sábado, 28 de junio de 2025

SEMBLANZA DE DOÑA IRMA ESTELA BÁEZ MINIER / Marcial Báez.



La partida de una persona excepcional siempre deja un vacío difícil de llenar, también un legado imborrable de amor, entrega y ejemplo. Su ausencia duele profundamente, pero quienes tuvimos el privilegio de conocerla sabemos que su paso por este mundo fue una bendición que continuará dando frutos en nuestras vidas.

Hablamos de Doña Irma Estela Báez Minier, que es rendir homenaje a una vida marcada por el cariño, el servicio y una entrega incondicional a su familia, a su comunidad y a su creencia. Fue una mujer profundamente querida, no solo por su calidez y generosidad, sino por la constancia con la que dio lo mejor de sí a lo largo de los años, con humildad y compromiso.

Este ser extraordinario nació el 17 de septiembre de 1943 en Elías Piña, República Dominicana. Sus padres fueron Manuel Pircilio Báez y Ana Engracia Minier (Doña Gracita) y sus hermanos Richard, Héctor Rafael y Víctor. Contrajo nupcias con el destacado pianista y profesor Rafael Contreras Germosén procreando a Ramón, Rafelito, Alexis y Vivian a los que desde temprana edad, les inculcó valores fundamentales como el respeto, la responsabilidad y la disciplina, no solo con palabras, sino con el ejemplo diario de su vida. Siempre estuvo presente en cada etapa, acompañándolos con paciencia en sus tareas escolares, apoyándolos en sus desafíos y celebrando sus logros con alegría.

Dedicó casi 30 años de su vida laboral al Instituto Politécnico Loyola como recepcionista y cajera, y al mismo tiempo estudiaba finanzas, hasta que logró graduarse con esfuerzo en la Universidad O&M con el título de licenciada en Contabilidad, sustituyendo al padre Faez. Trabajando en el Loyola se integró a la Cooperativa de Ahorro y Crédito y Servicios Múltiples por más de 50 años en la que permaneció activa hasta su fallecimiento. En cada lugar dejó huella con su responsabilidad, amabilidad y el ejemplo silencioso de quien trabaja con el corazón. Más allá del trabajo, su fe fue el motor de su vida, laborando activamente en la Parroquia Nuestra Señora de la Consolación llevando de manera gratuita los libros de la contabilidad parroquial, así como en los Movimientos de Cursillo de Cristiandad y el Movimiento Familiar Cristiano.

Los que formamos parte del Coro Parroquial de Nuestra Señora de la Consolación guardamos un especial cariño por los momentos vividos en la casa de Doña Irma, donde cada ensayo se convertía en algo más que una práctica musical, era una reunión cálida, llena de respeto, atención y hospitalidad. Mientras el maestro Contreras dirigía con entrega y pasión, ella se encargaba de que todo fluyera con armonía, desde el ambiente hasta los pequeños detalles que hacían sentirnos como en casa.

Nunca hubo una queja, un apuro ni una palabra de molestia por el bullicio o la cantidad de gente. Al contrario, Doña Irma nos recibía con una sonrisa, preguntaba si necesitábamos algo, y siempre tenía listo algún gesto amable. Ensayar en su casa era un privilegio, y su recuerdo estará siempre ligado a esos momentos de comunión sincera, y calor humano.

Hoy, su ausencia deja un vacío inmenso, pero su legado se multiplica en quienes la conocieron. Su vida fue testimonio de servicio constante, y recordarla es mantener viva la luz que sembró con generosidad. Con el corazón lleno de gratitud y esperanza, su familia y amigos, fortalecidos por una fe firme y viva, aceptamos su partida con la certeza de que Dios, en su infinita misericordia, la ha recibido con los brazos abiertos y la confianza serena de que el cielo gana una alma noble y luminosa.

San Cristóbal, sábado 28 de junio de 2025.

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