Virgilio López Azuán
Olvidados por las horas y los días,
van los ancianos camino abajo, buscando rosas y lirios,
llorando auroras, soltando humos, mañanas y cirios.
Olvidados por años y lo siglos, van los ancianos,
con sus rostros afligidos, ya no son cantos sino llantos,
ya no son pan, solo limo.
Los ancianos olvidados cantan y cantan,
y cada palabra y cada sonido tocan guitarras,
sutil pasión, como arrullos y grillos.
Los ancianos son blandos, dolor y cama,
silla y braza, cigarro y tabaco.
Si los buscan, los ancianos dormitan,
con historias vagas, con risas y fantasmas.
Toda la gloria va por sus ojos, su brillo gris, su luz y sus sonrojos.
Todos los abismos abisman, hundidos agrandan simas sin fondos.
Los ancianos cavilan sus olvidos y vomitan abandonos,
nadan sus lágrimas con ríos anaranjados.
Tornados color mostaza arrasan los vacíos y sus días,
sus campos santos y su vocación para contar historias
y asustar fantasmas.
Olvidados los ancianos convocan los pájaros dorados,
llaman lluvias y algazaras, cantos y gallos, picos y picadas.
Olvidados cargan canas, blancas canas, sábanas y camas.
Los ancianos cargan sábanas y camas, piso frío y alpargatas.
Los ancianos llaman, palabras con flamas,
con ardor a pico, con pasión y ganas.
Si cantan por las mañanas, mariposas tocan rosas,
los arroyos hablan para las montañas.
Si los buscan, canto a canto cantan y si los saxos nocturnos
tocan otoños blancos, podrán silbar sonatas cada mañana.
Olvidados los ancianos cantan olvidos y camas,
sábanas y almohadas. Los ancianos no olvidan nada, lo cantan.
Toda la gloria va por sus arrullos, caminando Saharas y norias,
trópicos y capullos, y con toda su magia, los ancianos las calman.
Solo la lluvia moja sus instintos y avanzan los cocuyos iluminados
con su carga hormonal y cósmica.
Los ancianos son arrugas y orugas, manos y lunas,
cristal y gruta, cicatriz y arado.
Los ancianos miran con sus ojos oscuros,
pupilas soñadas con tantos olvidos.
Olvidados por las horas y los días,
van los ancianos camino abajo, buscando rosas y lirios,
llorando auroras, soltando humos, mañanas y cirios.
Olvidados por años y lo siglos, van los ancianos,
con sus rostros afligidos, ya no son cantos sino llantos,
ya no son pan, solo limo.
Los ancianos olvidados cantan y cantan,
y cada palabra y cada sonido tocan guitarras,
sutil pasión, como arrullos y grillos.
Los ancianos son blandos, dolor y cama,
silla y braza, cigarro y tabaco.
Si los buscan, los ancianos dormitan,
con historias vagas, con risas y fantasmas.
Toda la gloria va por sus ojos, su brillo gris, su luz y sus sonrojos.
Todos los abismos abisman, hundidos agrandan simas sin fondos.
Los ancianos cavilan sus olvidos y vomitan abandonos,
nadan sus lágrimas con ríos anaranjados.
Tornados color mostaza arrasan los vacíos y sus días,
sus campos santos y su vocación para contar historias
y asustar fantasmas.
Olvidados los ancianos convocan los pájaros dorados,
llaman lluvias y algazaras, cantos y gallos, picos y picadas.
Olvidados cargan canas, blancas canas, sábanas y camas.
Los ancianos cargan sábanas y camas, piso frío y alpargatas.
Los ancianos llaman, palabras con flamas,
con ardor a pico, con pasión y ganas.
Si cantan por las mañanas, mariposas tocan rosas,
los arroyos hablan para las montañas.
Si los buscan, canto a canto cantan y si los saxos nocturnos
tocan otoños blancos, podrán silbar sonatas cada mañana.
Olvidados los ancianos cantan olvidos y camas,
sábanas y almohadas. Los ancianos no olvidan nada, lo cantan.
Toda la gloria va por sus arrullos, caminando Saharas y norias,
trópicos y capullos, y con toda su magia, los ancianos las calman.
Solo la lluvia moja sus instintos y avanzan los cocuyos iluminados
con su carga hormonal y cósmica.
Los ancianos son arrugas y orugas, manos y lunas,
cristal y gruta, cicatriz y arado.
Los ancianos miran con sus ojos oscuros,
pupilas soñadas con tantos olvidos.
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