miércoles, 17 de marzo de 2021

EL LENGUAJE EN GUAGUA / Luchy Placencia

 



Los estribillos, muletillas, bordones, cantinelas y expresiones hechas que sazonan el habla popular criolla pueden ser verdaderas modas de difusión súbita, arbitrarias o efímeras o, a veces, el resultado de exitosas campaña publicitarias.

“¡Y eso, que tú no sabe na americana!”, frase construida por mercadόlogos y creativos publicitarios para una firma licorera local, fue durante mucho tiempo el último “guay” en l comunicación callejera, con efectos tan miméticos que muchos jóvenes trataron de copiar los gestos del chofer aquel.

Una de las mayores tendencias de la moda no vestimentaria es el uso de expresiones breves que corresponden a lo que, la lingüística, roman Jackobson denomina fatemas, por su función fática o de simple contacto acústico, como el “¿quiay?”, por el “¿qué hay?”

Pero a esta pregunta generalmente hipócrita-porque en muy pocos casos al emisor le interesa la respuesta del receptor, de ahí su carácter fatico-se suele responder con frases ingeniosísimas, frecuentemente relacionadas con apuros económicos:

“Aquí, e la brasa”.

“Frenando en el hierro”

“En la olla, mano”

“Abarandao”

“Listo y servido”

“Mal, pero tú no tienes la culpa”.

 

Posteriormente, el emisor del “¿quiay?” aconsejara a quien este “feo pa la foto y arrugao pal carné” que a su situación “no le de cráneo” y se despedirá sin más, dejando a su interlocutor con la queja: “me sacό los pies” o, aún más reciente “me sacό los buggies”.

No tá” el dominicano al que “se lo está llevando el diablo”, quien “Ta frito” vive diciendo a sus amigos que “dejen la chercha”; por oposición, al feliz mortal que  le diagnostican un “tu tá”, o un “tu tá guisando”, “tu tá buchú”, puede considerarse el “grenú”, el “as” dentro de su círculo social.

Al “cerebro de cacaíto”, al que “tá totao” se le saluda con un “to tá mal”, porque a poca gente le gusta andar con alguien que “ta quedao” aunque el día que logre comprarse unos tenis caros se le espete un “¡Diañe loco, pero qué patine”.

A una expresión, actuación o confesión inesperada se reacciona mediante un “¡sopla!” o “¡ataja!”, que también puede brotar de labios de cualquier tiguere de esquina al compás del “culipandeo” de una dama más o menos agraciada.

Mami, dame una patá que me haga un chichón”, bien puede ser el piropo elegido, al que la fémina ripostara un “corta, corta”. Herido en su vanidad, el galán no atinará más que a decirle: “tu tá pasa” y, ella es lo suficientemente hábil, tal vez le responda: “pero no  por tu colador”.

Y eʹfácil”, se observa ante una propuesta descabellada, ilógica o materialmente imposible, como la de “hacerle un moño a la cabeza del puente”.

Eso tiene cocorícamo” significa, en acepción popularizada por el actor Juan María Almonte, que el asunto es oscuro o encierra algún peligro.

A esta advertencia puede seguir la de que “no te tires paʹlo hondo” o, asimismo, que “no le des mente al indio” (porque “lo que mata es la flecha”).

En esta época de “cacuses”, “cadenuses” y “rocapiedras”, aborda un autobús del transporte público es toda una oportunidad para empaparse de expresiones de moda en el lenguaje popular.

El sociólogo Juan Antonio Cruz Triffolio enumera, entre otras: “Péguense, como anoche”, frase con la que el cobrador insta a los pasajeros a colocarse “como sardinas en lata”.

“¡Donde hay dos, cabe otro!” y “¡Derecho, con música, café y aire… en las gomas!”, dan al usuario de guaguas publicas la efímera esperanza de que era cómodamente transportado.

Para estimular el algo del pasaje, el cobrador grita: “¡moneda!”, “¡con ello en la mano!”, “¡que se cantee el de la esquina!”, mientras que “¡rueda!” y “¡muévela”, anuncian el inicio del desplazamiento.

Al humorista de televisión  Roberto-“El vale”- Valentín le parece que los cobradores de guaguas tienen la retaguardia incompleta, por su constante clamor: “¡completamente atrás!”.

Si bien los dominicanos se entienden en sus charadas,  en sus jergas, en sus invenciones lexicales, quienes suelen pasarla mal son los extranjeros, como el lingüista español que sufrió cefaleas durante una semana, tras intentar descifrar la siguiente conversación entre criollos:

-¿Tati tai?

-No Tati no tá.

-Sí, Tati tá, pero Tati tá cotá.

Revisita DDT. Año I No 5. 1994.

 

 

 

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