lunes, 19 de diciembre de 2022

SAN IGNACIO DE LOYOLA / P. Antonio Lluberes S.J.

 



Prólogo: UNA MIRADA APASIONADA FUNDAMENTADA Y LIBRE.

P. José Victoriano S.J.

La creatividad apostólica era una de las principales cualidades del P. Antonio Lluberes Navarro, S.J. (el padre Ton). Entre los muchos proyectos que llevaba adelante estaba el de publicar un libro sobre San Ignacio de Loyola. Cuando me presentó la idea me entusiasmé y en enero de 2021 puse a su disposición el equipo de trabajo de Ediciones Radio Santa María. La muerte lo sorprendió justo cuando todavía no había concluido las correcciones a la primera versión diagramada del texto. Unas pocas semanas después de su muerte retomamos los trabajos para concluir el proyecto logrando su impresión y posterior distribución.

La obra consta de trece capítulos y permite una aproximación apasionada, fundamentada y libre a la figura de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. El libro retoma artículos que fueron publicados entre 2004 y 2005 en la revista Amigo del Hogar. A través de ellos Ton nos comparte “el san Ignacio que fue conociendo en las lecturas y en la oración personal a lo largo de su vida” (pp.5). Su objetivo era contribuir a la difusión de la vida y obra del santo en el contexto de la celebración del Año Ignaciano, conmemorando los 500 años de la conversión de Íñigo de Loyola. Ton nos dice que este libro quiere ser “una humilde contribución a esta celebración” (pp.6).

A continuación, algunas pistas sobre el contenido del libro.

Los primeros tres capítulos, que llevan el nombre Acercarse a Él, Europa y España, y Paje y Gentilhombre, conducen al lector a adentrarse en el contexto sociocultural y político que le toca vivir a Íñigo de Loyola y su juventud en la corte, con lo que nos acerca a una serie de rasgos de su personalidad que tendrán un fuerte impacto en su vida espiritual y en la futra Compañía de Jesús.

A partir del capítulo cuarto, titulado El herido, el padre Ton nos pone en contacto con los detalles de esta etapa de la vida de Iñigo de Loyola, marcada por un largo proceso de conversión. Se hace Peregrino y viaja a Jerusalén. De regreso se dedica a estudiar para mejor ayudar a las almas. De 1524 a 1535, se dedicará al estudio formal, desde la gramática básica y los elementos del latín hasta la maestría en teología. En esos años lucha contra sus inclinaciones contemplativas que lo apartaban del estudio (capítulo VII, pp. 41). Comienza a hacerse llamar Ignacio (capítulo VII, pp. 49).

El camino ignaciano evoluciona hasta formar un grupo de amigos en el Señor que buscan la voluntad de Dios, mediante el discernimiento hecho posible por lo Ejercicios Espirituales. De 1535 a 1537 la vida de Ignacio y de sus compañeros corre paralela entre España y París hasta que se encuentran en Venecia a principios de 1537 (capítulo VIII, pp. 57).

El itinerario de los rimeros compañeros, unidos por la experiencia de Dios, por el deseo de servir a las almas y por el discernimiento llega  a un punto trascendental: Decididos a quedarse en Roma al servicio del Papa, pronto los compañeros comienzan a ser destinados a tareas pastorales fuera de Roma y perciben que la misión los desarticula y entonces toman una de las decisiones más trascendentales que grupo humano haya asumido, de liberar su futuro: cómo mantener el grupo, qué misiones y características darse. En reuniones de tarde-noche, de marzo a junio de 1539, llegan a la conclusión unánime de formar un grupo religioso, ofreciendo su libertad en obediencia a uno de ellos como superior, quien garantizaría la unidad y la eficacia (capitulo X, pp. 69).

Ignacio de Loyola es designado por sus compañeros como superior general. Nos dice el padre ton que Ignacio, peregrino y mistagogo una vez elegido prepósito general se concentra en Roma. Aparte de las funciones de gobierno asume la formación de os novicios. Y además tiene trabajos pastorales en Roma. No salió de allí sino cinco breves y cercanos viajes. Ignacio se aplica al buen gobierno y conservación de todo el cuerpo de la Compañía, muy en particular a redactar las constituciones (capitulo XI pp. 77).

La dispersión apostólica fue nota constituyente de la Compañía de Jesús desde su misma fundación (capitulo XII, pp. 85). Esta novedad apostólica, establece el padre Ton, se apoya en la espiritualidad ignaciana y en la fortaleza institucional de la orden. “Ignacio decía que quería que Dios le concediese tres beneficios antes de morir, la confirmación del Instituto y del libro de los Ejercicios por el Papa y escribir las Constituciones. Ya sabemos que el instituto fue aprobado en 1540, el libro de los Ejercicios en 1548 y que para 1550, con ocasión del Año Santo, Ignacio Convocó a los compañeros a Roma y les presentó las Constituciones y las aprobaron. En esta reunión presentó Ignacio su renuncia como prepósito general aduciendo sus pecados, imperfecciones y enfermedades y concluía: “yo depongo y renuncio simplemente y absolutamente el tal cargo que yo tengo”. Como era de esperar, los suyos no la aceptaron e Ignacio continuó con el cargo hasta la muerte, aunque en dos ocasiones tuvo que ausentare por razones de salud (capítulo XIII, pp.93).

