Ligia Minaya
Denver, Colorado
Desde tiempos inmemoriales las mujeres hemos padecido un acoso muy particular: No decir la edad. La mujer que dice su edad, es capaz de cualquier cosa, dicen por ahí ¡Válgame Dios! Nos quieren bellas, y ahora más delgadas, siempre jóvenes, melena al viento, ombligo al aire, vientre plano, piernas largas, piel de seda y otras tantas exigencias que es imposible enumerar. Y seguimos cayendo en esa trampa. En ese tipo de esclavitud que nos lleva a no sentirnos nunca bien con nosotras mismas. Y ahí entra la cirugía estética. Liposucción, senos de plásticos, injertos de pelo, labios agrandados, pómulos redondos o succionados, y todo lo que dicte el manual de estética. No importa cuánto nos cueste, ni las consecuencias, que pueden ser graves.
Denver, Colorado
Desde tiempos inmemoriales las mujeres hemos padecido un acoso muy particular: No decir la edad. La mujer que dice su edad, es capaz de cualquier cosa, dicen por ahí ¡Válgame Dios! Nos quieren bellas, y ahora más delgadas, siempre jóvenes, melena al viento, ombligo al aire, vientre plano, piernas largas, piel de seda y otras tantas exigencias que es imposible enumerar. Y seguimos cayendo en esa trampa. En ese tipo de esclavitud que nos lleva a no sentirnos nunca bien con nosotras mismas. Y ahí entra la cirugía estética. Liposucción, senos de plásticos, injertos de pelo, labios agrandados, pómulos redondos o succionados, y todo lo que dicte el manual de estética. No importa cuánto nos cueste, ni las consecuencias, que pueden ser graves.
Parece que nunca, en una nunquidad eterna, nos conformaremos con lo que somos. No estoy en contra de la cirugía estética. Pero de ahí, a hacernos esclavas del bisturí porque con los años hayamos engordado unas libritas, nos hayan salido unas expresivas patitas de gallo o con los partos y la lactancia la barriga y senos hayan decaído un poco, hay mucho de qué hablar. Lo peor, queremos aparentar veinte cuando en realidad tenemos cuarenta. Cada día hay más mujeres mutiladas, con partes del cuerpo podridas por ese deseo de estar siempre jóvenes.
La belleza física es
un don de los genes,
y quizás con un poco
de arreglos, que no está
mal, la logremos.
Pero es relativa.
No nos damos cuenta que no todas podemos ser como las modelos de pasarela, las actrices de Hollywood o las reinas de bellezas. Para eso necesitaríamos dedicarnos en cuerpo y alma al gimnasio, las dietas y dejar atrás las horas de trabajo, el hogar, los hijos o la universidad. ¿Vale la pena? La belleza física es un don de los genes, y quizás con un poco de arreglos, que no está mal, la logremos. Pero es relativa. ¿Cuántas mujeres bonitas son felices? ¿Es preciso hacerse esclava del bisturí y pagar una fortuna para que te corten de aquí y te saquen de allí? Y lo peor, los carniceros. Hay cirujanos excelentes, confiables, pero como la cirugía estética se ha convertido en una fuente rápida de ingresos millonarios, han aparecido unos médicos de pacotilla. A la vista están los casos de podredumbre. Y eso, que sólo salen a luz pública los casos de las famosas. Pero hay miles de mujeres podridas y mutiladas que se callan por vergüenza. Y repito, no estoy en contra de la cirugía estética. La coquetería es parte de la feminidad, pienso yo.
Pero no todos los cuerpos resisten igual. Algunos, por su estructura ósea no podrán alcanzar las medidas que hoy se exigen y otros no responden a lo que se quiere. También está el hecho de creer que por hacerse un cuerpo escultural y una cara de Barbie, se va a conseguir que el marido, esposo, amante, novio o compañero se quede prendado para siempre. El hombre se va cuando le da la gana, aunque la mujer parezca salida de la portada de una revista. Hace poco me encontré con una amiga a la que de tanto jurungarse tiene los labios como morcillas, las mejillas como batatas asadas, la nariz como un punzón, las piernas de jirafas y el botox no la deja sonreír.
Diario Libre. Saudades. 05 de diciembre 2009.
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