viernes, 12 de agosto de 2011

AUSTERIDAD



Ligia Minaya
Denver. Colorado


Es lo que nos toca. El mundo entero está en crisis. Muchos son los culpables y demasiados los afectados. Para mal de todos las cosas no pueden cambiar de un día para otro. Habrá que respirar hondo, poner los ojos en el cielo y, aunque nos cueste, echar pa'lante. La austeridad se impone. Aunque una no quiera hay que recortar gastos, hasta los de la comida, que es mucho decir. En mi infancia, en casa de mi abuela, se guardaba una oblea de jabón y pedacito a pedacito se hacía otro jabón, se cocían las medias rotas, se reparaban los zapatos y si sobraba comida se guardaba para la cena. A la leche, al chocolate y a la taza de café se le echaba una sola cucharada de azúcar y se movía hasta endulzarla para no dejar residuos. El poquito de arroz de mediodía para un arroz con leche. Un mangú con huevo o queso frito, era el desayuno o la cena, y los domingos se comía pollo guisado o arroz con pollo como algo muy especial.


Ahora no. Lo que sobra, aún la propia ropa, se tira a la basura. Y no es que piense que se debe andar envuelta en trapos o comer siempre lo mismo. No. Es que la vida de hoy nos ha dado un tablazo y nos ha tirado al suelo. Aquí, en USA, también se está pasando mal. Muchos han perdido sus casas, sus empleos, sus carros y se lo está llevando el diache. Lo ideal es ponerles el pie en el pescuezo a los gobiernos para que busquen soluciones. Pero mientras tanto, para no morir de depresión, de un infarto o suicidarse, lo mejor sería, además de las protestas, adaptarnos un poco a vivir con austeridad. El capitalismo impone reglas: compra y compra, y luego ya tú verás. No es que crea que el comunismo es la solución. Quizás debería haber un espacio vivible entre uno y otro. Pero bueno, entre lo que el hacha va y viene, se impone la austeridad.


Y hay que coger las cosas con calma. Aprender a disfrutar de lo poco que nos toca. Tomar un cafecito en las mañanas, un mangucito con huevo frito, una visita al vecino para comentar lo que pasa en el vecindario, un buen baño en la ducha (si es que hay agua), ver al TV con los hijos (si hay luz), leer un poco, ayuda. Es que si una piensa en que muchos en el mundo no tienen ni con qué comprar un poquito de comida, que duermen en el suelo, que están enfermos y no pueden moverse, en fin, si una mira alrededor, se dará cuenta de que tiene muchas cosas a su favor. Y no quiero decir con esto que se dejen las cosas como están. No. Hay que alzar la voz. Decir lo que se está haciendo mal.


Pero amigos lectores, estimadas lectoras, disfruten de ese dulcito de coco con batata, despacio, que el sabor entre poco a poco por su cuerpo. Tómese una cervecita bien fría. Escuche esos boleros cariñosos. Cante, recréese en el paisaje, en ese mar tan bonito, en nuestras montañas tan fresquitas, y de seguro tiene un amigo o amiga con quien chismear un poquito. Recuerde que la vida son dos días y hay uno nublado. La austeridad se impone. Trátela bien, pues de lo contrario le hará un nudo en la garganta, otro en el estómago, y adiós a la vida. A veces las pequeñas cosas, con calma y delicadeza, dan alegría y hasta felicidad.


Bueno, entre lo que el hacha va y viene, se impone la austeridad. Y hay que coger las cosas con calma. Aprender a disfrutar de lo poco que nos toca. Recuerde que la vida son dos días y hay uno nublado.

Diario Libre Digital. Saudades.23 de julio 2011.

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