SUBRAYADOS
Ana Von Rebeur
Los celos son una emoción tan intensa y tan quemante que, justamente, su nombre proviene de la palabra griega zelos, que significa “fervor”, “hervor” y “arder”, tanto en el sentido de deseo intenso, como de algo que quema.
Roland Barthes dice que los celos son así de terribles porque nos hacen sufrir cuatro veces: al sentirlos, al culparnos por sentirlos, al temer cometer una locura por sentirlos y al sentirnos enloquecidos por una nadería que nos perturba demasiado.
Y para alguien inseguro de su valía… ¡Cualquier persona es mejor que él! El celoso se compara permanentemente con los demás y siempre pierde en la comparación.
Los celos te rebajan, demostrando que te sientes fácilmente reemplazable, descartable y olvidable, pues crees que el primero que se puede ser mejor que tú.
Los hombres se ponen más celoso ante los que tienen mas estatus y poder que ellos, mientras que las mujeres sienten como rivales a las más bellas y sexis que ellas. O sea que todos somos celosos de lo que pensamos que atrae al otro.
Una mujer celosa protege la relación, porque su autoestima yace en esa relación. Ella piensa mucho más en “nosotros” que en sí misma. Su postura es: “Soy lo que somos… si ya no somos nada, pues no soy nada. Si no soy nada; puedo comerme un kilo de helado de chocolate yo sola, pues no engordaré”.
Las mujeres son culpógenas; por eso, no se ofenden tanto con el infiel, sino con al que se le acerca. ¿Y si lo acusan tanto, que él se va con la otra? ¡Ni pensarlo!
De acuerdo con el psicólogo y terapeuta argentino Guillermo Leone, “el más infiel entre los homosexuales es el más intensamente sexual y menos asumido como gay, porque- al no poder hacerse a la idea de que puede amar a un hombre- aún no se permite conectarse con sus parejas por lo afectivo. En cambio, el gay asumido que ya se permite amar a quien desea está más interesado en preservar a su pareja que en seguir experimentando, por lo cual será mucho más fiel”. Lo mismo sucede entre la lesbianas; la que recién sale del closet quiere probarlo todo, luego se va asentando y, a la larga, valora más la seguridad que la variedad.
Los celosos lo husmean todo como sabuesos. Pero qué poco olfato tienen. Por tanto controlar la vida de los demás, se les descontrola la suya.
Si los bebés varones tuvieran más brazos masculinos que los carguen desde que nacen, no tendrían que alejarse de la ternura y las emociones para probar que son machos. Lo que aterra a los varones es parecerse demasiado a las madres, lo que- según ellos- los afeminaría.
Cuando un papá no toca a su bebe, le está enseñando que su emotividad debe frenarse y ocultarse. Si los padres se hicieran más presentes en los primeros años de vida de sus hijos varones, tendríamos una sociedad de varones más tiernos, abiertos, sensibles, seguros de sí mismos, que se animarían a acercarse a decirnos: “Oye, ese vecino te mira siempre con mucha insistencia. ¿Debería preocuparme o me sigues queriendo como siempre?”, lo que evitaría innecesarias riñas por celos injustificados, por no hablar del alivio que les darían a las madres al ocuparse ellos de los bebes.
Los celos son humillantes e invariablemente posponen en una situación de inferioridad, ya que quien está celoso es porque asume que en la comparación con el otro, perderá. Eso no es sexi. Lo sexi es decir: “Ve con ella, si quieres. Pero si me extrañas, tal vez sea tarde”.
No sentirás celos cuando sepas que no será fácil para el otro hallar alguien tan brillante como tú.
¿POR QUE CUERNOS ME ENGAÑASTE? Todo lo que hay que saber sobre la infidelidad. Grupo Editorial Norma. Bogotá, Colombia. 2010.
Ana Von Rebeur
Los celos son una emoción tan intensa y tan quemante que, justamente, su nombre proviene de la palabra griega zelos, que significa “fervor”, “hervor” y “arder”, tanto en el sentido de deseo intenso, como de algo que quema.
Roland Barthes dice que los celos son así de terribles porque nos hacen sufrir cuatro veces: al sentirlos, al culparnos por sentirlos, al temer cometer una locura por sentirlos y al sentirnos enloquecidos por una nadería que nos perturba demasiado.
Y para alguien inseguro de su valía… ¡Cualquier persona es mejor que él! El celoso se compara permanentemente con los demás y siempre pierde en la comparación.
Los celos te rebajan, demostrando que te sientes fácilmente reemplazable, descartable y olvidable, pues crees que el primero que se puede ser mejor que tú.
Los hombres se ponen más celoso ante los que tienen mas estatus y poder que ellos, mientras que las mujeres sienten como rivales a las más bellas y sexis que ellas. O sea que todos somos celosos de lo que pensamos que atrae al otro.
Una mujer celosa protege la relación, porque su autoestima yace en esa relación. Ella piensa mucho más en “nosotros” que en sí misma. Su postura es: “Soy lo que somos… si ya no somos nada, pues no soy nada. Si no soy nada; puedo comerme un kilo de helado de chocolate yo sola, pues no engordaré”.
Las mujeres son culpógenas; por eso, no se ofenden tanto con el infiel, sino con al que se le acerca. ¿Y si lo acusan tanto, que él se va con la otra? ¡Ni pensarlo!
De acuerdo con el psicólogo y terapeuta argentino Guillermo Leone, “el más infiel entre los homosexuales es el más intensamente sexual y menos asumido como gay, porque- al no poder hacerse a la idea de que puede amar a un hombre- aún no se permite conectarse con sus parejas por lo afectivo. En cambio, el gay asumido que ya se permite amar a quien desea está más interesado en preservar a su pareja que en seguir experimentando, por lo cual será mucho más fiel”. Lo mismo sucede entre la lesbianas; la que recién sale del closet quiere probarlo todo, luego se va asentando y, a la larga, valora más la seguridad que la variedad.
Los celosos lo husmean todo como sabuesos. Pero qué poco olfato tienen. Por tanto controlar la vida de los demás, se les descontrola la suya.
Si los bebés varones tuvieran más brazos masculinos que los carguen desde que nacen, no tendrían que alejarse de la ternura y las emociones para probar que son machos. Lo que aterra a los varones es parecerse demasiado a las madres, lo que- según ellos- los afeminaría.
Cuando un papá no toca a su bebe, le está enseñando que su emotividad debe frenarse y ocultarse. Si los padres se hicieran más presentes en los primeros años de vida de sus hijos varones, tendríamos una sociedad de varones más tiernos, abiertos, sensibles, seguros de sí mismos, que se animarían a acercarse a decirnos: “Oye, ese vecino te mira siempre con mucha insistencia. ¿Debería preocuparme o me sigues queriendo como siempre?”, lo que evitaría innecesarias riñas por celos injustificados, por no hablar del alivio que les darían a las madres al ocuparse ellos de los bebes.
Los celos son humillantes e invariablemente posponen en una situación de inferioridad, ya que quien está celoso es porque asume que en la comparación con el otro, perderá. Eso no es sexi. Lo sexi es decir: “Ve con ella, si quieres. Pero si me extrañas, tal vez sea tarde”.
No sentirás celos cuando sepas que no será fácil para el otro hallar alguien tan brillante como tú.
¿POR QUE CUERNOS ME ENGAÑASTE? Todo lo que hay que saber sobre la infidelidad. Grupo Editorial Norma. Bogotá, Colombia. 2010.
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