lunes, 9 de junio de 2014

RITUALES COTIDIANOS / YSABEL FLORENTINO


Prologo / Fragmento

Joel Rivera
La poesía es nuestro género mayor y por ella han transitado muchos de los que hoy ostentan un lugar privilegiado en la literatura nacional. Sin embargo, a mediado del siglo XIX aparece El Garito, de la autoría de Alejandro Angulo Guridi, considerado como el primer cuento dominicano  y publicado en el periódico “El Orden” el 22 de abril  de 1854, bajo el seudónimo de Taramayna. En 1891 Cesar Nicolás Penson da a conocer Cosas Añejas, una colección de 11 relatos que retratan nuestras tradiciones, estampas campesinas y cuadros de costumbres. En 1904 José Ramón López publica Cuentos Puertoplateños, para algunos, con esta obra se da inicio al cuento rural dominicano. Sigue la misma línea Fabio Fiallo con Cuentos Frágiles (1908) y La Manzana de Mefisto (1934), entre otros autores.

Desde entonces el cuento, como genero literario, ha tenido dignos representantes: Juan Bosch (el más grande de todos), Virgilio Díaz Grullón, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Peix, Diógenes Valdez, René Del Risco y Bermúdez, Avelino Stanley, Pedro Valdez, para sólo una muestra. Aunque el cuento ha sido trabajado mayormente por hombres, las mujeres dominicanas también han cultivado el género. En 1901 Virginia Elena Ortea incluye varios relatos en su libro Risas y Lágrimas, y al año siguiente (1902) Amelia Francisca presenta al público Cierzo en primavera. Más tarde aparecen los escritos de Delia Weber, Hilma Contreras, Aída Cartagena Portalatín, Jeannette Miller, Ángela Hernández, Carmen Imbert Brugal, entre otras. A la escasa lista de mujeres cuentistas se suma Ysabel Florentino con Rituales Cotidianos: una serie de textos cortos en los cuales la joven autora demuestra un amplio dominio de las técnicas del difícil mundo de la narrativa breve.

El primer cuento, titulado En el barrio no hay mariposas, ganó el segundo lugar en el Concurso de cuentos y ensayo Camino real, Fundación Juan Bosch. Desde que lo leí tuve curiosidad por saber cual había logrado el primer puesto en el prestigioso concurso, porque para destronar a este de la cima tenia que se un buen cuento. No he leído aun el que se llevo la mayor presea pero si puedo decir que este cuento reúne las dos herramientas principales de todo buen texto literario, es decir, el equilibrio entre fondo o contenido y forma o continente.

Luego de estas tres muestras de buenos cuentos, el libro está dividió en tres temas principales: Retorno, Matrimonio feliz y Rituales cotidianos.

Retorno narra siete historias cortas, todas tratadas con la misma maestría de las anteriores. Desde Tres días después, cuento que abre la sección hasta el último retorno con el que termina, la autora confirma el dominio de la técnica, esta vez navega con la misma sapiencia por el complicado mundo del relato breve.

En Matrimonio feliz Ysabel Florentino se pone los calzados femeninos y se burla de la infidelidad masculina si se quiere la satiriza pero siempre ajustada a las exigencias del genero.

En Rituales cotidianos, que da título al libro, la autora retrata la cotidianidad del barrio, pero lo hace de manera desnuda porque eso es el barrio: un cosmos abierto donde la miseria no permite la doble moral. El hacinamiento, hacer turno para entrar a un mismo baño, compartir la misma letrina en el fondo del patio, compartir el mismo cuartucho y dormir apilado en la pequeña cama rompe la privacidad individual. Por lo tanto, la vida en barrio es un libro abierto donde todos conocen las intimidades del otro; por eso, nadie puede aparentar o presumir porque la precariedad compartida lo descubre.