Damos gracias a Dios por la vida y la fecundidad apostólica del P. Antonio LLuberes Navarro, S.J. (1946-2021). Vivió para servir al pueblo dominicano desde la compañía de Jesús.

Títulos

1.-Acercándonos a él. II.- Europa y España.  III.- Paje y gentil hombre. IV.- El herido. - V.- EL peregrino… "ir a Jerusalén". VI.- "El peregrino"… "estudiar primero. VII.-Ir a Paris a estudiar… Tener compañeros. VIII.- El Peregrino y los compañeros. IX.- decidieron ir a roma. X Una sola corporación. XI.- Prepósito general. Buen gobierno, conservación y aumento de la compañía. XII.- Prepósito general. Discutir por unas partes y otras del muno. XIII.- Toma Señor y recibe. In memoriam: Antonio LLuberes SJ, un sacerdote dominicano a carta cabal.



Presentación / P. Antonio Lluberes, S.J.

En los días de la cuarentena, escarbando entre papeles archivados de casi veinte años, me encontré con trece artículos sobre san Ignacio de Loyola que publiqué entre 2004 y 2005 en la revista Amigo del Hogar. Para esa fecha no había terminado mi trabajo en el Instituto Politécnico Loyola y tenía tiempo para volver a cosa querida pero puestas a un lado. En esos meses escribí sobre Jerónimo Nadal, un jesuita del segundo grupo; sobre Baltasar Gracián, sj y su libro “El Arte de la Prudencia”; y sobre san Ignacio. El amigo Daniel Toribio Marmolejos me estimula y hasta me prometía costear una publicación más amplia. Pero salieron estos articulitos.

Bueno, a mediados de 2020 hice 20 fotocopias y las repartí entre amigos y di una a los compañeros Francisco Escolástico, director del centro Montalvo y otra a José Victoriano, director de Santa María a quienes les gustó y me entusiasmaron a hacer una publicación más formal y amplia a costo del Centro. Aquí estoy.

Hoy tengo 55 años que ingresé a la compañía de Jesús y 45 años de sacerdote y me reencuentro con los jesuitas que conocí de joven y con el san Ignacio que fui conociendo en las lecturas y en la oración. Ignacio, gentilhombre, peregrino, maestro espiritual, hombre de empresa y de retos, del bien universal, que siempre pedía a los que se aceraban a él el bien más universal, más conocimiento, amor y entrega a Jesús.

En estos años he tenido muchos y buenos compañeros, pero lamentablemente a muchos se les hizo difícil permanecer en la Compañía. Viendo a distancia, comprendo el impacto que el secularismo, la teología de la muerte de Dios y las candilejas de la “calidad de vida” entraron en contradicción no sólo con el carisma de san Ignacio, sino con el mismo Evangelio y con todo pensamiento y oferta que demandara entrega y sacrificio por un bien mayor.

Pero pasado el tiempo y viendo ahora el presente, veo y me sorprendo y me alegro que aunque la cultura predominante ha caminado tanto, se ha secularizado tanto desde mis años de joven a los actuales, hay nuevas generaciones del siglo XXI que están en disposición de ponerse frente a la experiencia espiritual de un san Ignacio del siglo XVI, para conocer y ordenar su vida y servir a Dios como cosa buena y útil y agradable, y encontrar paz y alegría en su interior y hasta convertirse en Compañeros de Jesús.

Retocar esos artículos, publicarlos y difundirlos, es mi humilde contribución al Año Ignaciano.

Fragmentos

Es notable el progreso científico y tecnológico, el desarrollo de la comunicación mediática la producción de bienes y de consumo y el mismo posicionamiento de la democracia y hasta la expansión de la frontera de la libertad. Pero no nos impide también observar el crecimiento de la pobreza, la corrupción administrativa y la manipulación de la vida política, los atentados ecológicos, las adiciones a la droga, el sexo y el consumo, la violencia urbana, las dificultades de la comunicación humana, y la crisis de sentido de la vida- la actitud y la sensibilidad ante la libertad, la verdad, y el mismo futuro- que nos conducen a una incertidumbre e inseguridad, lo que la organización Mundial de la Salud ha venido a llamar la “era de la melancolía”.

A los veinte y nueve años inicia un proceso de reorientación de su vida que le tomará diez y ocho años. De ser un peregrino penitente y solitario, angustiado y confundido, sin objetivo claro y definido, percibe que debe servir a las almas, hacer estudios universitarios y tener compañeros.

Aceptaron el stablishment político, pidieron su cooperación para su obra, pero defendieron su libertad.

Pero también fueron críticos y contradictores de carismáticos como el de los “alumbrados”, de los populismos de humanistas católicos como el de Erasmo y del radicalismo de los protestantes que rompieron con la tradición católica.

SAN IGANCIO DE LOYOLA / P. Antonio Lluberes, S.J. 107 páginas. 2021. Editora Buho. Santo Domingo. República Dominicana.