la verdad se enseña premiándola desde la primera infancia o castigando la mentira en la escuela y en la familia…
Cuando escucho los escándalos públicos que implican a una dama de nombre Sobeyda; cuando estudio los testimonios de un caso de narcotráfico llamado el expediente Paya (Baní) y para sólo citar tres casos: la desaparición del profesor universitario, mi amigo, don Narciso González, quiero recordar estos versos que canté en la escuela primaria y de la autoría del Prof. Ramón Emilio Jiménez:
No digamos jamás la mentira,
no engañemos a nuestros papás,
que no hay cosa más bella que un niño,
cuando sabe decir la verdad.
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