Ysabel Florentino, obediente tal vez a lo que dice Carlos Fuentes de que el mayor mal de la literatura es no decir las cosas como son, describe la realidad del barrio en su propio sociolecto: “O dejársela a un tiguere a los º15, para que le pegue cuatro muchachos y tu sigas manteniéndola” ¿Qué vienen con el pan bajo del brazo? Yo levanto el mío y te aseguro que te mata el grajo”. En el último cuento Quien cuenta o borra mi maldita historia, (segundo lugar Certamen Literario Nacional para  Talleristas, Ministerio de Cultura, 20089 Ysabel describe con crudeza la historia de una niña que a temprana edad se prostituye por la influencia de su madre. “… yo entre allí, porque siempre que me miraba por la rendija de la puerta, me encontraba a mamá pidiéndole a un extraño que le diera más duro, que él era el mejor de todos, la veía encorvada o hincada pidiéndole perdón a ese desconocido…” “Para todos un logro contar sus hazañas, pero para Marta no, no podía ser un orgullo, porque desde el mismo momento que entro aquí, su vida se cotizo por un plato de arroz, ¿Qué dices?¿Por un plato de arroz?, no estás equivocado, su virginidad se vendió mucho más barata, eso era para las veteranas en el negocio”


En los barrios carenciados se esconde una parte de la realidad de lo que somos como pueblo; sin embargo, un segmento de la elite literaria del país, que escribe y lee con lentes europeos, evade estos temas en sus narraciones. Ysabel Florentino se ha llenado de coraje y lo ha dado a conocer al mundo, pero no lo hace con un lenguaje panfletario ni odio desmedido como resentida social, sino con la calidad literaria que la sitúa como a una joven escritora que entra por la puerta grande al difícil arte de escribir cuentos.


BIOGRAFIA.

(1981, San Cristóbal, República Dominicana) Poeta, narradora y gestora cultural, Presidenta y fundadora de la Fundación Aníbal Montaño, FLAM, Inc. Pertenece al grupo Nuevos Narradores Sancristobalenses. En 2077 impartió la Conferencia “Mi concepto del Cuento” en la Feria Internacional del Libro. Es autora de los poemarios: “Creador de Momentos” (2007), y “Poemas para recordar a Abuela(2008). Su biografía está incluida en el catalogo Cuentistas de San Cristóbal de la Bienal Nacional del Cuento, 2009. Formo parte del Comité fundador y coordinador de la 1era Bienal Nacional del Cuento, San Cristóbal 2009. Su formación como escritora se inició en el taller literario “Proyección artística 2000” y el Circulo Literario Yelida (1998). Instructora, fundadora y coordinador de la Red de Talleres Literarios de San Cristóbal desde el 2004. En el 2006 obtuvo el Segundo Lugar en el concurso de Cuento y Ensayo Camino Real, organizado por la Fundación Juan Bosch, con su cuento “En el barrio no hay mariposas”. En el 2007 obtuvo el Segundo Lugar en el Concurso de Cuento Radio Santa María, La Vega, con su cuento “Monologo del Libro”; en el 2008 obtuvo el Segundo Lugar en el Certamen Literario Nacional para Talleristas del Ministerio de Cultura, con su cuento “Quien cuenta o borra mi maldita historia”; obtuvo un reconocimiento en Gestión Cultural en los Premios Arte y Cultura Fradique Lizardo en el 2008, y en el 2009 obtuvo el reconocimiento en Narrativa. Fue Entregada de gestión Cultural y Literaria de la Fundación Uan Bosch (2010-2012). Publico su cuento “Cada quien carga su propia cruz” en la antología Nosotros también contamos; publico el cuento “Quien cuenta o borra mi maldita historia” en la antología Made in mi barrio, 2011, editados por la FLAM. Parte de su poética fue incluida en la antología “Habitantes del Nigua o la poética de mi barrio”. Publicó su serie de minirelatos “Matrimonio Feliz” en el periódico breviario, 2010, editado por la FLAM. Varios de sus textos brevísimos están incluidos en la antología Héroes del Caliche. En 2012 presento una instalación titulada: “Mi barquito de papel”, en la exposición multidisciplinaria Semántica del Rio”, organizada por la FLAM en el Centro Cultural Perelló. Pertenece al grupo Narradoras de San Cristóbal. Coordinó el Pabellón Letras del Este, en la Feria regional del Libro San Pedro, 2013. Es instructora de los talleres literarios Mi Bario en Letras y la promoción 101 Niños Poetas de San Cristóbal.

