El hombre es blanco, algo
pecoso, colorado en sus sudor, que no huele a grajo de humano, sino a fina esencia
fina de madera. Viste bermudas de puro lino checo, camisa de alegre colorido Benetton,
gafas Gucci de dorada montura y un sombrero Panamá que el regalo su padre, a
quien se lo dejo hace mucho tiempo el inolvidable y muy famoso abuelo.
Pese a sus cincuenta y
largo pico de años, camina erguido y con paso acelerado delante de un caddie
“siseñor” negro, of course, que es su sombra silenciosa para los pesados
efectos de cargar palos.
Al llegar al refrescante
Hoyo 19 del fin de la jornada golfista, pide una copa de anisete Marie Brizard
y se concentra desde una esquina del regio salón, a observar la acalorada
discusión política de cinco o deis de su clase.
Unos defendiendo a
Balaguer y otros a Peña Gómez, que definitivamente ya tiene una alma blanca,
pues compite en las encuestas del Country Club; unos atacan las reformas
mostrencas del primero y otros la dudosas promesas del segundo. A modo de
breves distracciones, se menciona a Juan Bosch, Fernandito, Jacobo y Jacinto. Los
demás no existen.
Y nuestro personaje,
aquel glamoroso burgués capitalista que se relaja allá en la esquina, sentencia,
igual que Zabalita, el de la Conversación en la Catedral) (y perdonen el símil):
“¡este país se jodió!”.
Su lamento es tan genuino
y amargo cono el del proletariado (y perdone el símil) que reclama la justicia.
Para el, la discusión
presenta el cuadro, de matices grotescos, de una clase social que ha diluido su
prosapia en un acelerado, variado y explosivo crecimiento numérico en apenas
veintitantos años (propiamente desde que a Balaguer le cogió obsesivamente con
hacer reforma agraria y fabricar nuevos ricos en serie).
Porque es que nuestro personaje,
el de la discreta esquina del Hoy 19, es nieto de un caudillo Presidente de al
Republica que ocupo el máximo protagonismo ente fines del siglo diecinueve y principios
del veinte. Porque es que el biznieto de otro caudillo que fue Vicepresidente
en el periodo de la Segunda República y tienen en sus genes cuatro apellidos de
la rancia oligarquía, aquella a laque durante añales todo aspirante a la
Presidencia tenía que acudir para pedir anuencia, apoyo o permiso (si no, no
llegaba, aun teniendo el apoyo de al gran masa popular).
Porque antes, es cierto y
él lo sabe, el verdadero Poder radicaba en (cito en orden estrictamente alfabético):
Ejercito, embajada, Iglesia y oligarquía.
Cualquiera de los cuatro tenía
capacidad para allanar resistencia en los otros y abrir brechas segura hacia la
presidencia de la Republica: un sol combinado con cualquiera de los otros,
hacia la ecuación Triunfo o la otra ecuación Golpe de Estado, Mon Cáceres o
Juan Bosch, dos presidentes constitucionales. La excepción fue Donald Reid
Cabral, precisamente un oligarca gobernante (el único en la historia contemporánea)
que fue tumbado sin el consentimiento de ninguno delos cuatro Poderes, y ya ven
ustedes el resultado: una Revolución, la de abril, que motivó el urgente
llamado directo a nada más ni menos que 42 mil marines, para que vinieran a
recomponer el cuadro.
Pero en nuestros días el
concepto oligarquía ha perdido, por variadas causas, su antiguo y
grandilocuente significado.
De hecho, la oligarquía
no existe, como clase coherente de rectoría centralizada, de ideología única y decantada
en los procesos políticos y sociales.
Es más, ser oligarca es
un anacronismo y algunos hasta se ofenden si les dicen simplemente “burgueses
capitalistas”, porque no acaban de comprender que forman parte de una clase avanzada
con graves responsabilidades en al reforma permanente de la sociedad y su
Estado.
Nuestro personaje sabe
que el crecimiento y diversificación del capital en la Republica Dominicana a tal grado que hasta Corporán de los Santos
estuvo a punto de ingresar al Country Club) ha dividido profundamente a su
propia clase, hasta en parcelas familiares y generacionales.
Y, consecuentemente,
están divididas y debilitados sus instrumentos formales de acción política y
social, Tony Isa, el de Herrera, discute de tú a tú con José Vitienes, el del Consejo Nacional de
Hombres de Empre, que recibe también el
fuego de Andrés Dauhjre, el importador neoliberal, quien a su vez, dirige la Asociación
de Industria.
Entonces, cuando nuestro
amigo del Country Club dice que “este país se jodió” es porque está
convencido de que su clase a perdido el
poder político de antaño y su futuro depende, al revés de dueños del dinero simplemente
para que les financien los gastos electorales.
Sabe que no hay Clase, en
sentido político sino “grupos empresariales”… que no es lo mismo.
Por eso, ya no pueden
poner o quitar gobiernos, ni consagrar ni anular candidatos.
REVISTA
RUMBO. Crónica de un rosca izquierda. Año I No 11. Del 7 al 13 de Abril de
1994. Santo Domingo.
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