sábado, 14 de noviembre de 2009

Personajes Sancristobalenses del Arte y la Cultura: MANUEL NINA CISNEROS


Manuel Nina Cisneros.Pintor de grandes formatos y apasionante técnica surrealista. Nace en San Cristóbal, el 24 de octubre de 1978. Desde temprana edad demuestra su vocación artística, dirigiendo todo su interés y sensibilidad hacia las artes visuales, devoción ésta que le ha permitido acceder a ciertos galardones. Aunque se encuentra al término de su carrera en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), su arte es ya apreciado entre exigentes círculos de coleccionistas, críticos y diletantes. Desde el punto de vista técnico, Nina Cisneros hace, como debe ser en todo joven, acopio selectivo de los grandes maestros, ya sean éstos surrealistas, impresionistas, figurativos o abstractos, creando una sumatoria que en él da como resultado una nueva forma de afrontar la composición plástica. Los elementos de valor han influenciado su siquismo lo han llevado, involuntariamente hacia un novedoso y atractivo surrealismo en el que la impronta de Dalí, Kandinsky, Calder y Miró, entre otros, mezclados en matraz, van creando una simbiosis que da como resultado una forma de contemplar el lado artístico que tiene toda existencia.



Manuel Nina Cisneros, es un artista joven y valiente, que no se arredra ante las grandes ideas y no vacila en llevarlas al plano de la realidad, atacando con decisión, paleta en mano, la albura de la tela en un bastidor. Sus cuadros se destacan por la exuberancia de su paleta, en los que la riqueza del colorido revela un dominio tal que, sin duda alguna, podemos vaticinar que en él, nuestro país tendrá un futuro exponente de la más alta calidad plástica. En su breve vida artística, Nina Cisneros ha participado en varias muestras colectivas de importancia, entre ellas: en 1999, en la galería “Le Esprit des Art” de Miami, Estados Unidos; en el año 2000, en la muestra realizada por la UNESCO en la Habana, titulada “Contra el Racismo y la Xenofobia” así como en “Huellas Vivientes”, en la Meditheque de Lamentin, Guadalupe. Según el crítico del arte, Cándido Gerón, el arte es la ilusión del hombre y el motivo cardinal para transformar el mundo. En todas las épocas y situaciones, el arte es la utopía que va llenando ese mundo de posibilidades. El arte representa una incitación permanente del gusto y la belleza.



Pero sólo podrá juzgar correctamente el arte quien vea en él una expresión duradera del impulso cognoscitivo que acompaña a la humanidad en todas las etapas de su evolución. El arte dominicano actual no escapa a ese universo de realidad humana. Eso pasa con la creación pictórica de Manuel Nina Cisneros, puesto que hay en ella un cúmulo de situaciones que dejan gran libertad de expresión y movimiento a la fantasía. Por otra parte, su fuerza imaginaria denota un afán y un esfuerzo artístico. Desde ese punto de vista, su arte constituye una referencia esencial en el desarrollo de la pintura dominicana. A través de sus rigurosos procedimientos compositivos, este artista sancristobalense, logra un discurso plástico de valiosa sintaxis, el cual no excluye el desarrollo de la investigación y los enfoques antropológicos. En sus creaciones, Nina se esfuerza en reconstruir el mundo de los sueños fantásticos, a partir de la complejidad que subyace en el consciente del sujeto. Desde esta atalaya, su arte aporta al análisis de la interpretación, posibilidades metodológicas muy acorde con sus fines y propuestas. En su arte, todo intento de historización, establece una conciencia artística y contribuye a dar valor específico a su naturaleza simbólica. Los factores determinantes de su arte, se fundan básicamente en un realismo fantástico y la impronta del surrealismo, donde el sueño posee una lectura visual por excelencia y cuyo fenómeno, sólo puede explicarse a partir de la metamorfosis de la materia. La obra de Nina cumple mejor su cometido cuando hace abstracción de esos sueños y tipifica sus realidades. Es decir, cuando las reflexiones en ese campo tienden a transformar lo real y lo fantástico. Su finalidad está en establecer el campo de la dualidad discursiva entre el sujeto, su origen, su identidad y la cultura que le sirve de sistema teórico. Todo su trabajo pictórico en este campo constituye un intento por configurar un discurso visual sobre el mundo del espíritu, como lo pensó en su tiempo Hegel, lo que el artista de un modo dinámico, estructura en un sistema de símbolos referenciales.




Un análisis estructural de su pintura remite de inmediato al espectador o crítico de arte, a una situación que asume e integra a su propia realidad existencial. Esto lo decimos por los síntomas de represión de sus figuras, los cuales se traducen en poder e invenciones, donde el sueño más que una actividad mágica y simbólica entra en conflicto con el inconsciente del sujeto. Frente a sus obras, el espectador siente que su tacto y retina se transforman, por la desrealización de sus formas y la intervención desafiante de sus figuras, las cuales, en acto de mutación, son invadidas por una radicalidad agónica o de tensiones instantáneas. Pero son evidentes también los elementos astrales que el artista plasma con peculiar reflexión y el estado de contemplación de muchos de sus símbolos y alegorías: animales, aves y plantas. El artista nos seduce con su gama de rojos, azules, verdes, morados y amarillos, creando con ello, valores táctiles y una luz que baña toda la superficie del cuadro. Sus colores son también enigmáticos como la naturaleza de sus figuras. Se trata de un cromatismo local, que palpita, porque la luz difuminada que se moviliza en toda la superficie, no obedece a un convencionalismo técnico sino a una morfología de las vibraciones del artista. En sus pinturas también predominan las gamas de ocres rojizos, de blancos y grises, los cuales contribuyen a dar a sus pinturas una cualidad muy personal. En esa concepción, Niña Cisneros se sitúa como gran dibujante y colorista. En sus colores percibimos la intimidad humana y en su grafismo, el drama material y espiritual del mundo. Lo vital y estético en su arte, responde al desarrollo de la historia humana. Pero también sus pinturas nos hechizan, por la magia de su luz y sus rutas inéditas de la investigación antropológica y surrealista. No cabe dudas de que Nina Cisneros se preocupa por plasmar en sus telas lo paradigmático del sujeto y tiende a crear un espacio pictórico de coherente lectura. Estos signos visibles en su arte añaden a los sueños, pasiones, vida, sentimientos e imaginación. O, en último caso, múltiples enunciados a la luz de los procedimientos matéricos y contextuales que operan en su estructura de valores simbólicos y arquetípicos. Es así como su arte se ordena en torno a la sucesión de signos, símbolos e imágenes, que el artista logra integrar dentro de un proceso en que la conciencia artística y la visión del mundo adquieren una concepción única y específica.

Arte.Dom. Arte Dominicano.

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