Ilustración: Domingo Guzmán

Tres días después

Lloraba. Busco a tientas en el primer cajón del gavetero la fotografía de su esposo. Se sentó en la equina de la cama. Gotas brotaron de sus ojos camino al corazón. Todo era oscuridad, mas por la nostalgia que por la noche; quizás por la ausencia. Miraba la foto, y seguía llorando sin remedio. Hace tres días que no entraba allí.
-¡Coño!, ¿Dónde están mis medias blancas?-dijo Marcos.
Había buscado en el armario, debajo de la cama, en los zapatos, ene el closet. No las encontró.
-¿No me oyes? Te  pregunté que de donde están mis medias ¿Qué te pasa? ¿Acaso no te estoy hablando?
Ella aguardaba con un dolor que le calaba los huesos. Sintió que no tenía lágrimas para negociarle a sus ojos. Marcos trato de acercarse. No entendía por qué lloraba su mujer. Algo se lo impidió. No fue la duda. Fue algo más fuerte, más contundente, como si hubiera una barrera transparente entre ellos y la realidad. Confundido, retrocedió. No comprendía por qué no la pudo tocar. Miro sus manos, noto un brillo nunca antes visto. Pensó que había puesto demasiada crema. Desconcertado, nuevamente trato de acariciarla.
-¿Qué pasa mi amor?-le dijo, con una ternura inusual.
Seguía sin entender. Sus manos traspasaron su rostro. Retrocedió hasta que lo detuvo el tocador. Frente al espejo su cuerpo se confundió. Quiso despertar de su tragedia, entonces recordó al accidente.

Ilustración: Domingo Guzmán

Cada quien carga su propia cruz

A Minerva Florentino
¿Se va doctora?
-Sí, terminé por hoy.
-No, ahora falta la mejor parte, todavía no ha terminado conmigo.
-Ayer escuché hablar de su poder para seducir a la gente. Anteayer se me fueron las dos horas tratando de convencerlo de su situación-le dijo, algo nerviosa-.Tengo otros pacientes que esperan por mí.
La oficina no era algo común. El recinto guarecía de sueños y culpas que por una razón u otra se asomaban a los barrotes. No quería seguir en el consultorio. Trato de salir. Pero él se atravesó en la puerta.
.Solo quiero que hablemos un momento más. Quiero que veas esto.
-que cosa, también me  vas a hipnotizar?-le dijo, con una sonrisa burlona.-. Le he escuchado decir demasiadas tonterías. ¿Acaso no siente el menor remordimiento?
La miro con una frialdad que la enjaulo.
Uhh. no,  me importa. Cada quien carga su propia cruz. Yo también traigo la mía.
No era normal la serenidad con que la trataba. Se sentía atormentada por la conversación, aunque no lo dio a mostrar en ningún momento. Camino en forma circular en torno a ella. El roce de sus labios en sus oídos la llevo a un estado de nerviosismo incontrolable. Hacia tanto tiempo que no sentía algo así. Algo más que sensaciones se adueñaron de ella, quizás una personalidad ajena a la suya. Algo que removía sentimientos que creyó muertos. Ahora se entretejían para dominarla. No debía involucrarse con sus pacientes. No era ético. El le producía cosas que se desbordaban en caminos rotos. No tenía fuerzas para negarse a esas sensaciones. “Siéntate”, le dijo. Como una niña obediente cayó en el sillón. El tomo en sus manos el péndulo y lo sostuvo de pie, lo oscilaba a la altura de la bragueta de su pantalón. LA sangre no corrió por sus venas, corrió por su sexo. El péndulo oscilaba con suavidad. Tomo su brazo y la obligo a tocarlo. “sientes tus parpados muy cansados. Tu mente está en blanco. Harás lo que yo diga. Sólo despertarás cuando truenen mis dedos. Quiero que bailes para mí”. Ahora era paciente y no la psiquiatra. Se levanto como un robot que reacciona al estimulo de un control remoto. Soltó su pelo sostenido por un pequeño gancho. Deslizó su blusa: sus ojos desorbitados atravesaron el umbral de la nada. Su mente escuchaba una música lejana. Una carcajada reventó, recorriendo los pasillos de una infancia difícil que no valía la pena mencionar. Bailaba sin detenerse. Reía de placer, o tal vez de los recuerdos que la atormentaban.
-¡Baila, yo te lo ordeno!
Ese rostro confundió su memoria. Deslizó sus dedos por unos senos que gritaban:
-¡Papa, ya no quiero seguir!
Tronaron sus dedos.

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